Por Alejandro Ferro (*)
Algunos periodistas y referentes de salud han invertido últimamente bastante tiempo en los medios de comunicación especialmente de televisión, explicando con cierto sarcasmo la futilidad del uso de barbijos o máscaras, (como son llamadas en otros países) en diferentes ámbitos públicos para protección del COVID-19. Como consecuencia pareciera que al usarlos se obtendrían resultados contrarios a lo que buscan, inclusive incrementando aún más la posibilidad de trasmisión del virus.
Debe remarcarse -ante todo- que el uso de barbijos está indicado en primer lugar, para las personas con síntomas respiratorios y para el equipo sanitario que los asiste, y en ningún momento estos últimos NO deben competir para su adquisición con otros sectores, pese a que aquellos que usa el equipo de salud tengan características técnicas diferentes.
En este sentido el cirujano general de salud de los Estados Unidos Jerome Adams (algo así como el secretario de salud) en su cuenta de tweet el 29 de febrero le decía a los americanos “dejá de comprar mascara” porque no sirven para prevenir el contagio de coronavirus y además se puede privar de ellas a los que realmente la necesitan que son los pacientes y profesionales de la salud.
Pero en una pandemia las cosas pueden cambiar, y el último 20 de marzo se publicó en la prestigiosa revista de medicina inglesa “The Lancet” ,un breve artículo sobre el uso racional de barbijos en el contexto de la pandemia del COVID-19.
En este se remarca que si bien la ONU y países como EEUU, Reino Unido, indican que los barbijos no deberían ser usadas salvo por los pacientes sintomáticos o por los equipos de salud que los atienden, se hace referencia a que hay otros países como Hong Kong – con gran experiencia en coronavirus- y Japón en los que se recomiendan su uso a personas en espacios al menos donde haya aglomeración de personas (comercios, supermercados, transporte público etc.).
En forma más precisa y radical el 27 de marzo el Dr. George Gao prominente investigador y jefe del Centro Chino para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) fue entrevistado por la revista Science y frente a la pregunta: ¿Qué errores están cometiendo otros países en el manejo de la pandemia? , respondió en forma directa: “El gran error en los Estados Unidos y Europa, en mi opinión, es que las personas no usan barbijo”.
La respuesta a estas posturas opuestas sobre el uso de los barbijos -fuera del contexto de profesionales de la salud o pacientes sintomáticos- pudiera estar más cerca de lo que parece. Si se asume que solo circularan personas asintomáticas y sanas, las cuales obviamente no contagiarían a otros, no tendría sentido utilizar barbijos en virtud de que el virus no anda circulando en espacios aéreos y menos abiertos.
Sin embargo sí se sabe claramente que hay un espectro en la enfermedad por COVID-19 que hace que personas que están asintomáticos o con muy escasos síntomas pueden estar circulando sin saber que ellos padecen coronavirus y que por ende pueden estar dispersando el virus con sus secreciones, contaminando a personas y superficies u objetos.
Si bien es cierto que las gotitas que se expelen cuando se habla caen rápidamente al piso o las superficies, no es menos cierto que alguna gotas de menor tamaño, en el contexto del estornudo pueden alcanzan distancias mayores y contaminar un radio más amplio.
Entonces, si todas las personas usaran un barbijo o similar (bandana, bufanda etc.) en ambientes públicos, las personas, las superficies y el medio inanimado que los rodea, tendría menos contaminación y habría por ende menos posibilidad que aquellos que no estén infectados adquieran el virus.
En realidad la verdadera utilidad del uso de los barbijos en el contexto de ambientes públicos, radica en el cambio de actitud en su uso, el que pasaría del objetivo “individual” de protección personal, a “usar un barbijo para proteger a los demás y al medio y como consecuencia de ello protegerse a sí mismo”
Otros países ya recomiendan el uso de barbijos o máscaras en comercios, transporte público etc., y muchos más lo harán en breve, descontando desde ya que esta medida debe estar asociada a otras como el lavado de mano, no tocarse la cara y el distanciamiento social.
Lo que único que seguro no debe hacerse más, es estigmatizar a aquellos que deciden adoptar el uso de barbijos en los contextos mencionados, sino educarlos para que el mismo sea el más adecuado posible para el beneficio de todos.
(*) Infectólogo consultor. Ex secretario de salud de General Pueyrredón.