En "La historia del ruido", el periodista y escritor Agustín Marangoni sigue apostando a la brevedad, aunque los microrrelatos permiten conectarse y formar una novela.
por Paola Galano
@paolagalano
“Hacía calor en pleno invierno”. En el arranque de “La historia del ruido”, esas pocas palabras alcanzan para plantear una mundo extraño o, al menos, para señalar que el mundo -ese mundo- no se ajusta a la normalidad de siempre. Con esa oración como disparador, Agustín Marangoni pone primera y no para. Siempre con el microrrelato como bandera de su escritura, en su nuevo libro enhebra historias y situaciones cortas que pueden leerse de manera aislada o también admiten conexión.
Si se elige conectarlas -y esa la invitación del autor, claro-, lo que aparece narrado es esa cualidad del tiempo tan familiar: la simultaneidad. Lo que pasa acá, lo que pasa allá, el mientras tanto y el efecto dominó. Esto pasa porque, antes, pasó aquello otro. Y las situaciones se van sucediendo como si estuvieran tejidas por el mismo hilo. Aunque el hilo vaya cambiando de colores, de registros y de géneros.
Marangoni tiene acostumbrados a sus lectores a las historias que se mueven al borde de los experimentos narrativos. Ya lo hizo en “Nadie escuchó el último secreto”, en el que se fijó como “microrrelator” y, antes, con “Gutiérrez”, en el que contó la vida de ese solitario ser que amaba comer manzanas. Ahora regresa con una novela corta que editó el sello chileno Sherezade y que ayer sábado se presentó en sociedad para los lectores marplatenses: a la Argentina llegó una tirada limitada.
“El eje narrativo es la casualidad”, dice. “Es el cruce entre el azar y las infinitas voluntades que en su combinación mantienen en movimiento a la sociedad. También al universo. Depende la escala donde hagamos la lectura”, sigue Marangoni, quien también es periodista.
– Si dijera que La historia del ruido enlaza situaciones, desde un pelotazo en el jardín del vecino a la vida en un extraño planeta y todo lo que puede pasar en el medio, ¿qué dirías?
– En su lectura lineal, la trama es tal cual lo que estás describiendo. La historia del ruido enlaza situaciones que desencadenan escenarios diversos. Se ramifican, se expanden. De los múltiples caminos que puede tomar una secuencia, esta novela elige uno y avanza. Así sucesivamente hasta alcanzar la galaxia de la ciencia ficción. El eje narrativo es la casualidad. Es el cruce entre el azar y las infinitas voluntades que en su combinación mantienen en movimiento a la sociedad. También al universo. Depende la escala donde hagamos la lectura.
– Hay algunas ideas que se desprenden de la lectura: la transversalidad y la simultaneidad. Hacés un corte transversal, no temporal, de cada una de las historias, al tiempo que contás el mientras tanto y el efecto o las consecuencias de cada situación. ¿Coincidís?
– Coincido. Aunque también hay temporalidad. La novela avanza cronológicamente hasta los últimos capítulos, donde pasa lo que pasa. Hay un intento de juego lógico. El desafío del libro fue manipular alguna que otra idea compleja relacionada al tiempo, al espacio y a la configuración de la realidad pero sin caer en el conceptos herméticos e inentendibles. Busqué una historia lineal y no lineal al mismo tiempo, siempre accesible a cualquier lector o lectora. Vaya uno a saber si lo conseguí.
– ¿Cómo nació La historia del ruido?
– Estaba de viaje. Me mandaron un mail de la editorial chilena Sherezade para ofrecerme editar un libro nuevo allá. Me pedían otro de microrrelatos, como mi libro anterior, Nadie escuchó el último secreto. Me era imposible escribir una obra así en los plazos que me pedían, así que pensé otra opción, dentro de la micronarración, que me permitiera trabajar con otros tiempos y otro concepto. Así se me ocurrió la estructura y la idea original. Dónde empezaría y dónde terminaría. Pero claro, como toda idea, hacía falta el proceso. Las ideas pueden ser interesantes en la teoría, pero cuando comienzan a tomar forma se destruyen, se anulan, pierden fuerza. Me esforcé por sostenerla. Me di cuenta de que la clave de un libro así estaba en la sencillez y, como toda obra de micronarración, en la síntesis. Así fui avanzando, tomando nota de cada capítulo y dibujando en un pizarrón un árbol conceptual con diferentes escenarios para continuarlos. Así uno tras otro. Por supuesto que nada de lo que había escrito y pensado en primera instancia sobrevivió a este trabajo. Lo cual, creo, siempre es una buena señal.
– ¿Cómo te las ingeniaste para escribir un libro de ficción en el que no hubiera un protagonista? Si fuera una película hablaríamos de historia coral, al estilo de González Iñarritu en Babel…
– No hay un protagonista principal, pero hay personajes, muchos y necesarios. La lógica de la micronarración no permite desarrollar personajes en profundidad como sí permite una novela o un cuento tradicional. La historia del ruido es una historial coral, claro. De fragmentos breves.
– Escuelas que se inundan por la lluvia, manifestantes reprimidos por gases lacrimógenos, ¿cuánto de la realidad, de la actualidad periodística, se metió en este libro?
– Hay escenas de la realidad, como en cualquier ficción. Son pequeñas pinceladas que creo necesarias para trabajar el verosímil de la historia. Me gusta que haya un anclaje, aunque sea mínimo, en la realidad de todos los días. Decisiones narrativas, nada más.
– Aunque también aparecen elementos como el humor, el absurdo, la ciencia ficción, pasás por varios registros ¿con qué idea? ¿tal vez con la idea de narrar que caben muchos mundos en este mismo mundo?
– Traté de incluir la mayor variedad de escenas y distintos géneros literarios. Todos los que pude. Fue una búsqueda premeditada, pero sin forzar estructuras. Si lograba dialogar orgánicamente con la historia integral, quedaba. Si había que mostrar las hilachas, no. No me gustan las obras pretenciosas, esas que intentan coquetear con mil cosas y a fin de cuentas sólo exhiben dificultades, situaciones trabadas o nudos complejísimos. Me gusta que mis textos sean, ante todo, dinámicos. Estamos en una época donde un libro no se puede dar el lujo de ser aburrido. Yo no sé si lo logro, pero lo intento.
– Aunque parece que defendés el microrrelato de a poco vas metiéndote en una historia más larga, pero a la vez no, coqueteás con la novela convencional pero sin dejar de proponer la brevedad como marca de tu escritura, ¿por qué?
– Es lo que me sale hacer ahora. Pienso mis obras literarias en base a ideas que se resuelven de forma sintética. Me planteé muchas veces esto, lo puse en duda, me cuestioné. Pero decidí no pelearme conmigo mismo. Es lo que quiero hacer ahora. Este estilo de literatura me gusta, me hace sentir bien, me plantea un desafío y un territorio creativo. Cuando escribo crónicas periodísticas puedo extenderme en una prosa más convencional. Cuando escribo ficción mi programación mental me lleva por otro lado. Tal vez algún día se me pase. Por el momento, lo dejo ser. No tengo apuro.
– ¿Cómo escuchás el futuro, como te suena el futuro?
– Si pudiésemos viajar mil años hacia el futuro, a la velocidad en que cambian las cosas, cuando bajemos de esa máquina del tiempo y pisemos una ciudad sólo escucharíamos un acople, un ruido ininteligible. Y veríamos una luz que nos encandilaría. Como la caverna de Platón. Nuestros paradigmas se están quebrando, tanto a nivel perceptivo como intelectual y analítico. Borges decía que nuestra imaginación es limitada en materia de monstruos. A como viene la humanidad, creo nuestra imaginación es limitada en materia de pensar el futuro. Todo es posible. Y no hay forma de frenarlo.
– ¿El libro lo editaste por medio del crowdfunding?
– No. Lo editó la editorial y lo distribuyó en Chile. A la Argentina llega en una tirada limitada, que sólo se conseguirá el día de la presentación. Son los que hay y no habrá más. Tienen exclusividad de venta allá. Que se consiga en Mar del Plata es una excepción.