Se cumple este viernes un nuevo aniversario del crimen de Alicia Muñiz, por el cual el ex campeón mundial de box fue condenado a 11 años de prisión. El ex director de la Unidad Penitenciaria N° 15, Silverio Fernández, recuerda cómo fue su paso por la cárcel.
Por Bruno Verdenelli
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En aquellos últimos días de febrero del ’88 la gloria ya había quedado muy atrás. Y con ella se habían esfumado los homenajes en Montecarlo, los flashes de Roma y la mejor ropa que podía ofrecer París.
Después de 18 años en la siempre traicionera cúspide de la sociedad, a la que había ascendido tras consagrarse campeón del mundo de box, Carlos Monzón no podía recordar el olor de la lona. Y tal vez por eso, cuando ingresó al penal de Batán, todo le pareció parte de una pesadilla.
– Jefe, la comida que dan acá es fea. Es incomible.
– Monzón, ¿vos no te acordás de dónde venís?, ¿no te acordás de tu infancia? Estuviste muy arriba pero acá hay 500 internos que comen esto y no se quejan.
– Sí, tiene razón.
A pesar de que por una cuestión comercial en cualquier serie o película se torne más atractivo atribuirle privilegios y actitudes altaneras, la realidad del santafecino en la cárcel fue muy distinta. Es cierto que nadie lo despreciaba por haber matado a Alicia Muñiz, su ex pareja, tirándola del balcón –¿quién puede juzgar a quién en una prisión?–, pero también lo es que no existió una cohorte de aduladores que pulularan a su alrededor.
Cuenta el formoseño Silverio Fernández, quien hace 32 años era el director de la Unidad Penitenciaria N° 15, que la primera vez que vio a Monzón lo notó tranquilo, “como sumiso”. Ambos hombres, el uniformado y el ex campeón de box, habían llegado a Batán casi en simultáneo: el primero enviado al mando del penal y el segundo para estar encerrado, mientras aguardaba un juicio oral como acusado del crimen de la madre de su hijo.
“No es común conocer a los internos, pero en mi caso yo siempre trataba de hacerlo cuando ingresaban. Había estado unos días en la comisaría sexta, pero era muy difícil tenerlo ahí porque era un caso de repercusión nacional e internacional”, recuerda Fernández.
Para el penitenciario jubilado desde 1995 –mismo año del fallecimiento de Monzón–, el ex boxeador atravesaba un cuadro de depresión “muy fuerte”. “Anímicamente estaba mal: nunca había estado preso y eso le puede pasar a cualquiera. Pero era todo lo contrario a lo que mostraron en la serie que salió hace poco, que es comercial y exhibe un tipo fuerte. En un momento se ve a un guardia que le dice que se levante y él le contesta que se deje de joder. Y otro lo llama ‘Señor Monzón’, como si tuviera un trato especial. Y no fue así. Adentro era el interno Monzón, uno más del montón”, explica hoy un avejentado Fernández, quien no acepta que lo fotografíen.
Tampoco ubica en su memoria ninguna actitud soberbia por parte del ex campeón y femicida. “Nunca se mostró altanero con nosotros. Sólo recuerdo el comentario sobre la comida. Sí se lo notaba impaciente por el hecho de estar preso: siempre había estado en lo más alto de la posición social… Se habló de una celda acondicionada, pero todo fue falso. En ningún momento se podía hacer eso, ni aunque uno quisiera, porque todo el mundo estaba con los ojos puestos ahí. Y nadie se iba a jugar por él ni a pintar las paredes”, dice.
Otra diferencia entre lo que fue real y lo que se vio en la reciente ficción reside en el vínculo que Monzón mantuvo con los otros reclusos. Fernández recalca que en el pabellón de trabajadores, donde estaba alojado el preso más famoso, las celdas eran individuales. “Estaba solo, en su mundo. Le habíamos dado trabajo en la biblioteca: arreglar libros, forrar las tapas… Un poco para aislarlo, porque no queríamos que existiera la posibilidad de que alguno quisiera ser más que Monzón”, señala el ex miembro del Servicio Penitenciario Bonaerense.
Conducta normal y una coincidencia con “Uby”
En la cárcel suele haber enfrentamientos, pero también exageraciones. Esto último ocurre en la serie tipo biopic sobre el santafecino, que actualmente puede verse en Netflix. El “capo” del penal obliga a Monzón –como si se pudiera obligar a algo a un ex campeón mundial de peso mediano– a pelear con otros internos por dinero. Nada más alejado de la verdad, según Fernández.
“Yo diría que los otros presos le mostraban admiración, más que nada. En cualquier lugar que fuera seguía siendo Monzón, no se podía eludir esa situación. Podría haber existido que alguno quisiera hacer justicia por mano propia porque son internos, gente con problemas, pero no ocurrió”, asegura el ex director del penal.
Otro mito que Fernández desmiente es el que indica que una noche el santafecino se emborrachó junto a un grupo de gitanos que estaban detenidos en Batán y habían logrado ingresar a las celdas una botella de whisky: “Todo eso también es mentira… Su conducta era normal, no transgredía ninguna norma. Sí me acuerdo de que en la misma época hubo un motín, pero eso fue en otro pabellón. Nada que ver con él”.
Tampoco existió jamás la chance de una exhibición dentro del penal entre Monzón y “Uby” Sacco, marplatense y ex monarca de los welters que estuvo recluido simultáneamente en la misma cárcel por problemas con las drogas. “Nunca se cruzaron, aunque Batán debe ser la única unidad que tuvo a dos ex campeones mundiales presos al mismo tiempo. Igualmente, el caso de ‘Uby’ pasó desapercibido y no se encontraron porque estaban en distintos pabellones”, subraya Fernández.
Ante la pregunta sobre si alguna vez siquiera lo consultaron a él o a otras autoridades para organizar una pelea entre ambos en el penal, su respuesta es contudente: “Nunca. Eso también fue una fábula”.
Sin visitas íntimas y con muchos familiares
Como era un reconocido mujeriego, durante mucho tiempo se fantaseó también con que Monzón recibía chicas en prisión. Sin embargo, Fernández aporta un dato clave para desechar esa idea: en 1988 recién comenzaban a implementarse las visitas íntimas en las cárceles del país y en el penal de Batán aún no había un espacio físico para esos encuentros. Por ese motivo, el ex campeón mundial y femicida no tuvo acceso a ese flamante programa.
“Sólo lo iban a ver sus familiares, su hija (Silvia)… Los abogados. En esa época estaban empezando a capacitar al personal y adecuando las unidades para las visitas íntimas, pero aún no estaban en vigencia”, aclara el ex penitenciario.
Por aquél entonces, Fernández trabó relación con algunos personajes de la farándula y con diversos periodistas que iban a la cárcel a entrevistar a Monzón. “Inclusive yo aparezco en la serie esta nueva, mostrándole la unidad a Claudio Rígoli”, remarca.
Durante un año y medio, la mayoría de los días fueron especiales. Movidos, atípicos. Tiempo después, en 1989 y una vez terminado el juicio en el que el ex campeón mundial fue condenado por el crimen de Alicia Muñiz, la situación de la cárcel volvió a la normalidad.
Monzón fue enviado a Junín, primero, y luego al penal de Las Flores, en Santa Fe, para que su familia pudiera estar cerca. A Fernández, en tanto, lo trasladaron a Bahía Blanca. “No tengo presente cuándo fue la última vez que lo vi, pero mi recuerdo suyo es bueno; era un interno más”, concluye el ex director penitenciario. También para él todo eso ya quedó atrás.
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