Es la nueva obra de Federico Polleri. Se trata de un ensayo sobre el ser varones, contado a través de los testimonios de vida de los protagonistas: un grupo de ocho actores que se reunió durante un año para pensar sobre cuestiones de su propio género.
Durante un año, los actores Santiago Maisonnave, Gonzalo Brescó Churio, Pablo Guzzo, Alejandro Arcuri, Martín Cittadino, Gabriel Celaya y Federico Polleri se reunieron para charlar y pensar en los modos de ejercer su propia masculinidad, atravesados siempre por el clamor feminista que se escuchaba en las calles.
“Compartimos nuestras historias personales, la manera de habitar nuestro género, buscamos identificar mandatos, privilegios y padecimientos comunes”, contó Polleri, el anfitrión de los encuentros y quien tomó nota de cada dato que se desprendía de las charlas.
Con ese material, elaboró “Exodo”, una obra de teatro que se estrenará este sábado a las 21,30 en El Club del Teatro (Rivadavia 3422) y que también podrá verse el 13 y el 14 en esa misma sala. Luego, en verano, será parte de la programación y subirá a escena todos los martes de enero.
Lejos de poder encasillarla en una obra convencional, “Éxodo se inscribe dentro del llamado ‘teatro de lo real'”, apuntó el director y autor. “No se trata de una ficción, sino de teatro documental. No hay personajes, no hay una sola historia. Es un ensayo sobre la masculinidad a partir de testimonios de vida narrados por sus protagonistas”, agregó Polleri, quien es también director y autor de “Ensayo sobre el miedo”.
Con coreografías y asistencia de dirección a cargo de Paola Belfiore, la pieza teatral se terminó de aceitar en una residencia de creación artística en Cuba, a la que fue seleccionado Polleri, en el marco de la XIII Bienal de Arte de La Habana, realizada en abril de 2019. “Allá me fui con más de cuarenta horas de grabación de nuestras reuniones”.
-¿Cómo fue trabajar con este grupo de actores?
-Fue una experiencia maravillosa, son personas y artistas de un talento y una sensibilidad increíbles. Además, por sus características, lo vincular era algo particularmente importante en este proyecto. Con la mayoría no habíamos hecho nada juntos y, a pesar de eso, la entrega fue total. Cuando los convoqué, les dije que no podía garantizarles el resultado final. Pero que los invitaba a que nos juntásemos a repensarnos juntos, a cuestionarnos y a intentar iniciar un proceso de autoconciencia colectivo. Aceptaron hacerlo y todos me dijeron que, aunque no hiciésemos la obra, haber generado ese espacio ya valía la pena.
-¿Qué encontraste en Cuba?
-El viaje a Cuba me dio la oportunidad de compartir cerca de un mes con artistas de La Habana, Bogotá, México, Barcelona, Galicia, Berlín… fue fundamental para comprender la dimensión universal del tema y el carácter global de los mandatos de masculinidad. Volví con la estructura de la dramaturgia planteada y gran parte de la obra escrita.
-¿Pensarían los varones su masculinidad si antes las mujeres no se hubieran hecho oír en las calles?
-Creo que fueron las feministas negras las que plantearon aquello de que los privilegios son invisibles para quienes los tienen. Yo estoy seguro de que los hombres nunca nos hubiésemos puesto a pensar la masculinidad si no fuese por los revolcones que nos está dando la revolución feminista. De hecho, Éxodo nació de la interpelación de una mujer. La génesis es interesante: yo estaba trabajando en la adaptación de un clásico, pensando incorporarle “perspectiva de género”. Pero mi compañera, una mujer feminista, me hizo notar que me estaba ubicando en el lugar del varón que interpreta la desigualdad de la mujer en la sociedad, como quién mira el problema desde afuera y lo señala. La pregunta que ella me hacía es cuándo vamos a empezar a invertir esa lógica. Algo así como: “Dejá, que de la liberación de las mujeres nos estamos ocupando nosotras. ¿Por qué mejor no piensan en ustedes y su rol en todo esto?”. Superadas las resistencias que siempre oponemos cuando nos interpelan, me resultó un desafío interesante. Entonces abandoné aquel proyecto y ahí fue que convoqué al grupo con esta propuesta.
-¿Por dónde empezaron a cuestionar la masculinidad, por cuál aspecto?
-En cada encuentro les proponía una consigna que nos invitaba a pensar un tema y a recolectar de nuestras memorias historias y anécdotas personales. También sugería compartir fotos, videos u objetos que acompañen las historias. En el primer encuentro hablamos sobre cómo fue que nos convertimos en hombres, espejando la tesis de Simone de Beauvoir que dice: “Mujer no se nace, sino que se llega a serlo”. La pregunta era ¿cómo fue que llegamos a ser varones? ¿quiénes y cómo aportaron a eso? En el segundo encuentro, tomando una tesis de Rita Segato, pensamos cuáles fueron los “tributos de masculinidad” que tuvimos que ofrecer para ingresar a la “cofradía masculina”, y cuáles para revalidar nuestra pertenencia a ella. El tema de los tributos acompañó todos los encuentros en donde, además, rastreamos en nuestras historias personales temas como violencia, sexualidad, privilegios, amor romántico, paternidad, pareja, entre muchos otros.
-¿Por qué “éxodo,” acaso varones que van hacia una tierra prometida o que dejan una tierra prometida?
-Me gustó el concepto por muchas razones. Éxodo quiere decir “salida”, y a diferencia del exilio, es una acción colectiva (considero que de esta situación salimos colectivamente o no salimos). La idea de la deconstrucción individual, aún la bien intencionada, muchas veces corre el riesgo de terminar en pose. Creo que necesitamos acompañamiento y ayuda para sortear nuestras propias resistencias y autoengaños. En esto también hay que aprender de la experiencia histórica de las mujeres, de lo importantes que fueron y siguen siendo los círculos de autoconciencia, que fueron dándoles eso que hoy la academia llama “agenciamiento”. Y por último, ahora que traés la referencia bíblica, yo no vengo de una tradición creyente, pero me parece interesante la interpretación que algunos teólogos populares hacen del éxodo bíblico: dicen que lo que enseña esa historia es que los pueblos se fundan en el proceso mismo de su liberación. En cualquier caso, la idea de salida colectiva hacia formas de vida más libres y menos opresivas, son resonancias interesantes para nuestro éxodo.
-¿De qué manera están implicadas las mujeres en esta historia?
-Yo creo que son una voz permanente, que nos interpeló desde el inicio y de cuya experiencia histórica intentamos aprender. Pero es bueno aclarar que esta obra no se centra en la situación de las mujeres, porque no buscamos tomar su palabra. En esta obra queremos reflexionar sobre los hombres, sobre nosotros. Y, en todo caso, sobre el rol que jugamos en un orden social jerárquico y desigual como el nuestro.
-Parece que venís pensando en tu propia masculinidad desde hace tiempo, incluso hiciste pública tu decisión de someterte a una vasectomía. ¿Qué cosas empezaron a no gustarte de tu sentido de varón?
-Muchísimas. Cuando uno empieza a desnaturalizar algunos de los cimientos sobre los que construimos nuestra masculinidad hay un clic interno que hace tambalear todo. Y entonces muchas cosas empiezan a hacer ruido. La primera paradoja a la que nos enfrentamos es que, si bien el mandato nos dice que nuestro género es el de la fortaleza, a poco de escarbar descubrimos una fragilidad y un patetismo absoluto. En Revista Ajo escribí dos artículos en los que abordé al tema de la masculinidad. Una crónica sobre mi vasectomía y un ensayo anterior llamado “Mundo Porno”, que proponía pensar críticamente a la pornografía dominante que, plagada de mitos sexuales y violencias de todo tipo, constituye la principal fuente de educación sexual de los varones.