Cultura

Félix Bruzzone: “La literatura no solo surge de una serie de estrategias, sino de creérsela”

El escritor presenta "307 consejos para escribir una novela", libro en el que despliega con gran sentido del humor un listado de sugerencias que terminan transformándose en un relato casi surrealista sobre el ejercicio de escribir. Entre el disparate, la burla y la ironía, las lecciones dejan entrever sus obsesiones como docente y novelista, así como esconden una crítica aguda a la literatura contemporánea.

Por Rocío Ibarlucía

Félix Bruzzone, quien nació en Buenos Aires en 1976, publicó una serie de cuentos, novelas y textos de no ficción a partir de -y a pesar de, como explica el propio autor- su experiencia de hijo de desaparecidos, en libros como “76”, “Los topos”, “Las chanchas” y “Campo de Mayo”. Actualmente, está haciendo “Cuarto intermedio”, una performance dirigida por Juan Schnitman sobre los juicios de lesa humanidad, con Mónica Zwaig, escritora, abogada francesa e hija de exiliados argentinos, a quien conoció en los pasillos de los tribunales de Comodoro Py.

Este 2023, lanzó “307 consejos para escribir una novela”, libro que también parte de su experiencia, aunque en este caso centrada en su oficio de escritor y docente de talleres de escritura, que dicta tanto en ámbitos informales como en la carrera de Artes de la Escritura de la UNA y la Maestría en Escritura Creativa en la Untref.

Su nuevo libro inaugura la colección Ser Escritor de la editorial La Crujía, destinada a revelar los secretos, miedos, anécdotas y trucos a los que apelan artistas de distintas disciplinas para poder escribir. Con un título en homenaje al libro-taller de Abelardo Castillo, esta serie de textos promete mostrarnos la cocina de escritura de varios autores para pasar del ser al hacer.

En el caso de Bruzzone, sus consejos ofrecen sugerencias disparatadas, obvias, contradictorias o impracticables, que pueden leerse desde las primeras páginas, con recomendaciones como “Si se trata de una primera novela, antes escribir una segunda novela”, “Luego de no haber escrito la novela, sacarse una foto con ella” o “No temerle al vino con soda”. Pero en esa lógica absurda y siempre cómica subyacen formulaciones teóricas y ejercicios prácticos para incentivar a escribir. Porque si bien se burla de los tutoriales que tanto circulan en estos tiempos, sus 307 consejos a su vez ponen de manifiesto las búsquedas de su autor, sus obsesiones con determinadas palabras, espacios y materiales con los cuales escribir, así como esconden en algunos casos reflexiones sobre la literatura que se produce y se publica en la actualidad.

Si el lector abre los “307 consejos para escribir una novela” pensando que va a encontrar una guía práctica, engañado por su título, está condenado al fracaso. “El libro es consejos y al mismo tiempo no consejos -explica su autor a LA CAPITAL-. El consejo fracasa cuando uno piensa que de verdad es útil, que hay que seguirlo al pie de la letra, que es una afirmación totalmente verdadera. En la medida en que logre sostener esa ambivalencia que es un consejo y al mismo tiempo otra cosa, vaya a saber qué, puede funcionar”.

A partir del último consejo, este listado disparatado -y no tanto- toma la forma de una nouvelle de 31 páginas, como si las sugerencias anteriores se pusieran en práctica en la propia narración. La canción “En el bosque de la China, un chinito se perdió” es el punto de partida del relato final, disparador insólito que parece responder a uno de sus consejos: “puede ser que cualquier cosa sea una novela”. La historia del bosque de la China va sufriendo reformulaciones hasta que en el consejo 307 construye una trama casi surrealista, en la que un empleado de limpieza se obsesiona con un chino, sobre quien descubre que en realidad es un escritor escondido, capaz de crear un bosque soplando una nube de humo.

En charla con LA CAPITAL, Bruzzone desglosa algunos de sus consejos e incentiva a sus lectores a “creérsela”, aunque no tanto, a narrar a pesar de lo que uno tiene, a poner el cuerpo en juego, a no preguntar por qué escribir una novela o cómo, sino a aprender a escribir escribiendo.

-¿Cuál creés que es el rol de un docente de talleres de escritura?

-Fundamentalmente, es estar atento a los textos que van trayendo los que participan, ver qué cosas están funcionando mejor que otras y tratar de entender por qué, que tiene un correlato en algo que no sepa, vamos a ver sobre la narración. No sé si siempre es tan sencillo de entender porque son saberes que también se van aprendiendo haciéndolos, pero por lo menos hay una explicación posible, teórica y eso facilita un poco el proceso. Después, hay casos en los que es más difícil, que es cuando uno entiende que algo no está funcionando bien y buscás encontrar otra forma para resolverlo. En la medida en que el otro participante también escucha, lo toma y baja un poco el ego, la mera modificación del texto a partir del consejo, que puede ser mío, puede ser de algún otro compañero, genera algo en la cabeza que de alguna manera va haciendo entender cómo es el proceso. Hay momentos donde uno escribe y después hay momentos donde uno vuelve sobre eso, lo repasa y lo revisa y lo cambia. Ahí es cuando realmente empieza a funcionar la escritura, no tanto en el momento de escribir, que es más anárquico, caótico, inconsciente y en general siempre quedan cosas que no funcionan o que funcionan demasiado bien, entonces hay que tratar de encontrar equilibrios. Para mí, el rol del docente es tratar de encontrar en el texto un equilibrio y que lo puedan ir entendiendo. También está bueno ofrecer lecturas de ficción que apoyen eso, de cosas que ya se hayan hecho, parecidas, para que entiendan también que lo que están haciendo no es descubrir la pólvora, sino que están haciendo una versión de eso, o sea, todas estrategias para bajar un poco el ego. Y en la medida que lo hacen, funcionan muy bien y cuando no lo hacen, no avanzan más porque no escuchan. El tema es que la escritura vaya cambiando.

-Hablando de cambio, uno de tus consejos dice “No ser un camaleón, siempre camaleónico”. ¿Qué de camaleónico tiene que tener un escritor? ¿Tiene que ver con esta capacidad de transformación permanente?

-Está buena la pregunta porque la verdad es que no lo había pensado tan así, pero creo que sí. Si vos sos el camaleón, ya tenés esa identidad muy fija, ya sabés lo que podés hacer y lo que no. Ahora, si sos camaleónico, no sos el camaleón pero sos parecido, podés cambiar y al mismo tiempo no sos el que cambia por propia naturaleza, sino porque te la creíste que podías cambiar. A mí me parece que ese consejo tiene que ver con creérsela. La literatura no solo surge de una serie de estrategias y cosas que uno puede ir tejiendo dentro de la escritura y dentro de la tradición literaria, sino de creérsela. Vos tenés que creerte que ese texto es literatura, aunque sabemos que no depende de uno. Te la tenés que creer pero tampoco tanto porque podés caer en una zona de puro ego que no te permite escuchar nada.

“Cuando escribía sobre dictadura y experiencias de hijos de desaparecidos, siempre intenté que funcionaran más los mecanismos de la ficción que los mecanismos de la realidad”.

-Comentaste que una de tus tareas de acá en adelante va a ser explicar cada consejo de tu libro. Te propongo desglosar algunos, por ejemplo, “Escribir con lo que tenés pero fundamentalmente escribir a pesar de lo que tenés”. ¿Por qué a pesar de?

-Porque para mí hay que usar lo que uno tiene, sus recursos, sus experiencias, para ponerlos en la escritura, pero si es solo eso, me da la sensación de que queda como en esa dimensión de lo que ya había, de lo que ya sabíamos de alguna manera. En cambio, si uno escribe a pesar de eso, obviamente lo tiene que tener porque es algo que está, no te lo podés sacar de encima. Por ejemplo, Borges no podría haber escrito sin su biblioteca atrás, sin sus miles de lecturas, porque era eso su vida, vivía leyendo, era muy de ese estilo de autor que todo el tiempo estaba referenciando libros para hacer sus ficciones. Pero a pesar de eso, construyó Ficciones donde, por ejemplo, hay un espíritu mucho más vitalista, no solo libros, hay cuentos muy paradigmáticos, “Emma Zunz”, por ejemplo. Pero también hay otros donde incluso se ríe de eso, inventa libros, inventa tradiciones, inventa culturas enteras, un poco riéndose de toda esa construcción que es la que él sostenía pero era de otras. Ahí me parece que es donde uno escribe a pesar de, escribo con eso pero más que nada a pesar de eso.

-¿A pesar de qué escribís vos?

-Al menos dentro de mi primera época, cuando escribía sobre dictadura, experiencias de hijos de desaparecidos, que son básicamente mis dos primeros libros y “Campo de Mayo”, que tienen que ver mucho con mi propia experiencia, con la historia argentina y con cómo se narró a lo largo del tiempo, sentía que a pesar de eso que parece ser algo más del orden del discurso histórico o del discurso testimonial, incluso que está un poco por fuera de la literatura, siempre intenté que funcionaran más los mecanismos de la ficción que los mecanismos de la realidad. Por ejemplo, hoy estamos haciendo una obra con Mónica Zwaig sobre los juicios de lesa humanidad (“Cuarto intermedio”), que es algo ya directamente del discurso judicial o periodístico y hacemos una especie de comedia absurda y al mismo tiempo nos hacemos cargo de eso, de la cosa más testimonial, periodística, judicial, incluso hacemos una audiencia en vivo, literal, como sucedió. O sea, hacemos un montón de cosas que son claramente extraescénicas, extrateatrales, extraartísticas, pero las usamos para hacer otra cosa. Entonces, estamos trabajando a pesar de esa cosa tan dura, tan pesada, tan poco comprensible que es el mundo judicial y el mundo de lo que se cuenta sobre esto que es bastante poco amigable.

-Recomendás al escritor comer vitel toné en cualquier momento del año menos en las fiestas. ¿Puede leerse acá una sugerencia a escribir en contra de las tradiciones o de las tendencias dominantes? ¿A qué apunta este consejo?

-Por un lado eso, pero por otro lado también algo que conecta con la cosa más material de la vida misma, de comer o beber. También hay un consejo que recomienda tomar vino con soda y otro que sugiere tomar vino blanco en el asado, que era lo que recomendaba Saer o que no lo prohibía. El consejo tiene que ver con evitar los maridajes obvios, o sea, permitirse jugar con las piezas. Igual después me enteré que Saer en realidad decía que se podía tomar vino blanco en un asado, pero él cuando venía a la Argentina comía asado con un gran asador gourmet. Entonces, era un tipo que sabía perfectamente qué vino tinto o blanco usar con cada carne, es decir que en ese corrimiento de la tradición más obvia, había toda una sofisticación impresionante para poder hacerlo, no era que se lo permitía así nomás. Me parece que es un poco lo que pasa en su literatura, o sea, él se permite grandes cosas increíbles en sus libros pero con un grado de sofisticación que no es usual.

“Hay escritores o escritoras que parecen más figuras de autor que escrituras. Un poco todos somos así, pero me parece que estamos en una época en la que si no lo medimos bien, terminamos siendo más el culo que el cuento”.

-A lo largo del libro, das varios consejos acerca de la materialidad con la que se debe escribir y la importancia del espacio donde se escribe, por ejemplo, “escribir en un lugar incómodo. Abajo de una mesa, por ejemplo. Y que ese lugar se vuelva cómodo”. ¿Hasta qué punto importa a la hora de escribir cómo lo hacemos, con qué y dónde?

-Muchísimo, porque es el marco material, son las condiciones materiales. Para mí, es súper importante poder identificar para cada texto qué conviene más, qué formato, qué espacio, qué forma de hacerlo, con qué birome. Creo que forma parte de una mística también de creérsela, esto de que si no es con esta birome, va a salir mal. Creérsela tiene que ver con esto que decía antes de creerse que uno no está siendo un gran escritor, sino una gran obra, que para mí es importante. Y creo que también generar espacios es poner el cuerpo en juego, entender que el cuerpo está ahí también, no solamente la cabeza y las ideas. La escritura me parece algo muy material y también corporal. Porque los escritores en general no ponemos el cuerpo en la vida, hay muchos que no lo hacemos o lo hacemos sustrayéndonos, pero tenemos que entender que lo estamos poniendo en la escritura, de alguna manera ponemos nuestro cuerpo más fuertemente y no es menor pensarlo ahí, porque sino dónde lo ponemos. No es que no existamos, no somos inmateriales.

Más allá de que aparte hay situaciones muy concretas, por ejemplo, hay un consejo que no está, pero que me dieron después y me parece muy atinado, que es “corregí tu texto en un lugar diferente a donde lo hayas escrito”. Cambiar de lugar te permite mirar de otra manera y te hace ver cosas que antes no veías, te hace salir de esa nube fantasiosa que armás alrededor tuyo y del texto y cuando salís de esa neblina, vas a otro lado y podés ver cosas para seguir trabajando, corrigiendo, editando.

-Así como es recomendable dejar pasar el tiempo para volver al texto, también lo es cambiar de espacio.

-Claro, esa es la típica: el cambio de tiempo, pero el cambio de espacio también y eso es algo bien material.

-Otro consejo dice “No mostrar el culo en redes sociales, escribirlo”. ¿De dónde viene este consejo? ¿En qué medida creés que las redes sociales están afectando la escritura y al escritor?

-Este consejo es un poco un juego con este tipo de escritores o escritoras que parecen más figuras de autor que escrituras. Un poco todos somos así, pero me parece que estamos en una época en la que si no lo medimos bien, terminamos siendo más el culo que el cuento. Bueno, capaz que la literatura de ahora sea eso, no lo sé, es imposible saberlo. Pero yo vengo más de la cultura de los libros y no tanto de las redes, aunque obviamente ahora también estoy en las redes porque quién no está en las redes, pero se abre otra vez la ambivalencia: ¿hay que concentrarse en los textos o concentrarse en publicar y mostrar el culo? ¿Cuál es la labor? De alguna manera, el consejo es una invitación a que quienes muestran más el culo que otra cosa tengan en cuenta que hay una escritura también ahí, que están escribiendo y también a que como lectores podamos ponernos en ese lugar y ver que hay un escritor/a que está mostrando un culo, pero es un culo literario. También habría que preguntar si no hay literatura ahí, también poder corrernos del prejuicio de que por ahí no está solamente mostrando el culo.

Por otro lado, estos consejos los empecé a escribir y publicar en Twitter, sería como mostrar el culo de alguna manera. A mí Twitter lo que me da es como la velocidad de poder asociar rápidamente cosas porque tenemos que resolver el texto en pocos caracteres y en poco tiempo, también porque los fui escribiendo directo ahí, no es que los escribía primero en un Word y después los subía. Los subía sin pensar demasiado o pensando demasiado rápido. Pero hay que escribirlo, no solo mostrar el culo.

-Uno de tus últimos consejos dice: “¿Por qué escribir una novela? Si alguien logra responder esta pregunta, es que nunca escribió una novela”. ¿El escritor no debería preguntarse por qué escribir su novela?

-La respuesta es la misma novela. Es una invitación a que escriban la novela, no te preguntes cómo es una novela de ciencia ficción o cómo es una novela policial, qué elementos tiene que tener. Escribila y vamos viendo. Y capaz que terminás escribiendo otra cosa. Hacerlo y en el momento de hacerlo, aprenderlo.

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