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El que cambió la historia

Por Vito Amalfitano

 

Con él se van mi infancia, mi adolescencia, mis comienzos en el periodismo ligados al fútbol. Y el centenar, o centenares, de notas que le hice después: desde la primera para El Atlántico en el balneario Horizonte (“Vení, pibe, dale”, después del truco con Manuel Pampín, el legendario director de Corregidor) hasta todas las que más adelante le hice para LA CAPITAL y otros medios.

Y el honor, con el tiempo, de que el prócer máximo del fútbol argentino me haya honrado con su amistad.

“No te va a venir, el Flaco te dice que va y después no aparece”. Me lo dijo hasta algún propio campeón del mundo al que dejó “plantado”. Como cuando faltó, por ejemplo, a conmemoraciones de los títulos del 78 y del Mundial Juvenil, incluso. El Flaco era así. Aparecía para decir sus cosas cuando lo creía necesario pero desaparecía de los grandes festejos, o encuentros protocolares o por efemérides, o no asistía a invitaciones. Pero sí llegaba a los lugares menos pensados o lejos del gran ruido.

Tal la anécdota que contó hace muy poco el cantante Danny Martín. Eran como las 2 de la madrugada del 26 de junio del 78, tras la tarde-noche de la consagración como campeón del mundo ante Holanda, y se apareció en el tradicional café Rompuan. “¿Qué hacés acá, Flaco? ¡Allá afuera no se puede caminar porque está todo el mundo festejando por lo que conseguiste y vos venís acá!”, le preguntó Martin. “Eso ya está, ya pasó, ¿qué? ¿No me puedo venir a tomar un whisky?”, le respondió el Flaco.

“No te va a venir el Flaco…”, me repetían. Por aquello de la no asistencia a las invitaciones formales. Pero a mí sí “me vino”. Y fue inolvidable. Y se lo agradeceré por siempre. Obvio, opacó hasta el tema de su concurrencia, aunque por su humildad eso lo incomodaba. Me acompañó en la presentación de mi libro “Pelota Cibernética, la novela de los mundiales”, que tiene prólogo suyo y la ilustración de tapa de Fontanarrosa, quien ya enfermo se lamentó por no haber podido venir a tomarse un vino con el Flaco.

Fue el 24 de febrero de 2006, en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Uno se guarda eso para siempre y las decenas de sobremesas entre amigos para aprender de él, del fútbol y de la vida, aun con sus fuertes enojos, sin concesiones para enemigos ideológicos (“Desconfiá de quien no tenga enemigos”).

“El problema es si se parte del vértigo y la verticalidad. Es muy difícil encontrar la pausa en ese contexto, o ubicarla. Y entonces la pausa la termina encontrando al contrario. Porque si no fuesen por el adversario algunos seguirían corriendo y se caerían en el Río de La Plata. Por ejemplo, en la cancha de River terminarían en el Río de La Plata”, ironizaba César en una de las últimas entrevistas que nos concedió en LA CAPITAL.

“El juego es otra cosa -seguía-. Ni moderno ni antiguo, ni lento ni rápido, ni vertical ni horizontal. Es un juego, como el ajedrez. Que tiene tres bases fundamentales: tiempos, espacios y engaños. Usar bien los espacios, manejar bien los tiempos y engañar al adversario, ya sea individual o colectivamente. Eso es el fútbol. El equipo le hace creer que vamos para acá, y vamos para allá. El jugador lo mismo. Pero es mucho más difícil tratar de engañar a 1.500 kilómetros por hora”.

“Y no crean que es rápido Messi -advertía en aquella charla-. No es rápido Messi. Es rápido cuando llega a la pelota, porque parece que corre y frena, porque parece que engancha y no engancha, porque parece que va para un lado y va para el otro. Entonces que es lo que mejor hace: engañar. Porque si le meten a Messi un pelotazo de 40 metros puede haber un montón de defensores que puedan llegar primero. Pero si después de la elaboración la pelota termina en los pies de Messi, ahí empieza el lío para el rival con la velocidad de Messi. Porque él corre engañando. Porque sabe dónde tiene la cabeza y dónde la pelota”.

Uno lo creía inmortal, para este tipo de máximas, y otras. Uno creía que esto nunca iba a pasar. Uno creía que siempre iba a estar para la consulta ante cada situación de “desculturización del fútbol”, tal cómo él describía lo que hoy todavía se sufre en nuestro juego vernáculo, y con muchos de sus comunicadores. Pero ahora habrá que darse cuenta de que la consulta a su legado debe ser imprescindible.

La Selección salió adelante gracias a él y su banca al proyecto Scaloni. La Selección volvió a las fuentes. A sus fuentes: la del juego de asociaciones, de grandes sociedades (lo que por fin liberó a Messi, con generación de fútbol de todo el equipo, con múltiples abastecedores), la del toco y me voy, o toco y genero el espacio, así una y mil veces.

La AFA por fin lo llamó. No para un homenaje más. Sino para el mejor homenaje: consultarlo. Y darle el cargo de Director de Selecciones Nacionales. Así Menotti deja esta vida con lo que nadie logró: 3 veces campeón del mundo al frente de la Selección Argentina. La primera en el banco a la Selección mayor, para cambiar la historia. Ahora, de una vez por todas, por fin debe salir adelante todo el fútbol argentino, por un camino de identidad y verdadera “reculturización” y campeonatos bien organizados. Tal como Menotti mismo lo pidió tras el título del 78.

Por ahora lo abrazamos como sus hijos del fútbol, como Olguín en la final.Y en ese abrazo reclamamos, también de una vez por todas y para siempre, que en su honor se terminen las infamias. A Perú Argentina le hizo 6 goles porque era una máquina, porque un mes antes le había hecho 3 goles, al mismo Perú en Lima, y porque cuatro días más tarde le hizo 3 goles al Fútbol Total de Holanda. Fue el DT de la Democracia, porque fue elegido en el 74, y porque los “milicos” lo quisieron sacar antes de la serie internacional del 77, porque fue uno de los primeros que se animaron desde la popularidad a firmar una solicitada por los desaparecidos.

No pudieron con él, pese a las tapas a propósito que pedían por Lorenzo porque justamente en aquella serie en la Bombonera la Selección “la rompió”.

Los del 78 fueron héroes también, en medio de una pesadilla que no era de ellos. Y él, conductor de esos héroes. Fue un Antes y un Después. Hay una tercera porque hubo una primera. El fútbol argentino se dividirá por y para siempre en Antes y Después de Menotti.

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