Misa de acción de gracias en la Catedral. "Soy inmensamente feliz de ser un discípulo del Señor, un creyente servidor, un instrumento de Dios para el bien de los hermanos", señaló.
En una emotiva ceremonia, con la celebración de la misa vespertina en la catedral de los Santos Pedro y Cecilia, el obispo Gabriel Mestre conmemoró hoy sus cinco años al frente de la diócesis de Mar del Plata. “Soy inmensamente feliz de ser un discípulo del Señor, un creyente servidor, un instrumento de Dios para el bien de los hermanos”, reseñó el religioso.
Acompañado por varios sacerdotes, religiosas y feligreses, monseñor Mestre recalcó “la importancia del valor de la humildad que nos hace bien a todos. La humildad bien entendida, como nos enseña Santa Teresa, que es andar en la verdad, no creerse los mejores pero tampoco creerse los peores. Y sabiendo y dándole valor a cada gesto”.
Luego de las lecturas del día y del Santo Evangelio, el obispo diocesano bregó por “el tema de la gratuidad, que es un gran valor evangélico que nos enseña a superar la tentación de vivir en un marco donde todo se mide y todo se calcula”.
Así, aseguró que “descubrir que Dios nos salva, nos ama de manera gratuita, en una sociedad tan calculadora, y nos invita a su banquete sin necesidad de que nosotros podamos devolverle algo”.
“Descubrir que Dios nos quiere y ama de manera gratuita -agregó-, sin esperar nada a cambio, en una sociedad tan calculadora”.
El obispo rememoró sus primeros “cinco años”, apelando a las palabras que lo inspiraron en sus palabras iniciales recordando al profeta Isaías “´Soy un hombre de labios impuros que habita en un pueblo de labios impuros´, lo que permite reconocer la fragilidad, la debilidad que los seres humanos -yo en primer lugar- tenemos. Descubrir y ver que la misión nos queda enormemente grande”.
En su homilía, también recordó la Carta de los Efesios que lo inspiró a la hora de elegir su lema “‘Cristo es nuestra paz’, que indica que nuestra vida tiene sentido, por Él, con Él y en Él. Con Cristo, por Cristo y en Cristo, que es realmente la paz en nuestro corazón que permite llevar la vida adelante, con todo lo lindo y las cosas difíciles. Somos servidores del Señor”. Y, a modo de balance, aseguró que “soy inmensamente feliz de ser un discípulo del Señor, un creyente servidor, un instrumento de Dios para el bien de los hermanos”.
Entre hermanos
Las palabras del obispo fueron escuchadas atentamente por los fieles, muchos de los cuales “son de misa diaria”, entre los que se encontraba su padre Cándido.
La emoción embargó a todos, después de la eucaristía, y cuando se despidieron con el tradicional “pueden ir en paz”.
El 26 de agosto de 2017 el padre Gabriel Mestre recibió la ordenación episcopal, convirtiéndose en el primer marplatense en dirigir la diócesis de Mar del Plata, y eligió la frase “Cristo es nuestra paz” como su lema episcopal.
Con su habitual bonhomía, a lo largo de éstos cinco años recorrió cada rincón de la diócesis como “un pastor con olor a oveja”, según la definición del papa Francisco que le gusta utilizar.
Durante este lustro, el obispo enfrentó momentos críticos, como la pandemia y la cuarentena, época en la que perdió a su madre Ana.
La diócesis local abarca a Mar del Plata, Necochea, Lobería, Mar Chiquita, General Madariaga, Villa Gesell, Pinamar, Balcarce y Maipú.