Antes del show de este sábado en Vórterix, aseguró que quiere vivir en Mar del Plata, donde traerá las cenizas de su hermano. Una charla exclusiva entre la nostalgia y la emoción del pasado y la alegría por las nuevas oportunidades para seguir viviendo a fondo.
Por Claudia Roldós
“El año pasado llegué al infierno, no sabía que se podía sentir tanto dolor físico y espiritual. Ahora estoy bien, contentísimo, a punto de hacer el primer show del año en Mar del Plata”, asegura Fernando Ruiz Díaz a LA CAPITAL en una charla exclusiva.
Instalado en Chapadmalal, disfrutando del mar, el surf y, sobre todo, de su hija Lila, el músico de Catupecu Machu y de Vanthra sueña con vivir en Mar del Plata, un lugar muy especial, tanto en lo personal como en lo profesional.
Por eso eligió esta ciudad para el espectáculo -este sábado a las 22 en Vorterix- en el que homenajeará a su hermano Gabriel, cofundador de Catupecu, a un año de su fallecimiento y, también festejará su cumpleaños número 53 -cumplió este jueves-. Fernando encara la entrevista como todo en su vida: a fondo, a corazón abierto, no se guarda nada. A lo largo de la charla pasa por momentos de emoción, seriedad, reflexión, anécdotas y risas.
“Va a ser el primer show posterior a este proceso de metabolizar tantas cosas en mi vida, Catupecu, Vanthra, la muerte de Gaby”, reflexiona el músico que reconoce que “no pude tocar en el show de Soda porque me agarré Covid, fue una tristeza y el Coliseo para mí fue una prueba, toqué en parte sentado por una hernia de disco, de modo que este sábado va a ser alucinante”.
Esa hernia fue “el infierno” y lo analiza: “Me arrastraba por el piso, no podía caminar. Nunca pensé que se podía sentir tanto dolor físico y tanto dolor espiritual, era toda la tristeza por lo de Gaby. Creo que nunca conté esto en una entrevista”, confiesa.
“Creo que solté las columnas que sostuve durante años y se me cayó el edificio encima, pero pedí volver a surfear y volver a correr en el escenario y, milagrosamente, lo logré. Estuve mal, mal, pero con un osteópata que es un científico y un chamán, lo logré y hace 5, 6 días que estoy con clases de surf de nuevo y por ahora vengo aguantando”, cuenta.
No es casual que elija Mar del Plata. “Acá conocí el mar, acá voy a traer en breve las cenizas de Gaby, porque su deseo era estar acá. Por suerte, hace 18 años o más, estábamos hablando de la muerte y de dónde quisiéramos estar y me dijo: ‘Yo quiero que me cremen y que me traigan a Mar del Plata porque es donde conocimos el mar, donde aprendí a surfear’. Es donde siempre fuimos muy felices, nuestras giras con Catupecu siempre empezaban acá en Mar del Plata y terminaban acá”.
Además, Mar del Plata, el mar, han influenciado sus líricas y, al revisarlo, se emociona. “Escribí muchísimo inspirado acá, en Perfectos Cromosomas ‘y aunque te cueste decir todo lo que pensás, mirando el mar panturostro, se que atravesás el más gigante océano y vas, viajas profundo y lejos y me llevás‘. En Los sueños ‘que bañas con aguas frescas las costas que te acompañan, soy agua que fue, hoy está seca para llorar mañana'”, recita y se le quiebra la voz.
Mar del Plata es, también, el lugar donde quiere vivir su hija. Y como en todo lo cíclico la muerte, la tristeza, el recuerdo se conectan con la vida, con la música, con los nuevos proyectos. “Te hablo de metabolización porque yo creí que había vivido todo, no pensé que iba a volver a vivir algo así después de Catupecu, de lo que compartimos con Gaby, con Abril -Miguel Sosa, baterista de Catupecu hasta 2002-, pero mi vida es la música, respiro música, estoy surfeando y estoy pensando en música. Y Vanthra con Pape -Fioravanti, baterista- y Charly -Noguera, tecladista- me había devuelto eso y ahora siento esa conjunción con Juli -Julián Gondell, baterista- y con Charly. Siento ese trío que asesina lo que tiene que asesinar y me revive”.
“No pensé que iba a venir tanta energía de nuevo a mi vida en cuanto a inspiración, a esas ganas… En Catupecu, en la última época, la había perdido… a la gente le encantaba pero yo ya estaba en otro lado. No me acordaba que sentir la música era sentir como estoy sintiendo ahora”, sigue, en tren de confesión.
Y arriesga un motivo, una explicación a ese fenómeno: “Le puedo poner palabras poéticas, te puedo decir la partida de Gaby, como a veces digo, pero la verdad es que Gaby se murió y entiendo todas las cosas espirituales pero yo a Gaby no lo tengo más. Pero la vida te va compensando… se ve que a las musas y a los dioses les debe gustar que exista yo, porque ahora siento el mismo entusiasmo de antaño y siento que solo va a dejar de hervirme la sangre el día que me muera, así como me sucede en los shows que dejo todo, pienso dejarlo todo. Y encima tengo el incentivo de que quiero compartir muchos años con Lila”.