La temporada veraniega 1983-1984 fue el comienzo de un vertiginoso tiempo de transición que empezó a impactar en el cine y en el teatro. El destape. El fin de la censura cinematográfica. El retorno de los exiliados y los prohibidos. Las “patotas” que tuvieron en vilo a algunas actrices y se convirtieron en “cuestión de Estado”.
Por Gustavo Visciarelli
Días después de la asunción del presidente Raúl Alfonsín, Mar del Plata empezó a vivir su primer verano en democracia. El cine y el teatro reestrenaron en la ciudad algunas libertades y lo hicieron a tientas. No era para menos: entre enero y febrero, Alfonsín tuvo que desmentir rumores de golpe de Estado al menos tres veces.
Los argentinos, fascinados con las aperturas del posfranquismo, desapropiamos a los españoles del término destape, que definió la explosiva conjunción de sexo, cine e industria gráfica después de años de censura. Los kioscos de diarios y revistas devinieron en collages eróticos y el Cine A de San Martín 2301 alardeaba: “Llegó el destape total con películas que estuvieron siete años secuestradas”. Frecuentemente, eran de Isabel Sarli, pero pronto llegarían las películas “condicionadas” con escenas de “sexo explícito”.
Doña Flor, libre con sus maridos
Pero aquel destape argentino tuvo alcances trascendentes en cuanto al tratamiento de temas o expresiones artísticas antes prohibidas. De hecho, en el Ópera, fue puesta en escena sin sobresaltos la pieza teatral “Doña Flor y sus dos maridos”, protagonizada por Adrián Ghio, Mirta Busnelli y Villanueva Cosse.
Siete meses antes, en mayo del 83, el director de la obra, el elenco y los bailarines habían afrontado un proceso por “espectáculo obsceno” mientras lo representaban en el porteño teatro Metropolitan. La acción penal incluyó el cierre de la sala y un allanamiento que permitió secuestrar las “pruebas del delito”, entre las que se hallaba el sombrero con que Vadinho menguaba su desnudez.
La marquesina “escandalosa”
La actriz Leonor Benedetto, aquella Rosa de Lejos de 1980, se alineaba entre las precursoras del “destape” con impactantes producciones fotográficas en las revistas.
Arnaldo André venía de un boom televisivo -“Amor gitano”- e iba hacia otro, “Amo y señor”, cuyas bofetadas a Luisa Kuliok, fundamentales en el éxito del ciclo, serían hoy un recurso inadmisible.
En el verano 83-84, André y Benedetto se animaron a recorrer sin ropas el escenario del teatro Corrientes 1 y protagonizando la obra “Segundo Tiempo”. Pero ese no fue el problema, sino la marquesina que colocó Carlos Rottemberg.
Cuatro décadas después el productor sigue sosteniendo que “no se veía nada”. Y tiene razón, porque si bien la dupla actoral aparecía desnuda en una gran foto, un hábil entrelazamiento de brazos y piernas “tapaba todo”.
No pensó lo mismo un abogado capitalino que la consideró obscena y formuló una denuncia penal. El trámite no prosperó y “Segundo Tiempo” terminó la temporada con su marquesina “escandalosa”.
De películas y horrores
La cartelera cinematográfica incorporó “Missing” de Costa Gavras y “El crimen de Cuenca” de Pilar Miró. El primer film recreó el secuestro y asesinato de un periodista norteamericano en la dictadura de Augusto Pinochet y puso en primer plano su aparato de exterminio. El segundo -ambientado en la España de 1918- causó estupor por las explícitas escenas de tortura a los acusados de un crimen que nunca ocurrió.
Ambos temas golpeaban a una sociedad que leía en los diarios el hallazgo cotidiano de fosas con cadáveres NN mientras la Conadep, creada por Alfonsín el 15 de diciembre de 1983, empezaba a reconstruir el horror de los centros clandestinos de detención.
Los excomandantes eran juzgados por sus pares (el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas) mientras el Congreso sancionaba la reforma del Código de Justicia Militar, habilitando a la Justicia Federal a actuar en caso de mora o reticencia del tribunal castrense, que incurrió en ambos extremos. Se abrió así el camino para el histórico Juicio a las Juntas iniciado en 1985.
Además, el 22 de febrero de 1984 el Senado de la Nación derogó la ley que en 1969 había dado origen al Ente de Calificación Cinematográfica durante el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía. Quedaba así desactivada una oscura maquinaria de “preservación moral” que durante 15 años consecutivos prohibió o cercenó cientos de películas argentinas y extranjeras.
Las libertades recuperadas pronto se reflejaron en la cartelera local con un título emblemático que se exhibió en el Ambassador: “Casanovas” de Federico Fellini, filmada en 1976. Luego, le siguieron otras obras prohibidas y desde entonces el cine no sufrió en Argentina censuras ni mutilaciones.
Volviendo al teatro
En la marquesina del Atlas volvió a figurar el nombre del director David Stivel, mentor del grupo Gente de Teatro y del memorable ciclo televisivo “Cosa juzgada” (1969-1971). En el retorno de su exilio -iniciado en 1975 por hostigamiento de la Triple A-, Stivel se reencontró con el público argentino en Mar del Plata, dirigiendo en carácter de estreno a Luis Brandoni y Marta Bianchi en la obra “Papi”, escrita por un dramaturgo prohibido durante la dictadura: Carlos Gorostiza, a la sazón secretario de Cultura del gobierno de Alfonsín.
La cartelera teatral ofreció casi una treintena de propuestas y una de ellas –“El champán las pone mimosas” de Gerardo Sofovich, protagonizada por Santiago Bal y Luisa Albinoni- tuvo inesperada notoriedad.
Cada noche, frente al desaparecido teatro Regina de Peatonal San Martín, se agrupaban decenas de personas para ver salir a los artistas, circunstancia aprovechada por grupos de jóvenes que robaban y manoseaban a las actrices. La prensa nacional empezó a hablar profusamente de las “patotas de Mar del Plata”, cuyos ataques recurrentes obligaron a las artistas a retirarse en patrulleros.
El asunto alcanzó una dimensión solo comprensible en el marco de aquella naciente y frágil democracia, al extremo de convertirse en una “cuestión de Estado” para la provincia. De hecho, el ministro de Gobierno bonaerense, Juan Antonio Portesi, se constituyó en la ciudad y el jefe de la policía, Walter Stefanini, supervisó procedimientos en la peatonal.
“Hay quienes confunden el término libertad en esta nueva etapa que necesita atravesar el país”, comentaba LA CAPITAL con gravedad. Y no pocos auguraban, a partir de esos hechos, el fracaso del flamante período constitucional.
Finalmente, las “patotas” fueron conjuradas dentro del marco de la ley y hoy son un recuerdo banal a la sombra de los muchos y graves escollos que en 40 años afrontó nuestra democracia.
La música, estrella de aquel verano
El rock había sido “descongelado” de las radios durante la guerra de Malvinas cuando la dictadura vedó toda expresión en inglés. Fue así como volvimos a escuchar las voces de los “prohibidos” y a sorprendernos con propuestas emergentes.
Con el retorno de la democracia, los artistas perdieron su condición de sospechosos y las multitudes que se reunían para escucharlos ya no desafiaban el “estado de sitio”. Los jóvenes queríamos cantar y bailar en medio de una euforia rodeada de acechanzas.
Quien mejor percibió esa atmósfera compleja fue Charly García, que -siempre cáustico y ahora bailable- irrumpió con sus “Clics modernos”. Muchos recordarán aquella noche del sábado 14 de enero cuando Charly, con Fito Páez en teclado y Fabiana Cantilo en coros, presentó su nuevo disco en el desaparecido estadio General San Martín.
Los recitales fueron, sin dudas, las grandes estrellas del primer verano en democracia. ¿Quién no asistió a alguno de los que ofreció el ciclo “Jockey Club Música 84” en el Radio City? Aquel verano vinieron el Cuarteto Zupay, Jaime Torres, Víctor Heredia, Juan Carlos Baglietto, Celeste Carballo, Rubén Rada, La Torre, Sweter, Oveja Negra y, regresando del exilio, Alfredo Zitarrosa, que además hizo varias presentaciones en el mítico “Boliche de Chapa” de San Lorenzo y Catamarca.
Otra de las integrantes del ciclo fue Marilina Ross, quien había retornado un par de años antes y venía precedida por el éxito de “Puerto Pollensa”, grabada en diciembre de 1981 por Sandra Mihanovich y por su autora en 1982. La canción fue significativa en aquellos tiempos rigurosos al narrar con sutileza una historia de amor entre dos mujeres.
Por la vuelta
El jueves 24 de enero “luego de un largo período de marginación por motivaciones políticas”, según reza una antigua crónica, Leonardo Favio presentó en el Roxy su nuevo disco, que incluyó el tema “Madres de Mayo”. Previamente, ofreció una conferencia de prensa y cuando un periodista lo interrogó sobre su rol en el escenario durante la “Masacre de Ezeiza”, respondió: “Lo mismo me preguntó Harguindeguy”.
Como se observa, las salas teatrales eran el escenario natural de los recitales de la época. En el Ópera estuvieron Alejandro Lerner, Pedro y Pablo y un Luis Miguel preadolescente -tenía 13 años- que luego actuaría en el Club Rivadavia de Necochea.
El Tronador recibió a Los Twist, liderados por Pipo Cipolatti, que también se presentaron en Frisco Bay, aquella disco que funcionaba en el predio del Waterland y tenía un DJ estrella que llegó a vicepresidente de la Nación: Amado Boudou.
Piero en el recital que ofreció en la Rambla en febrero de 1984.
En el teatro Diagonal, Virus presentó el 19 de enero su disco “Agujero interior”. Y entre el 20 y el 22 llegó Riff, liderado por Pappo Napolitano, que venía de reunir 8.000 personas en el estadio de Ferro. Una curiosa crónica señala que “las butacas de la sala fueron retiradas para que el público pueda bailar”, cuando todo indica que fue simplemente para preservarlas.
Pero el boom de la temporada fue Piero, quien había regresado en 1981 con una nueva frecuencia espiritual, sin cancelar de su repertorio los éxitos contestatarios que le habían significado la fama primero y el exilio después.
“El Tano” ofreció siete recitales en el Radio City y convocó a 13.400 personas. Luego, la Municipalidad, con Elio Aprile como secretario de Cultura, lo convocó para hacer una presentación en la Rambla en homenaje a Julio Cortázar, fallecido el 12 de febrero de 1984. Seguramente muchos estarán diciendo: “Yo fui uno de los 10 mil que estuvieron ahí, coreando “Para el pueblo lo que es del pueblo”.