Leo Gutiérrez anticipa el final de su extraordinaria carrera.
Por Sebastián Arana
Publicado el 29/06/2016
¿Quién lo hubiera dicho? Hace una década, cuando sus “picantes” duelos con los hinchas “milrayitas” estaban en un punto álgido nadie en sus cabales podía sostener que Leonardo Gutiérrez iba a jugar ocho temporadas consecutivas en Peñarol. “Mi lugar es acá -sostiene hoy convencido el protagonista de esta historia- . Lo sabe mi familia y lo saben los dirigentes. Aunque me digan que no tengo lugar, si yo quiero jugar un año más, lo haría gratis”.
El cordobés eligió Mar del Plata y Peñarol como “su lugar” en el mundo. Y hace algunas semanas acordó con Domingo Robles jugar su octavo certamen con el club de Santiago del Estero y Garay.
Será muy especial para el basquetbolista más ganador, con diez títulos, en la historia de la Liga Nacional de Básquetbol.
“En un noventa por ciento, esta puede ser mi última temporada. El otro diez por ciento pasa por el físico y las ganas de seguir jugando. Sobre todo, el físico”, adelantó en una larga charla con LA CAPITAL.
No se trata de una decisión apresurada. Leo ya tiene alguna idea de lo que hará cuando resuelva colgar las zapatillas. Y anticipó el entrenador que viene. “Empezaría como asistente para poder aprender”, dijo, durante el diálogo que sigue, quien dentro de la cancha parece poseer todos los saberes (…)
-Del equipo al que llegaste en 2009, seguís vos y habrá que ver qué ocurre con Alejandro Diez. ¿Se va cerrando un ciclo?
-Yo elegí quedarme y terminar mi carrera en Peñarol. Mi lugar es acá. Lo sabe mi familia y lo saben los dirigentes. Aunque me digan que no tengo lugar, si yo quiero jugar un año más, lo haría gratis. Elegí vivir acá y ser parte de este club. Aunque, es cierto, también Peñarol me eligió. Fue todo medio loco. Nunca pensé que me iba a pasar esto. Me enamoré. Cada jugador tiene sus etapas y los clubes también las tienen. Yo creo que cuando se fue Facundo Campazzo se cerró un ciclo muy exitoso, de muchos títulos. Ahí se desarmó una base que le dio muchas cosas a Peñarol.
-¿Y no te molestó quedarte a pelearla?
-Nunca me va a molestar pelear por Peñarol. Ni dentro de la cancha, ni afuera, ni como hincha. Siempre le voy a ser leal. Por trabajo o por sentimiento, como sea. Siempre voy a trabajar para que Peñarol sea un equipo ganador y líder de la competencia.
-¿Tuviste ofertas para irte?
-Sí, pero ni las analicé. También me las hicieron llegar después de que tomé la decisión de quedarme. Mi representante me las pasó después de la reunión que tuve con Domingo para arreglar que seguía. Hubo un interés de Libertad de Sunchales y otro de Obras. En Libertad tengo un amigo como el “Gringo” Pelussi y no me pareció bien manosear la situación. Por él y por su club, al que respeto mucho. No estaba bien pedirle que me pase una oferta, cuando yo sabía que me iba a quedar.
-¿Qué te cerró de Peñarol? Porque pasaste años muy buenos, pero después vinieron un par de temporadas sin logros y tu cariño hacia el club parece seguir aumentando…
-La gente, que me enseño su pasión, por un lado. Por otro, la amistad que forjé con los dirigentes. Son dirigentes, pero yo los considero como una familia. A Domingo, a Alfredo Miño, a Jorge Muzzio…Aprecio mucho la confianza que siempre me tuvieron y las cosas que hicieron por mí. Ellos me trataron como si hubiera nacido en el club. Me abrieron su corazón y eso me hizo querer mucho a Peñarol, a esta camiseta.
-¿Cuánto tiempo más pensás jugar? ¿Imaginás un límite para tu carrera o jugaras mientras te sientas bien para hacerlo?
-Una temporada más. Es lo que tengo pensado. En un noventa por ciento, esta puede ser mi última temporada. El otro diez por ciento pasa por el físico y las ganas de seguir jugando. Sobre todo, el físico. Porque siempre tuve ganas de jugar y pienso que las tendré hasta el día que me muera. No quisiera faltarle el respeto al básquetbol permaneciendo en una cancha sin poder hacer cosas. Yo quiero jugar hasta el máximo de mis posibilidades, hacerlo bien, tener una buena temporada y no romper nada que esté sano. Quiero conservar intacto todo lo bueno que me dio el básquetbol. No me parece bien jugar hasta los 44 o 45 años (…) Ya tengo mis ideas para cuándo deje de jugar. Sé para dónde voy a disparar. Ya voy preparando mi retiro.
-¿Qué ideas tenés?
-Muchas. Una de ellas es la de ser entrenador. Primero sería asistente de otro para poder aprender. Creo que seguimos aprendiendo día a día. Yo lo hice muchísimo de todos los entrenadores que tuve. De Horacio Segui, de Rubén Magnano, tuve muchos que me enseñaron un montón de cosas. Creo que incorporé todas esas cosas y que me van a ayudar, que las voy a poner en práctica. Pero pienso que empezar como asistente me va a servir para después de dar el salto.
-Es bueno lo que decís de seguir aprendiendo. ¿En algún momento pensaste que te las sabías todas?
-Sé para dónde tengo que arrancar adentro de la cancha. Pero no sé qué pasa cuando estás afuera. Considero que eso se aprende y me gustaría hacerlo. Tomarme mi tiempo para tener claro también para qué lado arrancar cuando me toque dirigir a mi equipo. No es lo mismo correr a la par de los otros jugadores que resolver desde afuera. No me las sé todas, nunca me las supe todas. Sigo aprendiendo mientras juego. Pienso que todos los entrenadores lo hacen día a día y año a año. El que piensa que se las sabe todas porque es exitoso o fue exitoso, está confundido. Termina siendo puesto en su lugar por el propio deporte.
-Vos sos un competidor exigente con vos mismo, exigente también para con tus compañeros. ¿Te imaginás tan exigente como entrenador?
-Sí, soy muy de los detalles. Cuando entreno, cuando juego. Me siento con mis compañeros a buscar el detalle de cada jugada o cada defensa. Me gusta que las cosas salgan como las planifica el entrenador. Aplicarme a ellas para ver si fueron buenas decisiones o no. Porque si hacés las cosas a medias, nunca tenés muy claro si las hiciste bien o mal. Sería bastante “rompebolas”.