Opinión

Fijar prioridades entre la vacuna y las urnas

Por  Jorge Raventos

Aunque la mirada de los políticos esté fijada en las elecciones del lejano  mes de octubre (que algunos quieren postergar unas semanas), por ahora el centro sensible de esa batalla se despliega alrededor de la guerra contra el Covid y las controversias sobre las vacunas: sobre su calidad, sobre su abastecimiento y su aplicación.

El martes último la eminente revista científica The Lancet dio a conocer los resultados de los exámenes de la fase 3 de la discutida vacuna Sputnik V (“también conocida como Gam-COVID-Vac”). El arbitraje de la afamada publicación fue rotundo. The Lancet  es una de las publicaciones científicas más prestigiosas e influyentes del mundo y su juicio sobre la vacuna es, para decirlo con las palabras del doctor Adolfo Rubinstein, ex ministro de Salud del gobierno de Cambiemos y uno de los críticos más pertinaces de la actual gestión, “un rease++guro a la comunidad científica, las entidades regulatorias y el público en general”.

En un comentario publicado junto con el estudio sobre la vacuna Sputnik V, The Lancet,  señala: “El resultado que se reporta aquí es claro y el principio científico de la vacunación está demostrado”. El estudio atribuye a la vacuna  una eficacia del casi 92 por ciento y  efectos secundarios negativos de muy baja significación, es decir resultados que superan a todas sus competidoras.

Se verá si el sólido veredicto  disipa una atmósfera enrarecida que se había creado alrededor de la vacuna de origen ruso, en la que se combinaban estrategias empresariales, lógicas geopolíticas y, en algunos países, embanderamientos políticos superpuestos o ensamblados con aquellas.

El virólogo clínico de la Universidad de Leicester, doctor Julian Tang, admitió con franqueza: “A pesar de las dudas anteriores sobre la forma en que esta vacuna rusa Sputnik V fue implementada, este enfoque se ha justificado hasta cierto punto ahora.Debemos tener más cuidado de no ser demasiado críticos con los diseños de vacunas de otros países”.

 Virus y virulencia política

 En la Argentina la discusión sobre la vacuna rusa se transformó en otra excusa para la polarización de la grieta. Los vuelos de Aerolíneas Argentinas a Moscú en busca de las ansiadas dosis fueron pintados  por sectores del oficialismo  con pinceladas de épica y comentados con sarcasmo por la oposición, que subrayaba el incumplimiento parcial de las cargas comprometidas por Rusia, omitiendo que incumplimientos análogos eran cometidos por marcas de otros orígenes en desmedro de compradores de diverso poder e influencia por el sencillo motivo de que la capacidad de producción de todas las farmacéuticas fue superada por la demanda simultánea del mundo entero. De hecho, Rusia ha tenido que tercerizar la producción a través de empresas de India y de Corea del Sur para cubrir la demanda de otras regiones y analiza ahora hacer lo propio en Centro y Sudamérica  (donde Argentina podría instalarse como nodo productivo).

Al comentar el éxito  de la vacuna rusa (y la apuesta argentina por una estrategia de provisión plural que incluyó tempranamente la Sputnik) el diario español El País informa con cierta perplejidad la virulencia que adoptó la disputa por la vacuna en nuestro país: “La dirigente de la oposición argentina Elisa Carrió, denunció al presidente Fernández por posible ‘‘envenenamiento” de la población”.

Tras presentarse en el Congreso para rendir un informe sobre el tema a los legisladores, el ministro Ginés González García también se refirió a la campaña de sospechas que, con centro en la vacuna rusa, ha azotado al gobierno y lo identificó como “un sistema de noticias falsas que erosiona permanentemente la confianza pública y somete a que a uno lo acusen de asesino, generando una fiebre en el ánimo colectivo”.

 “Tiempo real” y  tiempo de la realidad

 Efectivamente, los públicos involucrados en la lógica de la grieta pierden paulatinamente los ejes conceptuales para encerrarse en sus burbujas ideológicas que pueden tornarse por momentos delirantes o agresivas.

El fenómeno no es una exclusividad argentina, se monta en el malestar creciente de la sociedad con las dirigencias políticas y en la tensión entre los ritmos vertiginosos que imponen las noticias y las plataformas tecnológicas y los tiempos necesariamente más pausados, complejos y de mayor duración que demandan los procesos de la realidad y los cambios sociales consistentes. Esa tensión amenaza los sistemas políticos. “La democracia representativa corre el riesgo de quedar desbordada por una democracia de opinión cuyos estados de ánimo, reglas y calendarios determinan los medios”, escribía ya con inquietud veinte años atrás el francés Alain Minc, intelectual, empresario y asesor de grandes firmas. En aquella descripción faltaba aún  incorporar a las redes sociales, otro temible acelerador, hoy ineludible.

La tarea de la construcción política se vuelve más complicada en el hábitat de la aceleración permanente y del llamado “tiempo real”  que incita a resultados instantáneas, acciones inmediatas, simplificación y tonos extremos, así como  desvaloriza la reflexión, la calibración, la flexibilidad, la conversación. Y el verdadero tiempo de la realidad., que no es una suma de instantes.

Abundan los políticos que se intimidan ante las tormentas y ante la presión de los intereses; no están hechos para momentos en que es preciso nadar contra corriente. Optan entonces  por desertar de las tareas arquitectónicas y prefieren la vida más tranquila de los influencers -que suelen ser menos “influyentes” que “influidos”-  y, en fin, eligen jugar como voceros de una clientela próxima demandante y combativa,  antes que construir puentes para entenderse con la otra costa, ampliar el horizonte común y trabajar  con una perspectiva trascendente, que vaya más allá de  intereses  particulares y egos sobredimensionados.

Primero, lo primero

 Un observador objetivo reconocerá que, con más lentitud que lo que se prometía (y de lo que suelen exigir los impacientes) la Argentina está recibiendo las vacunas y le prometen más a corto plazo: la rusa, la de Astra Zeneka, la de la plataforma cooperativa COVAC. También observará que el gobierno ha abusado de los pronósticos voluntaristas y  ha corrido el riesgo de ser defraudado -como le ha ocurrido a la mayoría de los gobiernos- por las demoras de las farmacéuticas. Ha tenido que aceptar condicionamientos de éstas (una vez más: igual que la mayoría de los países, más allá de su jerarquía o tamaño). Y todavía le falta rendir el examen de organización interna que ocurrirá cuando las vacunas finalmente lleguen en la cantidad necesaria para una vasta vacunación masiva.

Al aproximarse esta etapa, y ya despejadas las incógnitas (y las sospechas sembradas) sobre la vacuna rusa que será el insumo básico pero no el único de la vacunación argentina, empieza a ser hora de que las franjas moderadas de la política nacional impongan una mirada constructiva para encarar en paz la lucha por la inmunización.

Requiere un esfuerzo múltiple, porque la lucha contra el virus se da en condiciones de fragilidad social y desequilibrios económicos.

La elección de medio término es sin duda muy importante. Pero ocurrirá en octubre. Antes de eso es fundamental llegar al invierno con la mitad de la población vacunada y la epidemia contenida. Ese objetivo debería constituir un compromiso compartido no sólo de palabra.

Hay tiempo sobrado para la legítima competencia política, pero primero, lo primero.

 

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