En una nueva audiencia testimonial, se reconstruyó la historia de Tulio “Tucho” Valenzuela y Raquel “María” Negro, quienes fueron secuestrados, junto al hijo de la mujer de un año y medio, en enero de 1978 en inmediaciones de la Tienda Los Gallegos.
Durante las cinco horas que se extendió la audiencia en la tarde del pasado lunes ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mar del Plata, se armó como un frágil rompecabezas la historia de Tulio Valenzuela y Raquel Negro, “Tucho” y “María”, como los conocían en la agrupación Montoneros donde militaban y donde Tulio llegó a ser jefe de la columna Rosario.
Si bien el caso de la pareja, incluso la apropiación de su hija e hijo mellizos, tienen sus responsables penales en la justicia federal de Rosario y de Paraná respectivamente, en el marco del segundo tramo de la causa denominada “Subzona 15”, el tribunal marplatense juzga el secuestro de la pareja y el hijo de la mujer de un año y medio, y la posible zona liberada para la operación que desde Rosario había diseñado el entonces jefe del Cuerpo II del Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri.
El ex militar Carlos Víctor Milanese, quien al momento de los hechos pertenecía al Centro de Operaciones de Inteligencia de la Subzona 15, llegó acusado por los secuestros de Valenzuela, Negro y su hijo. El tribunal está integrado por la jueza María Claudia Morgese Martín y los jueces Héctor Sagretti y Fernando Machado Pelloni, quienes encabezaron el debate de manera remota. Con la misma modalidad participaron defensores, querella e imputados. En representación del Ministerio Público Fiscal, interviene la fiscala Laura Mazzaferri, titular de la Fiscalía Federal N°1, y como auxiliares fiscales, María Eugenia Montero y Julio Darmandrail, de la Oficina de Coordinación de Derechos Humanos de Mar del Plata.
En la audiencia del lunes, prestaron testimonio Sabrina Gullino Valenzuela Negro, quien recuperó su identidad en 2008 después de una prueba de ADN que reveló que es la hija de la pareja; del hermano de Raquel y su esposa, Jorge Rogelio Negro y Silvina Palou; de Matías Espinoza Valenzuela, hijo de Tulio y de Norma Espinoza; y de Miguel Bonasso, quien era secretario de Prensa de Montoneros al momento de los hechos y se entrevistó con Tucho en México, donde pudieron conversar sobre su secuestro y los verdaderos motivos de su envío al exterior por parte de los represores.
De acuerdo con los testimonios vertidos en el juicio, Tulio y Raquel viajaron a Mar del Plata con el objetivo de mantener una cita cada uno. Habían sido pautadas de antemano con la idea de que el interior bonaerense sería un territorio más calmo, en tiempos de persecuciones, secuestros y crímenes cotidianos. Eran las cinco de la tarde del 2 de enero de 1978: plena temporada marplatense en las concurridas calles céntricas de la ciudad. Tulio estaba en la puerta de la tienda Los Gallegos con Sebastián, el hijo de Raquel, en brazos. “¡Es el que robó la moto!”, gritaron los secuestradores y se abalanzaron sobre él. Le arrebataron al niño. Valenzuela supo que la cita había sido cantada y que quienes los estaban intentando detener no eran policías sino “los genocidas operativos del II Cuerpo del Ejército”, como los definió Bonasso, que habían concurrido especialmente a realizar el operativo.
Según los relatos, la víctima resistió todo lo que pudo, lo cual despertó la intriga de los ocasionales transeúntes. Cuando un policía quiso intervenir, enseguida lo quitaron de allí. Le mostraron una credencial del Ejército y le dijeron que se vaya del lugar porque tenían “área libre para operar”, según el propio Tulio le contó en una larga conversación a Bonasso, con quien se encontró en México unos 15 días después. Lo golpearon en la cabeza y lo subieron a un auto. El niño fue subido en otro vehículo.
De acuerdo con los testimonios, a pocos metros, en la intersección de Luro y Catamarca, Raquel, que estaba embarazada de mellizos, también fue secuestrada. Cuando se encontró con su cita, “Leopoldo”, éste se rascó la nuca a modo de señal. Ella se dio cuenta que la había entregado y le lanzó: “Sos un hijo de puta”.
En la ruta camino a Rosario, la pareja y el niño fueron subidos a un camión con dirección al centro clandestino de detención que se conoció como la Quinta de Funes. Allí estaba secuestrado un compañero de militancia, Jaime Dri, llevado a modo de “préstamo” desde la ESMA -donde se encontraba cautivo-, quien tiempo después contó que la detención de Valenzuela estuvo particularmente planeada desde allí. En este lugar se buscaba “quebrar” a los detenidos y las detenidas para que presten colaboración con los militares y se infiltren dentro de la organización revolucionaria a la que pertenecían.
Según se ventiló en el juicio, este fue el propósito que llevó a Galtieri, por orden de Jorge Videla, a diseñar el secuestro de Valenzuela: en una entrevista cara a cara, le dijo que debía viajar a México, en lo que se conoció luego como “Operación México” y pautar, a través de Bonasso, entonces secretario de Prensa de la organización, un encuentro con la cúpula de Montoneros que les permitiera a los militares que viajaban infiltrados junto a él secuestrar o asesinar a sus dirigentes. Si se negaba, los mataban a ellos.
“Yo sé que si vos vas y no vendés a tus compañeros, a mí me van a matar. Pero si vos vas y vendés a tus compañeros, no vengas más”, le habría dicho Raquel Negro a Valenzuela, aún sabiendo que representaría para ambos una sentencia de muerte, según declaró el periodista. Bonasso reconstruyó que Valenzuela le hizo creer a los militares que cumpliría con todo lo pedido, e incluso logró que el hijo de Raquel, “el Quinqui”, fuera liberado y llevado a casa de su abuela materna en Rosario. Ya en México, hasta donde habían llegado con documentación apócrifa, Valenzuela se entrevistó con Bonasso, quien recapituló esta historia en el libro “Recuerdo de la Muerte”.
“Vino a decirme que necesitaba verse con la conducción nacional de Montoneros”, relató Bonasso. Agregó que tiempo después recibió dos cintas con la voz de los dirigentes Roberto Perdía y Horacio Mendizábal, donde explicaban cuál era el plan y que efectivamente Valenzuela había viajado con miembros del Ejército y ex compañeros que habían accedido a colaborar con los militares en esa causa, entre ellos “El Nacho”, Carlos Laluf.
Los casetes también daban instrucciones para hacer público el operativo a nivel nacional e internacional. “Era un verdadero escándalo que la dictadura militar argentina, en vísperas del Mundial del 78, decidiera operar clandestinamente violando la soberanía de México, con la intención de secuestrar y asesinar, si no era posible el secuestro”, relató Bonasso, quien entonces -explicó- organizó una conferencia de prensa con cuatro periodistas de confianza, con el acuerdo de Valenzuela. “Era la conferencia de prensa de vida o muerte de los seres que más quería en la tierra”, rememoró.
Bonasso recordó en el debate que, en diálogo con los medios mexicanos, Valenzuela dio un número de teléfono de la Quinta de Funes, y periodistas del diario Uno más Uno se comunicaron, lo cual llevó al levantamiento del centro clandestino y traslado de los detenidos y detenidas, entre ellas, Raquel Negro. Luego de un paso por los centros clandestinos Escuela Magnasco y “La Intermedia”, la mujer fue llevada a parir al Hospital Militar de Paraná, en Entre Ríos, donde dio a luz a sus hijos mellizos en los primeros días de marzo de 1978. La niña fue adoptada luego de ser dejada en la puerta del Hogar del Huérfano con un mes de vida y logró recuperar su identidad en 2008. El niño aún es buscado por su familia biológica.
Bonasso dejó en claro que se trató de “una operación de un relieve enorme”. “No podía desconocerla ningún sector del gobierno argentino, fue conducida por Galtieri y tuvo aprobación directa del dictador principal, Videla. El Ejército de Mar del Plata estaba al tanto para dar área libre para operar”, explicó durante la audiencia.
En la audiencia de este lunes, Sabrina Gullino Valenzuela Negro fue la primera en declarar. Comunicadora social, docente universitaria, militante de HIJOS tanto en Rosario como en Paraná, y a cargo de la prensa de Abuelas de Plaza de Mayo en la ciudad donde vive, eligió cerrar su testimonio con una transcripción de un casete que su mamá grabó algunos meses antes de su secuestro y desaparición física, ya con ella y su hermano mellizo en el vientre. Está fechado en agosto de 1977.
Sabrina leyó las palabras de su madre: “Quiero que sepan que aún dentro de esta situación soy feliz, y quiero decírselos a ustedes para que dentro de la desesperación que puedan vivir a veces cuando yo no llamo o en otras oportunidades, sepan que pude recuperarme, que bueno, si bien uno nunca es igual que antes porque las cosas no se olvidan, porque uno tiene memoria y porque todo deja una huella… Aún, a pesar de eso, yo he vuelto y he podido. He tenido la suerte de poder ser feliz de nuevo, de poder volver a mirar, no sé yo, desde un río, un árbol, hasta la luna, volver a mirarla con alguna esperanza, o mirarla con ganas de vivir”.
Sabrina, su medio hermano Matías, su tío Jorge y su tía Silvina dejaron constancia en sus testimonios de la búsqueda que no merma; de la necesidad de conocer al hermano mellizo de Sabrina nacido en los primeros días de marzo de 1978; de la posibilidad que existe, ante la duda, de acercarse a Abuelas de Plaza de Mayo. “La lucha sigue, y al melli lo vamos a encontrar”, aseguró Sabrina.