Se trata de un espectáculo de clown para toda la familia con el personaje de Franz como protagonista, un muchachito que vive en el Imperio austrohúngaro.
Franz vive en el Imperio austrohúngaro, en torno a 1914, en un pueblo de campiña, con bosque incluido. Tiene un sueño: participar de una famosa competencia ciclística. Y mastica un enigma: quiere saber de dónde viene. Quizá para remarcar la faceta antigua de la historia, la luz nunca deja de ser sepia. Y la música remite a ese tiempo de entreguerras, a los informativos radiales con líderes peligrosamente déspotas e histriónicos que hablan y dicen horrores.
Este personaje es el protagonista de “El tour de Franz”, obra escrita y actuada por Ezequiel Martín Pérez, dirigida por Gonzalo Brescó y con Mariano Latorre como asistente de dirección.
Encuadrado dentro del teatro clown, el espectáculo subirá a escena este jueves en El Galpón de las Artes (Jujuy 2755, a las 21.30), espacio en el que se presentó durante toda la temporada. En marzo, iniciará una gira por las ciudades de Bragado (el 10 y 11 de marzo) y Balcarce (26 de marzo). En la primera de las ciudades, Pérez también dará un seminario. Y los domingos de marzo a las 19.30 seguirá en el escenario marplatense.
De poquísimos elementos se vale Pérez: una pequeña bicicleta, un pajarito que es el amigo de Franz, un mapa que le sirve de guía y referencia y otros más. Con humor e interacción con el público, la obra va dirigida a toda la familia.
Franz apareció en un seminario de clown que tomó Pérez. “Había que componer personajes diferentes. Franz me despertó un juego de palabras y una idea conceptual que tenía que ver, por un lado, con lo que es la competencia en sí y el concepto de tour, que es un viaje que termina donde empieza, y me llevó a establecer una analogía con la gran competencia de ciclismo; por otro lado, me llevó a pensar en el viaje del héroe, la aventura y el juego de lo simbólico”, contó a LA CAPITAL.
A esos ensayos se sumó la lectura del libro de René Daumal, “El monte análogo”, que le resultó de gran inspiración. Escrito en pandemia, la historia también remite a la vida del propio actor. “En esa época, yo andaba mucho en bicicleta y me parecía un objeto muy interesante para llevarlo a la escena”, agregó.
-¿Está poco abordado el clown?
-No es un género poco abordado; tengo la sensación de que en el ambiente teatral es poco considerado o poco valorado. El clown tiene a veces el estigma del payaso ridículo que solo quiere hacer reír a toda costa y la realidad del clown es mucho más compleja. Creo que la nariz abre la puerta a una sensibilidad e ingenuidad que es difícil de encontrar en otros géneros y permite que público diverso, sean niños o adultos, se identifique con los personajes y las obras desde un lugar más auténtico. El uso de la nariz es una postura política: la disciplina del clown nos invita a ahondar en el universo lúdico.
-¿Por qué decidiste ambientar la historia en el Imperio austrohúngaro?
-Mi compañera de vida es descendiente de húngaros con una historia familiar muy arraigada a la guerra. Esto siempre despertó mi interés. Me pareció interesante trabajar la estética en un tiempo y espacio que, si bien puede ser reconocible por la mayoría, también es desconocido. Y al tratarse de un imperio que ya no existe en la actualidad, lleva a los espectadores a completar mentalmente las imágenes.
-La obra tiene una serie de elementos escenográficos muy pequeños: el globo, el pajarito, el pañuelo, el polvo, la bicicleta. ¿Por qué?
-Cada elemento de la puesta tiene un valor simbólico y es un refuerzo semántico del qué decir de la historia de Franz. El tamaño en consideración con la escala genera en la obra momentos de plena intimidad, porque para que el público pueda apreciarlos se deben presentar en cercanías. Por ejemplo, Coquito, el colibrí que acompaña a Franz en el viaje, refleja algo de la fragilidad vinculada con la historia que ambos comparten.
-Franz se cuestiona sobre su identidad, no sabe exactamente de dónde viene. ¿Es un misterio la identidad?
-Franz cuestiona su identidad porque hay parte de su historia que desconoce. Creo que este tipo de interrogante nos ha atravesado a todos en nuestras vidas, de formas y por motivos diversos, porque tiene que ver con el pulso interno que lleva nuestra construcción como individuos. Cuando hay espacios vacíos, inevitablemente tratamos de encontrarles sentido, en ese proceso, en ese recorrido o tour que es la identidad.