Por Jorge Raventos
En alguna medida con la venia del propio Mauricio Macri, que dejó el escenario por iniciativa propia, en las últimas semanas se ha consumado la deconstrucción del poder que él ejerciera en Juntos por el Cambio apuntalado por el que supo previamente edificar en su propia fuerza, el Pro.
El último miércoles, uno de sus principales socios en la gestación de la coalición opositora y arquitecto del respaldo radical a esa convergencia, Ernesto Sanz, definió implacablemente la devaluación del expresidente: “En estos días, cuando hay que definir nombres de candidaturas, no se lo llama a Macri, se lo llama a Rodríguez Larreta”. A rey muerto, rey puesto.
Varado
Macri quedó varado en Zurich. Como consecuencia de las restricciones del gobierno argentino a los vuelos del exterior, se obstaculizó su regreso a Buenos Aires. Afortunadamente la FIFA le garantizó un techo durante la obligada demora. Había presentado su libro -Segundo Tiempo- en Madrid, se codeó con la plana mayor de la derecha light española (el Partido Popular) y marcó tarjeta en Suiza, en la entidad futbolística mundial de la que es funcionario, pero nada de eso lo consuela de las amarguras que le deparan las noticias de Buenos Aires.
En primer lugar: la jueza Marta Cirulli decretó la quiebra de Correo Argentino, una medida que Macri considera enderezada a pedir posteriormente la quiebra del grupo SOCMA, la nave capitana del conglomerado empresarial familiar. Aunque la magistrada admitió la apelación del grupo, que tiene carácter suspensivo de la medida original, Macri está convencido de que esa ofensiva no se detendrá: “Es una venganza”, afirma. Pero, ¿venganza de qué?
En otro plano: el canciller de Bolivia, Rogelio Mayta, denunció que, en ocasión del desplazamiento del ex presidente Evo Morales, el gobierno de Macri proveyó a la policía y la Aeronáutica de aquel país insumos “destinados a la represión”. La administración de Alberto Fernández recogió de inmediato el envío de Mayta y disparó una acción contra el expresidente ante la Justicia Federal: allí se denuncia “el envío ilegal de armamento y municiones a Bolivia perpetrado el 12 de noviembre de 2019 por el Gobierno Nacional encabezado por el expresidente Mauricio Macri, con la participación de altas autoridades del Poder Ejecutivo Nacional”.
Argumenta que “el hecho delictivo consistió en el envío irregular de armamento y municiones a Bolivia, a través de una adulteración en las cantidades y destinaciones declarados en las distintas instancias de control y, en particular, ante el servicio aduanero” y observa “la posible comisión de los delitos de contrabando agravado (…) en concurso con los delitos de malversación de caudales públicos, abuso de autoridad y los delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación previstos en los artículos 219 y 220 del Código Penal de la Nación”.
Naturalmente, Macri y otros denunciados (el ex canciller Jorge Faurie, la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich) rechazaron las acusaciones. “¡Dejen de mentir!”, protestó Macri. La causa, en cualquier caso, está en manos de los jueces y tanto en Bolivia como en Buenos Aires aparecen presuntas evidencias que aseguran, por lo menos, un proceso largo y molesto. Si conoce el epigrama de Giulio Andreotti, Macri quizás concuerde con él: “El poder desgasta…al que no lo tiene”.
Antón Pirulero
Macri consideraba -y sigue haciéndolo- “un hecho traumático” la candidatura porteña de María Eugenia Vidal. Pero esa candidatura, respaldada por Horacio Rodríguez Larreta, se ha confirmado. Macri no sólo no pudo defender su preferencia por Patricia Bullrich: dejó a su aliada librada a su suerte. Ella procuró convertir la necesidad en virtud y vistió su debilidad con los rasgos abnegados del renunciamiento. Tanto Larreta como Vidal admitieron ese gesto con hidalguía no exenta de astucia: a competidor que huye, puente de plata.
En la provincia de Buenos Aires, por otra parte, también prevalecía la opinión de Larreta: Diego Santilli será el candidato del Pro. El jefe de gobierno porteño ha intentado, en ese contexto, cumplir lo que acordó con Mauricio Macri: contener al primo Jorge, el intendente de Vicente López. Se trata de una misión no exenta de cálculo: Jorge Macri amenazaba con acompañar la lista que encabezará el neurocientífico Facundo Manes, un gesto que, de consumarse, podría dañar (sensible, aunque no decisivamente) la candidatura de Santilli.
Después de parlamentar con Larreta, Jorge Macri anunció que bajaba su candidatura para seguir trabajando por una lista única de Juntos por el Cambio. Con la mirada puesta en la elección de gobernador de 2023, que es la candidatura que le interesa, el intendente de Vicente López (y presidente del Pro bonaerense) está disgustado con Larreta porque provocó el aterrizaje de un porteño -Santilli- para disputarle esa posición y también porque, indirectamente, empujó a una figura interesante a competir desde el radicalismo por el mismo trofeo.
“La unidad, la lista única, que no nos divida, es una prioridad absoluta. Con el nombre que sea”, argumenta ahora mientras termina de negociar la contraprestación de su paso al costado. Lo que desea es que no se excluyan del mazo las cartas que puedan permitirle ser candidato a gobernador en 2023. Para empezar, aspira a que le concedan un candidato de sus equipos en cada sección de la provincia. La fumata blanca está asegurada, ya que Larreta y Santilli, aunque se sienten básicamente seguros, empiezan a temer el empuje que promete la candidatura rival, la de Manes.
Paradójicamente, el neurocientífico, catapultado por el radicalismo, empezó armando una lista poco radical, ejecutando en territorio bonaerense la melodía que Larreta compone desde la Capital para el país: amplitud, acuerdos con otras corrientes, incorporación de sectores. En suma: una atención menos monopolizada por la burbuja propia e incondicional que por lo que Peter Drucker llamaba los no-clientes; la búsqueda de un electorado heterogéneo e independiente.
La lista que elaboró Manes contiene peronistas no-kirchneristas en posiciones principales (Joaquín de la Torre sería candidato a senador; Emilio Monzó, está anotado para una de los primeros puestos en la lista a diputado), y el científico ha hecho promesas también a Margarita Stolbizer, a figuras de la tecnología y del empresariado. Tanta apertura inquieta a algunos cuadros nostálgicos de la UCR, que quieren ver a correligionarios en las boletas, después de que se defina la PASO con Santilli. Esa pretensión -plausible proviniendo de los gerentes de la marca radical en el distrito- es la principal amenaza a los anhelos del neurocientífico.
Larreta y Santilli, entretanto, también le birlaron un candidato potencial y se aseguraron el apoyo de Miguel Pichetto, que sonaba como posible candidato a diputado en el listado de Manes. El peronismo republicano parece dispersarse para cosechar más: no siempre a cambio de una candidatura (Pichetto no muere por ser diputado) pero tampoco a cambio de nada. El sector de Pichetto se asegura un posicionamiento central en la etapa posterior, post-PASO, en la que seguramente los peronistas no-K, hoy aparentemente disgregados, procurarán reagruparse, cada cual con un territorio propio conquistado. Estas jugadas al interior de Juntos por el Cambio debilitan la construcción, de todos modos convergente, que intenta por las suyas Florencio Randazzo (otra columna no-K). El arma por afuera de la coalición opositora, aunque funcional a ella, buscando disputar parte del voto peronista al Frente de Todos.
Estas construcciones avanzan sin la presencia ni la supervisión de Mauricio Macri. Que no por haber perdido su antigua preeminencia en su fuerza va a ser abandonado a su suerte. Será defendido, aunque quizás no con la energía, los argumentos y los énfasis que él preferiría, ni reivindicando cada aspecto de su gestión (menos que menos, la económica).
Anticipos
En septiembre de 2019, en esta columna, se pronosticó lo que hoy está ocurriendo en el seno de la oposición. No hay que cambiarle demasiado: Por debajo de los trajines electorales -decíamos entonces- ya se discute el destino del Pro y de Juntos por el Cambio una vez que Mauricio Macri se haya despedido de los recintos presidenciales.
Aunque se descuenta que la nueva etapa girará alrededor de un nuevo liderazgo, con el ascenso cantado de Horacio Rodríguez Larreta, nadie supone que el cambio de guardia vaya a producirse turbulentamente. A Macri le será garantizado un rol simbólico como figura consular, que le permitirá mantenerse activo principalmente fuera del país, cultivando algunas de las relaciones internacionales que estableció durante su gestión y recuperando el tiempo familiar perdido durante cuatro años que fueron intensos más allá de los resultados. Luego, la vida dirá.
En cualquier caso, el cuerpo central del Pro seguramente revisará la política que convirtió las grandes esperanzas de 2015 en la decepción de 2019. Tendrá que hacerlo desde el llano o -menos dramáticamente- desde el espacio que constituyó su punto de partida, la Capital Federal. Podrá hacerlo con más experiencia y también con más extensión: el partido que nació como una fuerza municipal hoy tiene un alcance territorial más amplio y una fuerza parlamentaria considerable.
Deberá restañar las heridas de una salida dolorosa del gobierno: con pérdida de banderas (la desregulación, por ejemplo) y fracasos en aquellos puntos sobre los que proclamó el deseo de ser juzgado (erradicación de la pobreza y victoria sobre la inflación, por caso). Deberá trabajar para apartarse del aislamiento. La política de acuerdos que el Pro en el gobierno rechazó como banca deberá en muchos casos admitirla ahora como punto.
En cualquier caso, el camino que tiene por delante el Pro exige amplitud y sutileza. Su base social, así como la lógica y la física del sistema político, lo ubican en la oposición, en la representación de un tercio de la ciudadanía que de elección en elección (y de generación en generación) mantiene una tesitura diferenciada del peronismo (o fieramente adversa a él).
A partir de esa constatación, queda claro que no sería realista ni rendiría beneficios políticos al Pro que seguramente liderará Larreta sumarse a alguna forma de transversalidad como la que Néstor Kirchner le ofreció en su momento al radicalismo (y éste aceptó). Pero tampoco sería sensato convertirse en una fuerza testimonial, predicadora de republicanismo y pureza moral y atrincherada en una oposición cerril, como la que tiende a encarnar, por ejemplo, Elisa Carrió. Una postura así puede lucir en políticos francotiradores, pero no es razonable en el jefe de un distrito como la Capital Federal.
Final
No hemos hablado en esta nota del oficialismo; le hemos dedicado más espacio a Mauricio Macri que al Presidente.
Digamos, para enmendar esa carencia, que el gobierno, y especialmente Alberto Fernández, también pueden, como Macri, repensar aquella frase de Giulio Andreotti, apenas modificada: “El poder desgasta…sobre todo al que no lo usa”.