Marcelo Di Luciano fundó en los 80 una de las librerías porteñas preferidas por intelectuales como Sábato y Pérez Esquivel, en plena Avenida de Mayo. Tras varias décadas de atender en Buenos Aires y luego en Villa Gesell, él y su familia se mudaron a Mar del Plata para abrir dos chalets históricos habitados de libros antiguos y modernos. En charla con LA CAPITAL, el librero cuenta la historia de este templo de la literatura.
Por Rocío Ibarlucía
Entrar a las librerías de El Ventanal es perderse en una pequeña gran constelación de libros de diversas edades y tamaños. Algunos más jóvenes, otros con más de quinientos años de vida, reguardando la memoria de nuestras culturas. Muchos de ellos llevan las huellas de otros, a través de manchas de café, nombres, comentarios al margen, dedicatorias, flores o cartas. Con estantes del suelo al cielo en todas las paredes y rincones, sus bibliotecas respiran, engordan y mutan, con páginas que se salen de los estantes a las mesas, donde habitan más pilas de libros que reposan, esperando la llegada de su próximo lector.
Marcelo Di Luciano es su librero y fundador que, tras varias mudanzas entre Buenos Aires y Villa Gesell, terminó asentando sus bibliotecas en Mar del Plata, donde sigue buscando a cada libro su lector.
Más que librero, deberíamos decir que es un estudioso: de la literatura, la música, el teatro, las artes visuales, la matemática, por mencionar solo algunos de sus múltiples intereses. Si tuviera que presentarse, cuenta en una charla con LA CAPITAL, se definiría como los hombres del Renacimiento.
“Siempre intenté construir todo un ambiente para que la gente se sintiera entrando a un templo”, cuenta Marcelo Di Luciano./ Foto: Mauricio Arduin.
“Cuando estaba por recibirme de actuario y daba clases en la Facultad de Economía en la UBA, me di cuenta de que no quería estar en una oficina toda la vida y ahí fue cuando me anoté en Historia del Arte”, de donde finalmente se recibió, con orientación en artes combinadas y en música. Además, Marcelo es actor, vive tomando clases de teatro, danza, lectura, participa en diversos proyectos culturales y de educación popular. Y, como si fuera poco, tras terminar la entrevista, le comenta a un cliente que también estudió tecnicatura en cartografía.
Ese bagaje cultural de Marcelo se percibe en las dos librerías de El Ventanal que actualmente tiene en Mar del Plata: tanto en la casona ubicada en 9 de Julio 3535, en el corazón de La Perla, como en el chalet centenario de Yrigoyen 2011. Ambas casas no son solo lugares para comprar libros; son espacios cuidadosamente ambientados que parecen detenidos en el tiempo. Muebles antiguos, música clásica o jazz, y por supuesto bibliotecas repletas de libros antiguos y modernos crean una atmósfera única, como si se estuviera entrando a un templo sagrado de la literatura.
“Siempre intenté construir todo un ambiente para que la gente se sintiera entrando a un templo, algo mágico entre tanto bullicio. Creo que se percibe una energía que transmiten los libros y eso hace que los lectores vuelvan”, explica Marcelo para definir El Ventanal, ese lugar para el silencio después del ruido.
Recorrer sus librerías es una experiencia física, sensorial y de encuentro con los libros y con Marcelo, quien a través de la conversación te asesora como buen librero. En la era de lo digital, Marcelo piensa que las librerías ofrecen la posibilidad de “volver al contacto de la mirada, del encuentro y el del libro con el lector”.
La historia de esta valiosa colección literaria empieza en la infancia de Marcelo Di Luciano. “Desde muy chiquito”, recuerda, “mi papá nos leía un cuento todas las noches. Desde entonces creo que no paré de leer”. En la escuela, el único diploma que ganaba todos los años era el de “lector más calificado”.
Ahora bien, la afición por los libros antiguos comenzó en Dilco, la librería de su padre Enzo Di Luciano, inaugurada en 1950 en Buenos Aires. En realidad, se trataba de una papelería donde vendían cuadernos y manuales escolares. Tras la muerte de su padre, Marcelo se hizo cargo del negocio, dejando un lado del comercio para la venta de papelería y otro lado para los libros de ficción. Y así empezó a interesarse cada vez más en la búsqueda de todo tipo de rarezas literarias, incunables, primeras ediciones y obras de colección.
“Con mi edad me di cuenta de que mi función en la vida es recomendar libros y ser un puente entre los escritores y los lectores”.
En 1985, Marcelo Di Luciano materializó su sueño de inaugurar su propia librería especializada en libros antiguos y modernos. El establecimiento se ubicaba en la emblemática Avenida de Mayo, a pocos metros del Café Tortoni. “La avenida era un lío pero cuando uno entraba a El Ventanal, era como ingresar a otro mundo, como que te teletransportabas. Siempre intenté que nuestras librerías fueran como una isla”, describe Marcelo y tal vez sea ese el sello que las distingue de las demás.
Reconocible por una amplia ventana que daba a la calle, el local adoptó el nombre de “El Ventanal”. Aunque Marcelo revela -casi al pasar, como muchas de sus anécdotas con personajes notables de la cultura argentina- que se encontraba tramitando con Sábato para nombrar la librería con algún título de su obra, finalmente se decidió por un nombre simple, pensado para que los peatones identificaran el local desde lejos.
Destacadas figuras de la cultura argentina fueron clientes habituales de El Ventanal porteño: David Viñas, Osvaldo Bayer, Eduardo Anguita, Adolfo Castelo, Rogelio García Lupo, Eugenio Zafforoni, Alejandro Dolina y Adolfo Pérez Esquivel. El activo defensor de los derechos humanos “Pérez Esquivel siempre traía a extranjeros a El Ventanal y les decía ‘les vengo a mostrar la mejor librería de Buenos Aires’”, recuerda con una sonrisa.
Incluso el reconocido fotógrafo de moda Mario Testino, retratista de la familia real británica y de Lady Di, visitó la librería en los años 90 y logró transformar sus bibliotecas en escenarios de una sesión de moda. “Él estuvo una semana en Buenos Aires -rememora Marcelo- y resulta que charlando mucho, me preguntó si podía hacer una sesión de fotos. Un sábado, apareció con un camión del tamaño de media cuadra lleno de cámaras, modelos y gente de producción, así que la librería terminó saliendo en la revista Vogue”.
Sin embargo, no todas las visitas fueron bienvenidas: “A la única persona que eché de la librería fue a Martínez de Hoz, que vino a pedir libros de Casamayor y le pedí que se retire”.
También hubo clientes que adquirían libros con fines más decorativos que literarios. “Un día vino Eurnekián porque había comprado un campo y me dijo que no tenía ningún libro, así que compró varias colecciones que eligió por su estética, porque eran lomos muy hermosos, encuadernados, pero sin saber de qué hablaban. Me dio mucha pena vendérselos, pero fue una fortuna con la que vivimos durante un tiempito”, cuenta Marcelo.
“Ahí no siempre nos fue muy bien -agrega el librero-. Tuvimos épocas malas y buenas; pasamos varias crisis, el Rodrigazo, el corralito, ahora también estamos atravesando otra y se nota un montón la caída de ventas con el actual gobierno. Pero igual creo que el libro es algo distinto, porque para los lectores es como la comida, los necesitás para vivir”.
“Yo siempre digo que soy pobre pero feliz, porque soy millonario en libros, en amigos, amigas y en familia”.
Fachada de la librería El Ventanal ubicada en 9 de Julio 3535, en el barrio La Perla. / Fotos: Mauricio Arduin.
La librería de Avenida de Mayo comenzó con el paso de los años a abarrotarse de libros, lo que llevó a su dueño a preocuparse tanto por la falta de espacio como de lectores.
“La sobreabundancia de libros es algo que me angustia. Siento preocupación porque, aunque siempre digo que hay muchos jóvenes que leen, lamentablemente cada vez hay más libros y no tanto lectores”, advierte Marcelo sobre este tema que comenzó a fines de los años 90 y ve que se agrava en el presente.
Esta inquietud lo impulsó a buscar nuevas oportunidades y el destino lo llevó a Villa Gesell, donde encontró una casa antigua para su segunda librería, que funcionó entre 1998 y 2015. Si bien empezó como librería durante los veranos, pronto se convirtió en un centro cultural de todo el año, donde dictaban talleres literarios, de educación popular y se ofrecían recitales.
Además, en Gesell funcionó un museo de útiles escolares. En el sótano de la papelería de su padre, descubrió “entre telarañas, frascos de tinta antiguos, pegamentos, plumas, eran hermosos”. A partir de entonces, comenzó a hurgar en ferias de antigüedades objetos escolares de diferentes épocas: portafolios, pupitres, canoplas y manuales escolares desde la época de la colonia, de 1920, el peronismo, con los que formó una colección de enorme valor histórico que pudieron exponer en Gesell. El reconocimiento no tardó en llegar: la declararon de interés provincial.
Actualmente, la colección no está exhibida porque no hay espacio donde poder hacerlo. “En Mar del Plata fui a hablar con el intendente Arroyo en ese momento para exponerla en algún lado y me dijo que me daba la Plaza del Agua durante un tiempo, pero que yo tenía que poner las vitrinas, la seguridad, en realidad me dijo que no”. Los objetos están guardados en cajas, a la espera de una oportunidad para ser expuestos.
Una de las dos librerías de El Ventanal en Mar del Plata se sitúa en un chalet centenario, declarado patrimonio histórico provincial, ubicado en Yrigoyen 2011 esquina Moreno y atendida por su hijo, Matías Di Luciano.
Cansados del bullicio porteño, Marcelo Di Luciano y su familia decidieron abrir una sucursal en Mar de Plata, en paralelo a la de Gesell. Inicialmente ubicada en Punta Mogotes, la librería finalmente se asentó en el chalet de 9 de Julio 3535, una casona construida en 1935.
Más recientemente, abrieron una sucursal en la esquina céntrica de Yrigoyen y Moreno, en una casa declarada patrimonio histórico provincial que está cumpliendo 100 años.
El catálogo que ofrece El Ventanal en Mar del Plata revela la fina curaduría de Marcelo, quien ha logrado encontrar tanto en palacios lujosos como en ferias o sucuchos verdaderas joyas literarias. Entre los estantes de las dos librerías, pueden encontrarse libros usados, modernos y antiguos, de diversos géneros, aunque su especialidad es la literatura y la historia argentina.
Hay primeras ediciones de, por ejemplo, obras de Borges, incunables del 1500, ediciones bellamente encuadernadas o ilustradas, libros firmados de puña y letra por autores como Girondo, Bioy Casares, Sábato y Cortázar, revistas literarias como SUR, mapas, láminas, afiches de cine nacional y de publicidad. Marcelo también destaca con orgullo los libros de poesía, que forman una de las colecciones más extensas de la región, así como los libros de viajeros y partituras musicales de todos los géneros.
Entre las joyas literarias de El Ventanal, se encuentran libros autografiados de puño y letra por sus autores, como esta edición de 1954 de En la masmédula, firmada por Oliverio Girondo./ Foto: Mauricio Arduin.
Para su dueño, los libros que más valor literario y afectivo tienen son las primeras ediciones de Cortázar: “Pensar que Cortázar lo tuvo en sus manos es emocionante”. Consultado si le cuesta desprenderse de algunos libros, confiesa que tiene una colección particular de libros que Borges le firmó y que no los vendería. Y aclara: “Hubo un momento en que yo estaba más apegado pero ahora pienso que si no lo voy a volver a leer, está bueno que circulen, que se vayan moviendo y que no sean nada más que un objeto de adorno o que estén ahí solo por posesión”.
Poder darle una segunda vida a libros que han quedado relegados u ocultos en bibliotecas es una de las misiones de las librerías de usados. Y también lo es para Marcelo: “Con mi edad me di cuenta de que mi función en la vida es recomendar libros y ser un puente entre los lectores y los escritores”.
Su objetivo es encontrar lectores a esos libros destinados al olvido. “Buscamos reciclar, para que no vayan a la basura, sino que puedan encontrar un destinatario. Capaz que hay libros que tenemos mucho tiempo en la estantería, pero hay que estar esperando, con paciencia, porque puede que llegue el lector justo 20 años después”.
“Yo hago lo mismo con la ropa. La idea es reciclar todo para terminar con esta contaminación y sobreabundancia capitalista”, agrega Marcelo, reafirmando sus principios comprometidos con la sostenibilidad a través del reciclaje.
Además, el libro usado tiene un valor agregado. Los lectores podemos encontrar valiosos comentarios al margen, subrayados, dedicatorias y otras sorpresas. Marcelo viene reuniendo todos los objetos que van apareciendo entre las páginas, que van desde cartas de amor, estampitas y boletos capicúa, hasta billetes, flores disecadas, postales, figuritas, plumas y tickets de trolebús. “También coleccionamos exlibris y etiquetas de las librerías que algunas ya no están, algunas datan del 1800 y 1900”, con las que piensa algún día hacer una exhibición.
Matías y Marcelo Di Luciano, presentes en la 14° edición de la Feria del Libro Antiguo organizada por ALADA (Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina), en donde ambos son socios fundadores.
Volver abrir en su librería un centro cultural es uno de sus deseos para el futuro de El Ventanal. Se trata de un sueño que compartía con su amigo, el actor y dramaturgo Guillermo Yanícola, fallecido en 2019. “Si se llega a lograr un conjunto de gente que ponga voluntades, trabajo, dedicación y amor, sería muy bueno abrir un espacio donde se respete al artista, dándole las condiciones dignas y lógicas para que pueda compartir su arte” entre las bibliotecas de El Ventanal.
Matías Di Luciano, uno de sus siete hijos, actualmente está a cargo de la librería de Yrigoyen y Moreno, donde tienen varios proyectos para seguir creciendo. Ahí esperan habilitar las cuatro plantas de la casona histórica, para exhibir todos sus libros y exponer sus variadas colecciones de objetos escolares y afiches de cine en alguno de sus pisos. La historia de El Ventanal en la ciudad, entonces, recién empieza y todavía tiene mucho por hacer, tanto de la mano de Marcelo como de Matías, quien continúa el legado familiar de buscar a cada libro su lector.