El escritor marplatense se interna en la selva amazónica en esta crónica de una expedición en la que conviven la violencia y la búsqueda de riquezas con el hambre y la necesidad de encontrar el paraíso.
Por Claudia Roldós
Las ideas de lo salvaje y lo civilizado, el bien y el mal, el paraíso y el infierno, el sacrificio y la recompensa, la espada y la cruz, atracción y repulsión, son solo algunas de las dualidades sobre las que se sostiene “Infierno Verde”, la segunda novela del abogado y escritor marplatense Federico Aliende, para contar una historia que transcurre entre el caos del hambre y la búsqueda de riquezas, la misión y las creencias, la violencia y la lucha por la supervivencia, la cordura y la locura de sus protagonistas.
El libro, publicado a fines del año pasado por El guardián Literario, se basa en el diario de viaje del Fray Gaspar de Carvajal, quién participó en una expedición por el amazonas con el conquistador español Francisco de Orellana. Aliende, también autor de “Labios del fin del mundo” (Simurg 2015), toma como punto de partida esa crónica del 1542 y su fascinación por la selva amazónica, para crear este “viaje a la locura de sus protagonistas”.
El disparador de la historia es el cuento “Todo termina en Iquitos” en el que aparece una crónica no oficial, paralela a los conocidos diarios de viaje de Carvajal, a partir de los que el autor marplatense escribe sobre una búsqueda existencial, paralela a la de dominación y riquezas que llevaban los conquistadores.
“Como escritor me llevo bien con el caos, con los mundos en destrucción y con narrar las emociones y actitudes de las personas cuando se las llevan al extremo” confió Aliende en una nota en la que profundizó sobre su identificación -desde pequeño- con la selva, lo salvaje, sus viajes por Manaos, el Río Negro -el brazo más grande del amazonas-, Santrarem e Iquitos, en los que “sentí ese amor/repulsión por la jungla. “Creo que Infierno Verde es un homenaje y a la vez una ofrenda a la selva, a lo inhóspito” definió.
– Cómo fue el trabajo de documentación sobre los personajes reales y qué te propusiste al novelar, especialmente al padre Gaspar de Carvajal?
– Lo más importante para la creación de la novela fue leer la “Relación de Fray Gaspar de Carvajal” escrita en 1542 mientras cursaba con Orellana y sus soldados el río del Amazonas buscando una salida al mar.
En un inicio traduje la crónica del español antiguo al moderno para comprender y desmenuzar la historia en sí, como un pasatiempo, más por curiosidad que por idea de proyecto literario.
Como había escrito ya el cuento “Todo termina en Iquitos” que integra “Infierno Verde”, pensé que la Crónica podría servir como génesis de un universo relacionado con esta búsqueda del paraíso terrenal.
Cuando me decidí a novelar la crónica, necesité completarla con estudios históricos que se hicieron de esta: me sirvió mucho el trabajo investigativo que llevó a cabo el historiador José Toribio de Medina en 1894 y también lo escrito por el historiador Gonzalo Fernandez de Oviedo.
– Por un lado la novela es el relato de una aventura, una expedición concreta y una misión secreta. Pero abordás también un viaje interior, existencial, paralelo y recurrís a elementos como la ingesta de ciertos brebajes para prepararse para ser recibido por las fuerzas superiores de la naturaleza. ¿Te documentaste en experiencias de ese tipo, con chamanes, ayaguasca?
– Yo creo que si la mente puede llegar a niveles extremos de conciencia plena o estados elevados, indudablemente necesita de un cuerpo preparado para soportar tamaña aventura.
Puede ser que el proceso de Gaspar para describir su paraíso esté asociado a “Las enseñanzas de don Juan”, de Castaneda, pero por sobre todo, por la religión de los pueblos indígenas de los Andes.
Quise plasmar en el libro que, para acceder a los secretos de los dioses que habitan en lo más profundo de la tierra, el hombre necesita, como medio, la ingesta de brebajes obtenidos de la propia selva. El hecho de tener que utilizar una parte de Dios para acceder a él, me pareció interesante para explorar en el libro.
– Como señala la crónica “¿está uno preparado para encontrar lo que busca”?
– Cuando Gaspar se pregunta si uno realmente está preparado para encontrar lo que busca, quise alertar sobre el hecho de que muchas veces, una inercia siniestra nos termina llevando a lugares que realmente nunca quisimos visitar. Hay estados mentales y secretos que deben permanecer ocultos, y está bien que así sea.
– La novela está atravesada por el abordaje de las dualidades, los opuestos: ¿Fue planificado o se fue dando en el proceso de escritura?
– El libro está atravesado por la dualidad. La época de los descubrimientos fue una época de opuestos. El nuevo mundo, los indígenas que lo habitaban y sus costumbres y religiones crearon dicotomías en los hombres como nunca había pasado en la humanidad. Fue tanta la contradicción que existía que los conquistadores optaron por transculturizar a la fuerza: si aquel monte era adorado todos los días por los indígenas, creyeron más eficiente poner una cruz en su cima antes que matarlos.
La dualidad me sirvió para componer la tensión entre Orellana (lo militar y la espada; la ambición) y Carvajal (lo religioso y la cruz; la búsqueda). Orellana había perdido un ojo en una guerra pasada y Carvajal perdió también uno durante la travesía por el Amazonas; dos visiones parciales que a su vez podían complementarse con el objetivo de poder encontrar el mar.
– A la vez el texto es un disparador para pensar sobre las distintas concepciones de las fuerzas superiores. ¿Hay un solo Dios, quién es o cuál es? y una línea dispara “Dios gobierna en las alturas, la selva en la tierra”…
– Los iwonias, la tribu que ayudará a Carvajal en su misión secreta, profesa una religión que además de ser politeísta, abraza el panteismo, es decir, todo lo existente participa de la naturaleza divina porque Dios es inmanente.
Por otro lado, volviendo al tema de la dualidad, también decidí que tenía que existir una rivalidad entre los dioses: Chise, el sol, altanero en las alturas, casi ausente y, por otra parte Aguaray, la selva, la que siente las pisadas de los animales y los hombres y la que, en última instancia, debe poner orden en la tierra.
El concepto de dioses como seres superiores bondadosos pero también malvados y vengativos, fue otro tema que me gustó explorar: los dioses no deben diferir mucho de sus creaciones.
-El relato también tiene elementos de fantasía, por ejemplo, ¿jugás con esa idea de si los sonidos de la selva son reales o los personajes alucinan?
– El viaje de los expedicionarios de Orellana por el Amazonas fue, realmente, un viaje suicida. La locura, el hambre y la desesperación eran tan cotidianas que se habían acostumbrado. Y cuando uno se acostumbra al espanto y también al miedo, vive en una atmósfera onírica, donde las pesadillas se tornan más realistas, aunque ya no sorprenden tanto.
Está bueno que el lector se pregunte si lo que están viviendo está realmente ocurriendo o si están todos ya inmersos en una locura colectiva; “Infierno Verde” es un viaje progresivo a la locura de sus protagonistas.
– Si se la compara con tu primera novela Labios del fin del mundo, Infierno Verde, comparte, en algún sentido, el tema de la naturaleza y su fuerza y también del hambre. ¿Qué otros puntos en común, creés que tienen? ¿Podría decirse que hay un hilo conductor temático en tu obra?
– Soy un escritor que se lleva bien con el caos, con los mundos en destrucción y con narrar las emociones y actitudes de las personas cuando se las llevan al extremo.
Lo apocalíptico y la presencia -o la ausencia- de los dioses en mundos abandonados es de lo que me gusta escribir. “Labios del fin del mundo” plantea un mundo en tinieblas, como si lo divino lo hubiese abandonado e “Infierno Verde”, por su parte, es la búsqueda de Dios, la necesidad de que existe y que no nos castigará por nuestras malas acciones.
Perfil
Federico Aliende nació en Mar del Plata en 1984. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata y se recibió de Abogado y Especialista en Derecho Penal. En la actualidad se desempeña como Instructor Judicial del Ministerio Público Fiscal de la provincia de Buenos Aires.
En 2015 publicó su primera novela “Labios del fin del mundo”.