Su utilización es necesaria para solucionar las falencias de la organización en el apartado de traslado de periodistas, oficiales y, en menor medida, de los propios deportistas.
por Marcelo Solari
Avanzada ya la segunda semana de los Juegos Panamericanos, la estadía en Santiago de Chile permite ir optimizando ciertos rubros de la vida diaria. La capital del país anfitrión es una ciudad realmente grande, extensa. De acuerdo a proyecciones derivadas del último censo (2017), se calcula que, incluyendo el área metropolitana, habitan unos 8 millones de personas.
Todo un número. Esa gente tiene que trasladarse cada día a trabajar, estudiar, salir, etc. Y, sí -adivinó- el tránsito vehicular es usualmente caótico, como suele suceder en las grandes capitales. Por esa razón, el transporte público es vital. Funciona realmente bien y es un motivo de orgullo para los lugareños. No es nada barato, incluso para los anfitriones (mucho menos para los argentinos).
En principio, hay que marcar que tiene tres niveles tarifarios: Punta (o pico), de 7 a 9 y de 18 a 20, 810 pesos chilenos; Valle, de 9 a 18 y de 20 a 20.45, $ 730; y Bajo, de 6 a 7 y de 20.45 a 23, $ 650.
Si bien no es exactamente la relación 1 a 1, como cuenta rápida no surgen diferencias significativas si se considera esa proporción. Entonces, en hora pico, el boleto cuesta unos 800 pesos argentinos. La ventaja es que existe un sistema integrado que permite combinar el metro con el bus sin costo adicional, en la misma dirección y sin repetir recorrido, durante las dos horas subsiguientes al inicio del primer viaje. A diferencia de realizaciones similares en otros países, no es gratuito para la prensa (sí para los voluntarios).
Los altavoces completan a cada momento la información que aparece en los displays digitales acerca de la próxima estación y cuándo descender o cuándo se abrirán o cerrarán las puertas. Y también recuerda con frecuencia que está prohibido comprarle artículos a los vendedores ambulantes o colaborar con los artistas callejeros.
Se compone de siete líneas (en realidad son seis, aunque la “4” se subdivide y tiene un tramo adicional conocido como “4A”) y una en construcción. Las estaciones están perfectamente señalizadas, algunas cuentan con paneles “antisuicidio” en los andenes, y los buses tienen wi-fi y estaciones de carga con puertos USB para dispositivos móviles. Además, vínculo con un código QR mediante, se informa al instante la ubicación en tiempo real de vagones y colectivos. La red combinada permite llegar a todas las subsedes ubicadas en Santiago y su región metropolitana, y se convirtió en un aliado indispensable para diagramar el trabajo de cobertura periodística, porque la transportación oficial provista por la organización ha sido uno de los lunares de los Juegos (será materia de profundización en otra nota posterior).
Ciertamente, la construcción ha demandado una colosal obra de ingeniería. A modo de ejemplo, la estación Los Leones, cabecera de la estación 6 (la más moderna y la más utilizada para llegar al estadio Nacional) tiene cinco niveles de subsuelo hasta llegar a los andenes (también hay otra que llega hasta -6). En su mayoría, los tramos -bastante prolongados, por cierto- cuentan con escaleras mecánicas en paralelo a las tradicionales. En cualquier caso, por el mismo valor del ticket, uno tiene acceso a la cuota diaria de ejercicio cardiovascular garantizada.
Durante algunas jornadas específicas de los Juegos, el Metro extendió su horario de funcionamiento para permitir el traslado de los aficionados cuando las competencias finalizaban cerca o más allá de la medianoche.
Además, tal como quedó expuesto en este medio al inicio de los Panamericanos, el día viernes 20, todas las delegaciones deportivas se trasladaron desde la Villa al estadio Nacional -de ida y de vuelta- a través del Metro.
Los soportes con amortiguarodres de movimiento. Un recurso antisísmico.
Otro tema no menor a tener en cuenta es que la capital chilena está asentada en una zona de frecuentes movimientos sísmicos. Por lo tanto, los túneles que componen la red del metro están asentados sobre gigantescos amortiguadores que compensan los temblores de la tierra. Cuesta trabajo no asombrarse ante tamaña construcción.