por Juan Pablo Neyret
El cronista sugiere a quienes creen en la timba (y a los que no) que hoy pongan su fe en la quiniela y le/se jueguen al 66 a la cabeza. El motivo no es nada menor: este mismo jueves 10 de marzo de 2016 cumpliría (el cronista prefiere decir: cumple) 66 años Norberto Aníbal Napolitano, nativo de La Paternal, para sus admiradores —que se estima han de ser todos los que aman la buena música, esa que se toca con calidad y motor de pasión—, Pappo.
Aunque no hay momento determinado para que llegue la huesuda (“cuando te toca, te toca”), el cronista no dejará de proclamar que el hombre, el violero, el fana de los fierros, se fue demasiado temprano. Hace muy pocos días, el 25 de febrero, se cumplieron (ya; ¡ya!) 11 años desde que, apenas a sus 55, derrapara y cayera injustamente de su Harley Davidson en Luján pero sin Virgen que se apiadara. Lo último que hizo antes de encarar la ruta fue comer un argentinísimo (tanto como él) asado en una parrilla al paso. Con un buen tinto, sí, pero a pesar de las sandeces que se dijeron, las pericias probaron que no estaba borracho al momento del accidente, que el cronista se emperra mascando rabia en llamar, sin eufemismos, el fuckin’ palo.
Si hiciera falta decirlo, al apodado Pappo se lo conocía como “el Carpo”. Con su estilo siempre accesible al vulgo, la Real Academia define este segundo apodo como “Conjunto variable de huesos en las extremidades anteriores de los mamíferos, reptiles y anfibios, articulados con el cúbito y el radio y con los huesos metacarpianos, y que en la especie humana constituye el esqueleto de la muñeca”. O sea, el hombre, el terrible y temible guitarrista de blues y rock tenía tremenda muñeca.
Pappo fue uno de los fundadores del rock argentino. Pasó inicialmente por Sandro y Los de Fuego, dato que se omite pertinazmente. En 1967 Miguel Abuelo lo invitó a colaborar con la primera formación de Los Abuelos de la Nada. Ese verano, en una ciudad del Sudeste de la Provincia de Buenos Aires vagamente conocida como Mar del Plata, el trío Manal lo convocó para ser su “invitado permanente”. En el ’68 Carlos Bisso (aquel que tocaba con guantes negros) lo hizo parte de su grupo Conexión Nº 5. También así como al pasar, grabó con las tres cuartas partes de Almendra (Spinetta, Edelmiro Molinari y Rodolfo García) e hizo lo propio como bajista en “El oso” de Moris. Por si le faltara algo, en 1969 Litto Nebbia se lo llevó como guitarrista a Los Gatos.
¡Ah, pero cuando se le soltó la correa! Entonces nació la primera de las miles de formaciones de su propia banda, Pappo’s Blues. Le siguió otra agrupación mutante, Aeroblues. Cronológicamente más cerca de estas palabras formó y lideró Riff. Por supuesto, es pecado mortal tanto omitir así como también reiterar que B. B. King, cuando lo escuchó, no dudó en llevárselo para tocar juntos en el Madison Square Garden de New York, lugar donde sólo otro músico argentino se había presentado, y el círculo se cierra: Sandro (de América).
Pappo marcó a fuego la vida de tantos que también lo hizo con la del cronista. Éste creció con la cultura del rock y empezó muy precozmente, por lo cual no daba el Pinet para ir a un recital, menos aún de noche y durante la dictadura 76-83. Sin embargo, siempre llega un hada Campanita. Para el cronista, fue la hermana mayor de un amigo, a la vez, ambos compañeros de estudios de inglés: Alejandra y Pablo López Mañanes. La primera —que tal vez ni llegaba a los 18 pero cuando se tienen 15 la diferencia es sideral— fue el salvoconducto para poder asistir a su primer concierto.
De esta manera, en el “divino / laberinto de los efectos y de las causas”, el cronista debutó en vivo, en una carpa ubicada en la calle Moreno (si no, Bolívar), con Aeroblues. Tal-como-se-lee: el recital que lo desvirgó tuvo como protagonista a Pappo, en aquella ocasión junto a Javier Martínez (ex Manal) en bajo y Gonzalo Farrugia (ex Crucis) en batería. Los recuerdos se entremezclan pero esta bendita niebla los potencia: la aulladora viola y la raspada voz del Carpo liderando el power-trío; la palpitación de las mismas cuatro cuerdas de “Jugo de tomate”; el solo de Farrugia durante el cual se le rompió un palillo y, hasta que un plomo le alcanzó otro, siguió demoliendo la bata con uno solo. Y el inicialmente confuso y luego abrupto final, cuando ingresaron unos señores que sí pudieron parar la música. Dicen que dicen que había habido una denuncia de un vecino por “ruidos molestos”, se iniciaron los dimes y diretes al borde del escenario como en el Concierto de la Azotea de The Beatles y, al igual que ocurrió con éste, lo único que siguió fue la forzosa desconcentración.
Su versión del rocanrol “Ruta 66” es uno de los clásicos de Pappo. La canción, compuesta por Bobby Troup a fines de los ’40, refiere a la emblemática autopista interestatal que une los Estados Unidos de América de Este a Oeste, el Camino de Santiago de los motoqueros Harley Davidson. Sí, igual que el Carpo, a quien el cronista hoy, al costado del camino, saluda gritándole convencido hasta la médula: “andarás bien por la 66”.