Es una de las pocas fotos que se conocen de Eva Duarte en Mar del Plata. Data de 1942. Perteneció a la dueña de una pensión que también tiraba las cartas y se jactaba de haberle augurado "que se casaría con alguien poderoso" dos años antes de conocer a Perón. Se suman a la historia un árbitro de fútbol y un inesperado testimonio desde París.
Eva Perón y la actriz Mercedes Gispert posando en Playa Bristol en 1942. Ambas le dedicaron la foto a la dueña de la pensión donde se hospedaron.
por Gustavo Visciarelli
En 1942, Eva Duarte se fotografió en Playa Bristol, tal como lo hacían miles de turistas que cumplían el sueño de visitar Mar del Plata. Faltaban dos años para que conociera al entonces coronel Juan Domingo Perón y no era una actriz rutilante pero sí conocida. En cine y teatro había desempeñado papeles secundarios, mientras que la radionovela le ofrecía más trascendencia. Tenía entre 22 y 23 años y moriría una década después.
La foto lleva el logotipo de Aris, firma que funcionaba en el local 47 de la flamante rambla. El fotógrafo -con los pies en el agua- obvió el Hotel Provincial, sin duda porque estaba en construcción, pero no casualmente usó como fondo el Casino, que cumplía tres años e impactaba en todo el país como un monumental emblema marplatense.
Desconocemos si la foto fue tomada en los primeros meses de 1942 o quizás en diciembre, cuando el año expiraba.
Ese período -como se verá- es significativo en la biografía de la actriz. Sí sabemos que la joven que la acompaña en la foto fue una figura presente en aquel tramo de su vida.
A principios de 1942, Eva Duarte fue contratada como cabeza de compañía de un radioteatro auspiciado por Jabón Radical en Radio El Mundo. Para algunos historiadores, ese fue el fin del camino de penurias que inició en 1935, cuando dejó Los Toldos y llegó a Buenos Aires con el sueño de ser actriz.
Otras biografías ubican tal transición en octubre de 1943, cuando protagonizó en Radio Belgrano un importante ciclo sobre heroínas mundiales. En esos días el coronel Juan Domingo Perón -quizás menos conocido que Eva- se hacía cargo del Departamento Nacional de Trabajo, donde iniciaría su meteórica carrera política.
Al pie de la foto que se tomó en Mar del Plata, la futura primera dama escribió “Para la simpática Mecha, cordialmente” y empleando el diminutivo que la identificaba artísticamente, firmó “Evita Duarte”. Debajo, hizo lo propio la joven que posó junto a ella: Mercedes Gispert, que también era actriz.
Es claro que “Mecha” -en realidad, Mercedes Souto– supo valorar aquella foto autografiada por dos jóvenes artistas que solían aparecer en las revistas de la época. Es así que la atesoró.
Mercedes Souto (“Mecha”) conservó durante toda su vida la foto que le autografió Eva Duarte cuando se alojó en su pensión dos años antes de conocer a Perón.
¿Quién era Mercedes Souto o “Mecha”? Una hacendosa gallega de 38 años que sabía ganarse la vida “tirando cartas” y regenteando el informal hospedaje donde se alojaron Eva Duarte y Mercedes Gispert.
En esos tiempos, un niño de 9 o 10 años salía a promocionar la pensión repartiendo papelitos entre las personas que llegaban a la ciudad.
Las biografías artísticas de Duarte no la ubican en esta ciudad, pero una de ellas revela que en 1942 Eva ya padecía problemas de salud y tuvo que afrontar intervenciones médicas y un período de descanso.
En su libro “Eva Duarte, más allá de tanta pena”, el historiador cinematográfico César Maranghello detalla que desde enero de 1942 protagonizó el mencionado radioteatro en Radio El Mundo. Gispert era una de las integrantes del elenco.
Durante el año realizó diversas actividades artísticas, incluyendo una gira teatral que entre septiembre y diciembre la llevó a Luján, Mercedes, Arrecifes, Bolívar y Junín.
Luego, emerge un dato significativo: la semana posterior al 6 de diciembre fue hospitalizada en el Sanatorio Miroli-Otamendi por anemia ferropénica y recibió transfusiones sanguíneas. En ese trance fue acompañada por Gispert.
Tras recibir el alta se fue a descansar a La Plata y estuvo alojada en una pensión, a pocas cuadras de la estación del ferrocarril. De este tramado de circunstancias surge una pregunta: ¿ese período de descanso de diciembre de 1942 pudo haberse extendido a Mar del Plata?
En manos de “Mecha” Souto, aquella foto se resignificó tanto como la historia del país. Perón y Eva Duarte se conocieron en el verano de 1944 durante la campaña solidaria que el ascendente coronel organizó tras el terremoto de San Juan. Vendrían luego el 17 de octubre de 1945, la llegada de Perón a la presidencia en 1946, el inmenso crecimiento político de Eva Duarte, su muerte prematura en julio de 1952 y los bombardeos de Plaza de Mayo -junio de 1955- y del puerto de Mar del Plata -septiembre del mismo año- que marcaron el derrocamiento y exilio de Perón.
Mecha falleció en 1976, dejando como única familia a un sobrino entrañable que, al recoger las pertenencias de su tía, encontró dentro de “una carterita”, junto a otras fotos, la de Eva Duarte.
El sobrino se llamaba Manuel Enrique Velarde, un culto profesor de inglés que se inició en el arbitraje de fútbol a los 26 años y pronto obtuvo el escudo FIFA. La historiografía futbolística suele anclar su carrera en la polémica tarde del 24 de noviembre de 1963 en la Doble Visera, donde San Lorenzo se dejó golear 9 a 1 por Independiente, que se consagró campeón.
En el centro, Manuel Velarde en la previa de un Chacarita-Boca en 1961. El árbitro fue un eslabón importante en la historia de la foto de Eva Perón.
En marzo de 2021, cuando falleció a los 87 años, la Asociación Argentina de Árbitros lo despidió con un “Hasta siempre, profesor” y reivindicó su trayectoria como “emblemático representante del referato argentino” y, posteriormente, como jefe del Cuerpo de Veedores de AFA y profesor en la Escuela de Árbitros de la Casa Mayor del Fútbol Argentino.
Velarde era aquel niño que repartía papelitos para promocionar la pensión de su tía Mecha.
Alicia Menéndez de Velarde, viuda del exárbitro, vive en Buenos Aires pero tiene una fuerte conexión con Mar del Plata. Amable y objetiva, aporta cuanto puede sobre la historia de la foto, ubicándose como una testigo tangencial. “El que sabía todo era mi marido”, aclara.
Gracias a su relato, podemos saber que “Mecha” Souto nació en Galicia en 1904 y arribó a Argentina en la década del 30. Estuvo casada, tuvo un hijo que murió cuando era pequeño y llegó a Mar del Plata, probablemente sola.
“Era divina y todo el mundo la quería . Alquilaba casas con varias habitaciones y allí ofrecía servicios de pensión. Trabajaba a “cama caliente”, tenía muchos clientes: estudiantes, viajantes de comercio, choferes de micros, turistas…”, asegura Alicia.
La pensión de Mecha no figura en ningún registro porque se trataba de un emprendimiento informal que ganaba clientes con el “boca a boca” o con un ingenioso método publicitario.
“Para mi marido, su tía era como una madre. Siendo niño, pasaba las temporadas en Mar del Plata y vivía con ella. Incluso salía a repartir papelitos con los datos de la pensión para atraer clientes. Lo hacía en plaza San Martín”, narra Alicia.
¿Por qué ese lugar? Mar del Plata no tenía terminal de ómnibus y los micros de El Cóndor paraban en Diagonal Pueyrredon y San Martín, de modo que el niño le entregaba aquellos papelitos a las personas que ponían pie en la ciudad.
Los recuerdos de Alicia no alcanzan para ubicar a ciencia cierta el sitio dónde funcionó la pensión. Afirma con toda seguridad que estaba en Rivadavia al 3100, entre Independencia y Catamarca, en la mano de los números impares, es decir, en la misma mano que la firma Cabrales.
“Cuando voy a Mar del Plata paso por ahí. Podría ser una casa antigua, de dos plantas, que todavía está, y donde hoy funciona una casa de ropas (se refiere a Rivadavia 3131), pero no puedo asegurarlo. Recuerdo que tenía un pasillo y una escalera“, relata Alicia.
Con el tiempo, Mecha alquiló un departamento en el microcentro pero siguió explotando varios años su informal pero exitoso hospedaje.
Alicia acompañó a su marido Manuel cuando en 1976 vinieron a recoger las pertenencias de Mecha y encontraron la foto de Eva Duarte dentro de “una carterita”. El hallazgo no los sorprendió. La pensionista gallega solía mostrarla, acompañando la exhibición con diversos comentarios.
“Mecha, que también se ganaba la vida tirando las cartas, siempre decía que se las tiró a Eva Duarte; y que le anunció que se casaría con alguien poderoso. Le aclaro que yo no creo en esas cosas. Se lo comento porque es lo que ella decía”, afirma Matilde en tono risueño.
Otro de los comentarios que hacía Mecha nos lleva a un terreno difuso: ¿cuántas veces estuvo Eva Duarte en Mar del Plata? Hay registros de una visita oficial el 14 de octubre de 1948 y abundan versiones sobre otras que habría realizado en sus tiempos de actriz o de primera dama. Y hasta se dice que tuvo aquí una casa.
Seis años después de alojarse en una pensión céntrica, Eva Duarte de Perón regresó a Mar del Plata y, como primera dama, dio un discurso ante una multitud desde el balcón de la Municipalidad.
Alicia, siempre en su postura de testigo imparcial, comenta: “Mecha siempre repetía que pudo haberle pedido mucho a Eva Perón, pero que nunca le pidió nada. Y decía que Eva volvió a visitarla en alguna oportunidad“.
En 2021, Alicia le envió la foto por WhatsApp a una amiga (Marisa) que admira a Eva Duarte. Marisa se la mostró a un amigo que comparte esa admiración: Francisco González Taboas, un naturalista que trabaja en la ONG Aves Argentinas.
Francisco -que fue un nexo clave para reconstruir esta historia- la publicó en su cuenta de Twitter, previa autorización de Alicia.
Como un mensaje de náufrago en el mar de las redes sociales, la foto encontró en París a un receptor inesperado. En 2023, Francisco Taborda recibió un mensaje de Eduardo Cue, hijo de Mercedes Gispert, aquella joven que posó junto a Eva en Mar del Plata.
Eduardo Cue es periodista y está radicado en París. Nació en México, se crió en Nueva York, y entre 1986 y 1987 fue corresponsal del Times de Londres en Argentina.
“Mi madre encontró a mi padre en Nueva York en los años cuarenta. Cuando se conocieron ella estaba visitando Nueva York tras una gira por Latinoamérica con la compañía de Gloria Guzmán y Juan Carlos Thorry. Ella me contó que regresó a Buenos Aires pero que al año siguiente, tras otra gira con la compañía teatral, volvió a Nueva York donde lo volvió a encontrar y entonces regresó con él a México”, comenta Cue.
Mercedes Gispert “dejó el mundo del teatro y del cine por completo, casi nunca hablaba de sus experiencias (por lo menos conmigo) y aparentemente cerró la puerta a esa parte de su vida. Pero mantuvo amistades toda su vida con actrices de su época, entre ellas, Lucy Gallardo (la cual yo conocí muy bien) y su marido Enrique Rambal”.
“Lo que es cierto -recuerda Cue- es que siempre mantuvo un gran interés por el teatro y siempre asistía a espectáculos en Broadway. Con mi hermana nos mudamos a Nueva York cuando yo era niño. Ahí crecí, pero mi madre iba y venía a México, donde permaneció mi padre, Lorenzo Cue, un español hombre de negocios”, que falleció en 1970.
Mercedes Gispert, quien mantuvo un vínculo estrecho con su familia en Argentina, a la que visitaba con frecuencia, falleció el 24 de marzo de 2004 en ciudad de México.
“Con relación a Eva Duarte, mi madre hablaba muy poco. Lo único que sé es que contaba que era una niña “enfermiza”. Parece que Eva iba a comer con frecuencia a la casa de mis abuelos. Ella conoció a la familia de mi madre, a sus padres, hermanos y hermanas. Nunca me contó que estaban en la radio juntas, que salían a divertirse juntas, y que fueron a Mar del Plata. Pero cuando salió el musical “Evita” en Broadway lo fue a ver muchas veces, una vez conmigo”, recuerda Cue.
“La verdad – añade- es que yo tampoco pregunté mucho, viviendo en colegios internos muy lejos de Buenos Aires. Lo poco que conozco lo he aprendido haciendo investigaciones para un libro de mis memorias de niñez que estoy escribiendo”.
Para contextualizar el párrafo final debemos recordar que los fotógrafos de playa hacían varias copias a demanda del cliente y luego las entregaban a domicilio. Hasta ahora sabíamos que una copia autografiada quedó en manos de “Mecha” Souto. Ahora sabemos que hay otra en París. “La tengo yo pero no está firmada”, dice Eduardo Cue. Y agrega: “Mi madre siempre la guardó en un joyero”.