Cultura

Entretextos: seis poemas de Alma Navarro

La escritora marplantese, que tiene más de 30 mil seguidores en su Instagram @alma.enletras, comparte una selección de sus poemas con los lectores de LA CAPITAL.

La vergüenza de amar

Se me escurrió en el pecho

la vergüenza.

Me volví pequeña

en cuestión de segundos.

Me dolieron cosas

en cuerpos de otras.

Me sentí ardiendo

rodeada de velas,

derramando cera

en todos mis lunares,

tentando al azar de ese fuego

que está siempre

esperando quemarme,

quemarnos.

Se me escurrió la vergüenza

en el pecho

la primera vez

que me gustó una chica.

Fue a los 12 años,

tenía miedo.

Sentía que el mundo se agrietaba,

todo se dividía y yo me encontraba

justo en el medio.

Y nunca

me sentí tan sola

como cuando me di cuenta

de que no me salían las palabras

cuando quería decírselo

a mi mamá

a mis amigas

a mí misma.

Nunca me sentí tan sola

como cuando entendí

que podía contarle de chicos

pero no de chicas.

Cuando tomar una mano

de repente es

una excusa de odio

en vez de ser lo que es:

tan sólo cariño.

Un cariño tan sincero

que no me entra en el cuerpo

pero que a algunos nunca

les va a entrar en la cabeza.

Y no necesito que eso pase.

No necesitamos que comprendas,

que te guste,

que lo compartas,

no.

De vos no necesito nada.

Necesito que apagues tus antorchas,

desafiles tus cuchillas,

vayas a la cocina

pongas la pava

te tomes un té de tilo

y te alejes

de todo esto que amo.

Que dejes

de lado ese complejo

de Cristobal Colón.

Que te alejes

porque estas no son tus tierras

y nunca lo fueron.

Y por mucho que desees

ser rey de reyes,

conquistarlo todo

a tu paso,

no voy a dejarte.

Lamento informarte

que ya no se me escurre

la vergüenza en el pecho,

y si ardo no va a ser por tus bombas

va a ser porque marcho

por Andrea, por Roxana,

por Sofía y por Pamela.

Por todas las que no podemos

tomarnos de las manos.

(En memoria de Pamela Fabiana Cobas, Mercedes Roxana Figueroa, Andrea Amarante y Sofía Castro Riglos)

***

En la garganta tengo gritos

Hay algo de ser mujer

que me late adentro,

algo que me quema en el cuerpo:

una urgencia.

La urgencia de salir corriendo

a un mañana

menos violento.

Porque en el cuerpo siento

el dolor de todas

las que dolieron.

En la garganta tengo

gritos

que nunca fueron,

palabras

que no se dijeron,

historias

que no se escribieron.

Tengo una molestia

metida

entre los huesos.

Me permito tenerla,

siento que así

hago un poco de justicia.

Aunque eso no le devuelva la vida

a ninguna.

Ni el autoestima.

Ni la cordura.

Me digo que estoy haciendo todo lo que puedo, lo que está a mi alcance,

pero nunca alcanza.

Me alcanza

un sentimiento de derrota,

pero no dejo que avance,

yo soy más rápida

más inteligente,

estoy más calificada,

más preparada,

soy

mejor.

Muchos años nos dijeron que no.

Que no podemos.

Que no estamos listas.

Que estamos indispuestas.

Y yo siempre sentí

que estaba dispuesta a todo,

a mucho más que ellos.

***

Este dolor no me pertenece

Yo sólo tengo

ganas de llorar.

De desinflarme, de dejar de estar tan llena de angustia.

De diluirme como las lágrimas

por mis mejillas.

De ser algo triste y ya.

Estar triste

y ya.

Quiero volverme una

con el dolor que siento.

Quiero ser más dolor que cuerpo.

Quiero sentirlo todo

hasta que se extinga,

exprimir sus gotas y tragarlas

como saliva.

Quiero doler para sacar todos

estos

restos.

Tengo la garganta

llena de cuchillos.

En un tiempo supe

ser asesina,

sin embargo en otros tan

suicida.

Tengo el pecho

con candados

y mis fantasmas

se tragaron la llave.

Yo me siento como Coraline y la otra madre,

soy ambas,

me quiero como se quieren ellas:

encerradas y con mucho miedo.

Y todo el tiempo

estoy corriendo

en busca de la felicidad,

es que en tus ojos veo tanta luz

y en mi tanta oscuridad.

Nunca pensé que sería tan difícil

dejar de caminar

directo al precipicio.

Hay cosas que simplemente están mal

desde el inicio.

Y a mí no me sale

arrancar los yuyos

de raíz,

yo los abrazo fuerte

hasta que sangro.

No tuve la suerte

de que sigas a mi lado.

“Perdón

por no dejar que te quedes”,

le digo a los fantasmas de mi cuarto.

Puedo criticar mucho al dolor

pero él nunca

me soltó la mano.

Tengo apego ansioso

con estos monstruos.

Son asustadores y yo

un niño miedoso.

Soy

el ave que cayó del nido.

Soy

como un animal herido.

Como una mujer

herida.

Estoy sangrando cosas

que no son mías,

que son

de otras vidas.

Este dolor

no me pertenece.

Tengo un florero lleno de espinas

y las rosas marchitas

sobre los ojos.

Este dolor

no me merece,

viví demasiado fácil

para estar sufriendo tanto.

A este dolor

no puedo explicarlo,

es como encontrar moretones

sin saber ni dónde ni cuándo

sucedieron.

Es como si no estuviera agradecida

por todo lo que tengo.

Es tan feo

no saber

por qué me duele.

Yo solo quiero

que te quedes.

***

Ya no podés dañar lo que queda de mí

Golpeás un vaso contra la mesa.

Tu voz se levanta

como un ente de su silla.

Se para

sobre mi cabeza y la pisa.

Tu violencia rebota

contra las paredes

y en el techo solo están

tus gritos.

Golpeás un vaso contra la mesa

y no te disculpás,

es un acto de rebeldía.

Lo golpeás

contra la mesa y esperás

encontrar grietas,

pero no aparecen.

A mí ya no me quema

tu fuego.

No me domina

mi ego.

Respiro fuerte y profundo.

Tu voz se ahoga en un mundo

mucho más grande

que estas cuatro paredes,

ya no sos tan

significante.

Golpeás

tu vaso contra la mesa

en un intento de encontrarme reaccionando

y ante tal acto

sólo puedo reír,

pero nunca en voz alta.

Tengo el presentimiento de que si él me escucha

me mata.

Por eso respiro,

fuerte y profundo por segunda vez,

cuento hasta diez,

y te pregunto,

¿Qué hacés?

¿Por qué golpeás tu vaso

contra la mesa?

¿Qué te ha hecho

el pobre pedazo de vidrio?

¿Acaso ya no te quedan certezas

y decidís arrastrarme

hacia tu abismo?

Mi silencio ensordece tus oídos,

te descoloca

mi no reacción.

Asumís que soy la calma

antes de la tormenta, pero hoy

salió el sol

y me pintó las mejillas y el alma

se me derritió.

La desparramé con la mano

sobre la mesa,

con ella dibujé corazones.

Yo estoy hecha de algodones

no de vidrio,

ya no podés

romperme

en pedacitos.

Por fin abrazo

lo que queda de mí.

***

Mi cuerpo

Mi cuerpo como algo que no es mío,

como algo que querés poseer.

Mi cuerpo que es

solamente un cuerpo.

Mi cuerpo como un lienzo que pintás

con tus colores favoritos.

Lo adornás con palabras

que lo están conociendo

por primera vez.

Inhalás

cada parte de mí

como si sólo se tratara

de alguna clase de droga

a la que no te podés resistir.

Y yo te miro

mirarme hablar

y me pregunto qué tanto

te estarás aburriendo

pero vos sonreís,

decís que te encanta

mirarme hablar.

Y por un segundo el mundo

parece ir más lento.

Siento que el tiempo

se toma vacaciones

cuando respiramos

el mismo oxígeno.

Que sólo existo ahí,

con vos en ese lugar extraño

que supiste volver familiar

en el momento en que tus ojos

encontraron los míos

o, mejor dicho,

cuando ellos

se perdieron juntos.

***

Deshaciendo mis disfraces

Voy a volverme dadaísta,

a inventar un idioma nuevo

para que no sepas

lo que estoy diciendo.

Sí, eso, no quiero que sepas

lo que estoy diciendo.

Apago pensamientos con el secador de pelo.

Tengo en la punta del lápiz

la primera frase de un poema

que aún no nace.

Haceme caso, se deshacen

las palabras son disfraces.

Invento personajes

para que narrar mi historia

sea más fácil.

Cambié nombres y pronombres cientos de veces.

(Miles de otras evité decirlos)

Suprimí la palabra “ella”

de mi diccionario,

no la escribo ni en mi diario.

Tengo un instinto de supervivencia activado.

Bajé la guardia

con las personas equivocadas

y me hicieron daño.

En un cuarto lleno de extraños

me sentí a salvo.

Sentí que podía

respirar.

Que ningún seudónimo iba a ocultar

mi identidad.

Ella se me escurre

por los poros,

no puedo detenerla.

No, no quiero

detenerla.

Quiero que deje de darme vergüenza.

Te advierto que sólo soy una poeta,

y eso es decir mucho,

está lejos de ser poco.

Es más, suelo ser

demasiado.

A mí el asombro me inunda los ojos.

No me da miedo sentir

me da miedo dejar de hacerlo.

¿Cómo aprendo a guardarme el alma

adentro del cuerpo?

 


Alma Navarro es una artista marplatense de 17 años. Empezó a escribir a sus 13 años durante la pandemia y desde ese momento nunca paró. Además de escribir, le apasionan todos los tipos de arte, como bailar, dibujar, actuar y cantar. Tomó sus primeras clases de baile cuando tenía sólo 3 años y fue ahí donde se enamoró del arte y de los escenarios. A lo largo de su joven vida, siguió desarrollando sus habilidades artísticas tanto como pudo y sigue instruyéndose y aprendiendo constantemente en la actualidad. En el futuro espera poder publicar sus escritos y dirigir y participar en obras de teatro y demás proyectos vinculados al arte. En 2021 abrió su cuenta de Instagram (@alma.enletras) donde sube sus poemas, tanto recitados como escritos. Hoy cuenta con más de 30 mil seguidores que la animan a seguir creciendo.

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