Por Ezequiel Rodríguez
Hace más de diez años yo tenía un Fotolog donde subía fotos de paisajes y escribía poemas de amor y “sobre la vida”. Todos profundos y malos. Por esa época tenía un amor platónico con una chica de Buenos Aires. Era recíproco. Ella tenía noviazgos, sí, pero me seguía amando a mí.
Era dos o tres años más chica que yo. Iba a un colegio privado donde, seguramente, conocía chicos con moto o auto. Chicos con country. En su Fotolog subía muchas fotos con sus amigas. Iban a McDonald´s, salían a bailar, iban a recitales, era mucho más sociable que yo; de alguna manera mi felicidad dependía totalmente de ella, porque esa es la ilusión del amor. Veía su vida como mi único destino posible. Me imaginaba viviendo con ella en Buenos Aires. Teníamos muchas canciones en común, pero nuestra canción favorita, la que elegimos como símbolo de nuestro gran amor, era Kilómetros, de Sin Banderas. Sincronizábamos la reproducción. Decíamos (escribíamos): 1, 2… 3 y poníamos play al mismo tiempo. Llorábamos juntos.
Chateábamos todos los días hasta las 3, 4 ó 5 de la madrugada. Nos contábamos las cosas que no le contábamos a nadie. Solíamos analizar cómo y cuándo podríamos encontrarnos. Ella vacacionaba todos los veranos con su familia en Mar del plata. A veces no podía verme porque tenía que estar, sí o sí, con su familia. A veces yo le decía que no podía, pero era mentira, la verdad era que estaba cagado hasta las patas de ver frente a frente al gran amor de mi vida. Así pasaron como dos o tres veranos. Una noche nos encontramos en la entrada del hotel donde estaba parando, pero mi nerviosismo arruinó el momento. Estuve diez minutos y me fui, con el estómago revuelto. Ella después me dijo: “Hubiera hablado toda la noche con vos”. Después, meses después, en vacaciones de invierno, quedamos en volver a vernos, pero cinco minutos antes de la hora acordada, me canceló con una excusa.
Diez (o más) años después vuelvo a ver su Fotolog y encuentro sus fotos. Veo, entre sus comentarios, que ella murió hacia finales de 2009. Los amigos y sus familiares le escribieron largos y emocionados mensajes de afecto en su memoria, cada año, hasta 2014, hace dos años. Mis mensajes, los que yo le había escrito, como fotologger, los del principio, no están; como si ella los hubiera borrado mucho antes. En dos días Fotolog va a cerrar, aplastado por Facebook y Twitter. Pienso que la ilusión amorosa es como un mar de bytes vacíos que fluyen en oleadas hacia ninguna parte. Fotos que la sal del tiempo borra.