por Constancia Caballero
Actualmente, el trabajo, los hijos, la casa, y otras obligaciones hacen que la lista de tareas sea interminable. Es frecuente encontrar muchos matrimonios que sufren una continua tensión al intentar conciliar la vida laboral y la vida familiar. La falta de tiempo y energía para poder llegar a todo, suele provocar estrés y sentimientos de culpa. No saben por dónde empezar o a qué cosas deben dar más importancia. Y a pesar de los esfuerzos que hacen los esposos, a menudo se sienten derrotados por la vorágine que impone la vida contemporánea, y termina afectando la familia.
Sin embargo, no hay que dejar que el estrés domine nuestra vida, y que la conciliación vida laboral y familiar sea imposible. Esta relación trabajo-familia debe ser considerada en función de un criterio de unidad que lleve a tratar estos dos ámbitos como mutuamente beneficiados. No deberían enfrentarse, pues en realidad se complementan: el ámbito familiar se enriquece con la vida profesional y, a su vez, la vida profesional se llena de sentido y de ilusión desde la perspectiva familiar.
Para llegar a todo conviene ser prácticos y anticipar todo lo posible las labores. La estabilidad de la organización familiar y laboral debe estar basada en las estrategias que planifiquen los cónyuges, con la cual establezcan prioridades y fijen metas en lo que hace al desarrollo profesional y a la familia. Será muy importante para ello, elaborar un proyecto de vida en común que resguarde la unión propia del matrimonio y de la familia. Reflexionar acerca de la importancia de dar el lugar a lo que es verdaderamente importante, sin descuidar las responsabilidades. Y, llegar a un acuerdo de cómo distribuir y realizar las tareas del hogar.
El hogar es el lugar donde el hombre crece, se desarrolla, madura y forma su propia personalidad. El lugar donde puede desplegar y resguardar la propia intimidad. El lugar donde cada uno tiene que volver y quedarse para reponerse, tomar fuerzas y poder después seguir adelante.
Otro factor coadyuvante, para evitar inconvenientes, es el resguardo de la comunicación entre los esposos, favoreciendo el interés de uno y otro por las cuestiones referidas a ambos ámbitos.
En este intento por flexibilizar la relación entre las distintas esferas, la actitud vinculada al descanso también debe ser tenida en cuenta. Generalmente los adultos no disponen de señales de alarma para detectar límites de tolerancia para el descanso. Hay que saber desconectar. Eso no supone no hacer nada, sino hacer algo distinto. Supone buscar y generar momentos de descanso y esparcimiento que favorezcan la convivencia familiar. Una sana vida de familia requiere tanto cantidad de tiempo como calidad en el tiempo, para poder así desarrollar las funciones derivadas de nuestros roles de padres y esposos. Un modo de aprovecharlo es orientar los fines de semana y las vacaciones: un tiempo de “libre disposición”, para cuidar especialmente de nuestro matrimonio y de nuestros hijos, avanzando así en el deseado equilibrio.
Como dice el refrán… Lo que cuesta vale. Lo mejor es apropiarse cuanto antes de la gran energía física y mental que esto supone. El reto del equilibrio radica en saber vivir con coherencia nuestro proyecto familiar. Mantener el equilibrio adecuado entre trabajo y familia supone utilizar bien nuestros recursos.
El amor a los demás nos hace enfocar bien nuestra vida y darnos cuenta de lo positivo de nuestra situación: si tenemos que conciliar un trabajo exigente con una familia es que somos muy afortunados.
(*): Licenciada. Profesora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.