La casa del actual secretario general en funciones del SOMU fue baleada entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de agosto. La investigación inicial determinó que dos marineros santefesinos fueron los agresores. Las razones del ataque explicada por la propia víctima.
Por Fernando del Rio
En la noche del viernes 14 de agosto Damián Basail, secretario general de SOMU, regresó de cenar a su casa del barrio Termas Huincó con su novia y su hijo de 12 años. Estacionó la camioneta e inició el ritual para ir a dormir. Pero unas detonaciones lo alertaron y al asomarse vio una moto. “Está haciendo contraexplosiones con el motor”, pensó y se desentendió. Recién al salir a la vereda a la mañana del sábado comprendió, con estupor, lo que había sucedido: le habían baleado su camioneta y el frente de la casa.
Basail, su novia y su hijo resultaron ilesos, pero no el ambiente de la pesca, desacostumbrado ya a aquellos años violentos de disputas fraternales. El miedo al vale todo volvió a aparecer hace dos semanas atrás con el tiroteo a la casa de Basail y la investigación logró desenmascarar a los presuntos autores y detenerlos.
Fue el propio secretario del SOMU el que, al hacer la denuncia, presentó su propia hipótesis basado en recientes amenazas. “Yo era prosecretario y asumí el 9 de julio por la licencia de salud del secretario general Pablo Ochagavía. Lo hice en medio de un paro nacional y tratamos de apuntar al afiliado que hace las cosas bien, a la familia y darle un costado social. A algunos no les parece lo mejor y hubo amenazas de que iba a pasar esto. Hasta que pasó”, dice a LA CAPITAL.
La policía de la comisaría tercera, junto con el fiscal Pablo Cubas, tomó esa primera conjetura y empezó a trabajar la investigación hasta que avistó días después un vehículo Peugeot 207 merodeando la zona. Ese automóvil resultó pertenecer a una de las personas sobre las que sospechaba Basail. Finalmente, en horas de la mañana de este martes la policía detuvo a José Gerussi y Alexis Brito, quienes quedaron acusados de amenazas agravadas, abuso de armas, tenencia ilegal de arma de guerra y encubrimiento.
Gerussi y Brito son dos pescadores golondrinas que ahora deberán afrontar esos cargos o defenderse si es que la investigación está equivocada.
En el allanamiento a una casa de William Morris al 8000 la policía secuestró el vehículo Peugeot y una pistola calibre 9 milímetros con proyectiles.
El conflicto
Los barcos que salen a cosechar los frutos del Mar Argentino acostumbran estar en busca de tripulación. Aunque manejan y se proveen de personal de confianza siempre hay necesidad de refuerzo, de reemplazo, de sangre nueva. Y entonces los trabajadores golondrinas (relevo) juegan su rol gravitante. Son golondrinas porque llegan a Mar del Plata, uno de los puertos más importantes de país, desde distintas provincias con la esperanza de una buena campaña. Corrientes y Santa Fe son las que más aportan, junto al variopinto Conurbano. A ellos se les suma el marplatense, el que acá vive y acá espera a las empresas armadoras. Esa mano de obra ociosa depende muchas veces de lo que los sindicatos como el SOMU pueda gestionar a través de bolsas de trabajo.
Cuando regresan barcos a puerto y deben retornar a alta mar se ve las terminales repleta de este tipo de trabajadores que pueden llevar un par de meses en Mar del Plata, viviendo en pensiones, lejos de sus familias, para aguardar el momento que les depare un embarque.
La demanda laborar termina siendo un peligroso juego de influencias, vínculos, prioridades. “Esta gente es de Santa Fe, de Rosario, y pensó que podía hacer lo que quería en el gremio. Cuando vio que nosotros los dejábamos de lado en favor de trabajadores de verdad, que no son violentos, empezaron a amenazarnos”, dice Basail.
El 9 de julio pasado un paro nacional mantenía en conflicto a trabajadores de los grandes barcos congeladores y fresqueros de langostino. La medida no tenía un efecto importante porque muchas embarcaciones zarpaban del Puerto de Mar del Plata, pero los piquetes se hicieron sentir. En esas condiciones asumió Basail y asegura que en la seccional Mar del Plata del SOMU se empezaron a hacer las cosas bien.
Es entonces, recuerda Basail, que advirtieron que gente relacionada con la antigua conducción se manejaba con amedrentamiento y hasta hubo amenazas con armas de fuego. “Es gente que exigía salir a navegar con estos métodos y que fue quedando de lado. Nos amenazaron pero nunca pensamos que podían llegar a este extremo”, concluyó.