La Ciudad

El sueño de cerrar los manicomios dentro de los próximos tres años

El doctor Emiliano Galende, experto en salud comunitaria a nivel mundial, planteó su particular mirada sobre la problemática en Argentina.

Nacido en Rosario pero radicado hace más de 30 años en España, Emiliano Galende es nombre de experto en el mundo de la salud mental comunitaria. Sueña con que el cierre de los manicomios sea realidad en el país e insiste en la creación de estrategias que dejen de lado el encierro y la hegemonía del psiquiatra sobre la salud mental.

Autor de varios libros, dirige el doctorado internacional de la Universidad Nacional de Lanús y es miembro de la Oficina Panamericana de la Salud para el programa de atención del paciente psicótico.

Este fin de semana invitado por el ministerio de Salud bonaerense, dio una conferencia en el Primer Congreso de Salud Mental y Adicciones, que se realizó en Tandil.

Un camino extenso

Galende asegura que aún queda un largo camino para lograr el objetivo de cerrar los manicomios, tal como ordena la ley de salud mental para 2020. No obstante, ve con esperanza la iniciativa del Ministerio de Salud de la Provincia, que inició un trabajo codo a codo con 45 municipios, para fomentar el trabajo en territorio, fuera de los neuropsiquiátricos.

Asegura que la industria del entretenimiento y las pantallas constituyen las nuevas adicciones. Al hablar de drogas, tanto legales como ilegales, afirma que “si bien alivian los síntomas del malestar, alejan a las personas de pensar en los por qué de ese malestar”.

– ¿En qué consiste su especialidad, la salud mental comunitaria?

– La salud mental comunitaria surge de una propuesta de Naciones Unidas, a través de la Organización Mundial de la Salud en el año 1953. Fue la respuesta al descubrimiento de que los hospitales psiquiátricos se parecían demasiado a los campos de concentración del nazismo. Había que salir del encierro y de la construcción del loco como peligroso e incapacitado para vivir en sociedad, una construcción que la misma psiquiatría había fomentado. Se empezó a pensar que si es en la comunidad donde las personas nos enfermamos mentalmente es también en la relación con la comunidad donde se pueden encontrar los elementos reparatorios, terapéuticos. Ese fue el cambio, un cambio de política social y cultural. Se sale desde una visión represiva a una democrática y de derechos. La salud mental recupera al sujeto con sufrimiento mental como sujeto de pleno derecho.

– En este Congreso de Salud Mental se habló mucho de la importancia de los equipos multidisciplinarios en la atención de los usuarios. Parece ser clave sacarlos de la órbita exclusiva del psiquiatra.

– Uno de los desafíos es romper la hegemonía que el médico ha tenido sobre las personas con sufrimiento mental. De ahí que la ley vigente habla de equipos interdisciplinarios. Porque hay que buscar en distintos aspectos de la vida donde el sujeto ha encontrado las razones de su enfermedad: problemas sociales, de vivienda, de trabajo, de integración y de la mente, y recuperar la psicoterapia como la posibilidad que tiene el sujeto de actuar sobre su propio trastorno. Y, por supuesto, hay que dar atención médica, pero distinta. Hoy el médico ya utiliza más la palabra que la acción represiva. La psiquiatría en su historia está plagada de acciones represivas, desde el chaleco de fuerza pasando por el electroshock hasta el uso de insulina para inducir el coma, todas ellas justificadas en la idea de que el loco es peligroso.

– ¿Y no es potencialmente peligroso en algunos casos?

– En la vida social hay personas peligrosas, dañinas, hay criminales, pero querámoslo o no, eso forma parte de lo humano. La persona con sufrimiento mental está perturbada en sí misma, la perturbación con el resto del mundo es mínima. En Europa, donde prácticamente han cerrado todos los hospitales psiquiátricos, estas personas están en las plazas, en las tabernas, yo trabajo hace años en España y vemos que hay personas que no se han recuperado totalmente pero tienen una vida comunitaria pacífica. La tasa de delitos de ex pacientes que han estado internados es menor que en la población general.

– ¿Cómo ve el enfoque de esta problemática en la provincia de Buenos Aires? ¿Estamos lejos de la plena implementación de la ley?

– Argentina es un país que siempre está en transición. La provincia todavía tiene cuatro grandes hospitales psiquiátricos y eso hay que resolverlo. La ley dice que hay que cerrarlos para el 2020 y para eso se necesitan recursos que no pueden surgir del presupuesto de salud, son recursos sociales. Para que las personas puedan salir de allí hay que generar programas de rehabilitación, hay que proveerles domicilio, asistencia constante, hay que sostener dispositivos de integración social, todo eso requiere el aporte de los Estados.

– ¿Qué opina de la formación de residentes en equipos interdisciplinarios que comienza a implementar el Ministerio de Salud de la provincia?

– Yo estuve con la ministra de Salud (Zulma Ortiz), y entiendo que ella y su equipo han retomado la idea de integración en salud que es muy valiosa. Que haya retomado la idea de construir la política de salud a partir de las intendencias -reunió a 45 secretarios de Salud en el Congreso de Tandil para delinear acciones con los municipios-, es el camino correcto, porque hay que volver a vincular las políticas de salud con aquellos que son de algún modo los que las están aplicando, que son los médicos, los enfermeros, los profesionales que están en los servicios. Hay que escuchar sus voces porque son los que están en contacto directo con los problemas de salud y son los que están interviniendo. Yo la felicité hoy a la Ministra, me parece excelente este camino. Hay que llegar al territorio, ojalá que la ministra pueda avanzar en convocar a las intendencias que va a ser clave para resolver problemas de salud mental, y en el tema adicciones será crucial.

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