El insólito caso sucedió en pleno centro de la ciudad. La mujer de 29 años le compró huevos con un billete falso. Pero buscó refugio en la comisaría primera.
El hombre de 56 años vendía huevos de pascua caseros por el centro de la ciudad. Ofrecía buen precio y la venta era aceptable. Por eso no le extrañó que una mujer, de 29 años, le quisiera comprar algunos, pero le llamó la atención que le pagara con un billete de 1.000 pesos. El vendedor le devolvió 820 pesos y la mujer salió presurosa.
El apuro tenía una razón: el billete de 1.000 era más falso que moneda de 6 pesos y el hombre empezó a perseguir a la estafadora que intentó huir del asedio. Pero el esfuerzo por ganar dinero por las buenas, de fabricar los huevos y venderlos para hacerse de unos pesos, sumado a la natural indignación por sentirse timado, hizo que el hombre no cesara en exigir la devolución. De los huevos y del dinero.
La mujer, al verse hostigada, tomó una decisión audaz: se dirigió a la comisaría primera y a los gritos, enarbolando banderas ajenas de violencia de género, pidió ayuda. Quería que la protegieran del perseguidor, del acosador que aún no había ingresado a la sede policial de la avenida Independencia.
Cuando a los pocos segundos segundos entró el vendedor, dio la explicación que tenía que dar y pidió que revisaran a la mujer: “tiene que tener 820 pesos y mis huevos”. Repuestos de la primera impresión, los policías pidieron a la mujer que dijera si eso era cierto a lo que, en un principio se negó, pero luego no tuvo más salida.
El vendedor entregó el billete de 1.000 pesos y, tras las diligencias de rutina, se retiró. La mujer, en cambio, fue notificada de la formación de una causa por el delito de “tentativa de estafa”.