El 29 de agosto de 1971 se vendieron todas las localidades habilitadas del estadio “San Martín” para ver un Kimberley-San Lorenzo que prácticamente sellaba un torneo. Un fallo del árbitro que todavía hoy no se ve claro provocó un escándalo del que habló el país.
Por Sebastián Arana
Pasó a la posteridad como “el partido del penal de Bujedo”. Así de simple y de gráfico. Un rótulo inconfundible para una tarde de fútbol, de furia y de un enigma que persiste pese al paso del tiempo. Una etiqueta que define a la gran polémica de la historia del fútbol marplatense.
Cincuenta años atrás los torneos de primera división de la Liga local tenían poco que ver con los actuales. Tenían un rebote mediático importante y grandes jugadores. El premio para el campeón era extraordinario: clasificar al Nacional, el torneo que mezclaba a los populares equipos de AFA con los grandes del interior. Alvarado y Aldosivi recién empezaban a agitar pasiones y aún estaban lejos de su pico de popularidad. El clásico marplatense era otro. San Lorenzo y Kimberley, entonces, eran indiscutiblemente los dominadores del fútbol de la ciudad.
“Era barrio contra barrio. Todos nos conocíamos, nos cruzábamos permanentemente. Muchos íbamos hasta a la misma escuela. Nos puteábamos de arriba abajo los domingos cuando nos cruzábamos en una cancha y en la semana nos saludábamos como si nada hubiera ocurrido. Esperábamos, nosotros o ellos, el momento de ganarles el campeonato para ir a colgarles una corona de flores, de madrugada, en la puerta de la sede. La noche posterior a un clásico los hinchas del equipo ganador sacaban pecho en la confitería Jockey Club; los perdedores ni aparecían”, recuerda Eduardo “Dady” Luenzo, hoy presidente de San Lorenzo, el folklore de aquellos años.
El clásico Nº 64, el correspondiente a la segunda rueda del torneo oficial de 1971, no fue indiferente para el futbolero marplatense. No sólo tuvo en vilo a los hinchas de Kimberley y San Lorenzo. Miles de neutrales, además, concurrieron al estadio “San Martín” ilusionados por la calidad de ambos conjuntos y atraídos por el morbo que destilaba el decisivo encuentro. Había más que el honor en juego.
Esa tarde prácticamente se definía un campeonato y, por ende, la clasificación al Torneo Nacional de 1972. Cerca de las 15.30, cuando los clásicos rivales salieron a la cancha, el mítico escenario ya lucía completo, salvo la inhabilitada “tribuna fantasma”, la que daba a la calle Bahía Blanca. Se recaudaron 3.872.300 pesos nacionales, un récord para la época. Hoy, 29 de agosto, se cumplen 50 años de aquel choque que tanta expectativa generó en la previa y del que tanto se habló después.
El clásico San Lorenzo-Kimberley de la segunda rueda de 1971 fue el número 64 en la historia.
“Kimberley venía de ganar dos títulos consecutivos, había jugado el Nacional de 1970 y se disponía a intervenir en el de 1971. Aquella vez se peleaba por quién se quedaba con el fútbol de Mar del Plata, ni más ni menos”, define Luenzo, entonces un hincha “del tablón” o, mejor dicho, del frío hormigón del “San Martín”.
El partido correspondía a la decimoquinta fecha de un torneo de veintidós. Kimberley llevaba 26 puntos, dos puntos más que su rival. El empate lo dejaba en una buena posición para lograr el tricampeonato. San Lorenzo, para discutirle ese título, no tenía otra alternativa que la victoria.
Por entonces en el fútbol marplatense la diferencia que marcaban Kimberley y San Lorenzo sobre los otros equipos era notoria. De ahí que el partido tuviera el valor de una final aunque faltaran disputar siete fechas y catorce puntos. El resultado de los dos clásicos del certamen, en aquel tiempo, resultaba clave para definir al campeón porque casi no perdían puntos contra los restantes adversarios.
“Era el partido cumbre, el que todos querían ver, San Lorenzo y Kimberley eran mucho más que el resto. Y todos los clásicos de esos años adquirieron un valor enorme porque en ellos se jugaba la clasificación al Nacional”, recuerda el periodista Juan Carlos Morales, por entonces redactor de La Capital.
Como suele ocurrir cuando tanto hay en juego, el brillo que sugerían las individualidades y las avasallantes campañas previas estuvo ausente.
“El partido fue malo, era un cero a cero clavado. San Lorenzo en ningún momento jugó cómodo. Si me apurás, Kimberley lo hizo un poquito mejor”, apunta Juan “Lalo” Cruz, quien por esos años y bajo la tutela de Aldo Bartolucci comenzaba en el club “santo” su camino como dirigente de fútbol.
La pulseada se encaminaba al minuto 90, casi sin situaciones delante de los arcos ni emociones. Y se produjo un córner en el arco que daba sobre la calle Garay, sobre la izquierda del ataque de San Lorenzo. Había llegado el momento de José Francisco Bujedo, el árbitro del partido, el hombre que le puso su nombre a la tarde.
El penal
Bujedo, nacido en Córdoba capital el 19 de marzo de 1935, en agosto de 1971 estaba considerado como el mejor árbitro de la Liga Marplatense. “Era un buen árbitro, el más destacado de ese momento en el medio local”, señala Juan Carlos Morales.
“A la vez –sostiene Armando Fuselli, el periodista que más ha hurgado en la historia del fútbol de esta ciudad-, aunque parezca mentira a raíz de todo lo que luego se supo de él, era un tipo simpático, de buen trato, carismático”.
El arbitraje era la segunda ocupación para este cordobés, a la vez Suboficial Mayor de Infantería de Marina. Más tarde participó en el aparato represivo de la dictadura cívico-militar que derrocó en 1976 al gobierno de María Estela Martínez de Perón. Y con los años fue condenado a ocho años de prisión por la Cámara Federal de Casación Penal por los delitos de privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia y amenazas y por su duración, e imposición de tormentos agravados por haber sido cometidos en perjuicio de un perseguido político, de los que resultó víctima Edgardo Rubén Gabbin.
Ese 29 de agosto de 1971, sin embargo, los juicios y las sentencias adentro de un campo de juego corrían por su cuenta. Y cuando el apuntado córner desde la izquierda, luego de que un par de jugadores intentaron conectarlo infructuosamente, se desvaneció sin peligro alguno para el arco de Ucha, Bujedo salió eyectado hacia adelante marcando el punto penal con su mano derecha.
“Nos robó el partido. Cobró un penal que sólo vio él. Con los años lo crucé en Villa Marista en un partido de veteranos y lo encaré para preguntarle qué había cobrado. ‘Dejate de embromar Ucha, esas son cosas viejas’, me respondió”. Pasaron cincuenta años y a Rolando Ucha, el legendario arquero kimberleño, todavía no se le pasó la indignación.
La “Fiera” no fue el único que no entendió qué cobró Bujedo. Ese domingo estuvieron en el estadio dos glorias de Independiente de Avellaneda. De paso por Mar del Plata, el arquero Miguel Ángel Santoro y el duro defensor Ricardo Pavoni no pudieron resistirse a la tentación de concurrir al “San Martín” a presenciar el partido.
Las impresiones que ambos dejaron a uno de los cronistas de “La Capital” son interesantes porque están despojadas de parcialidad alguna. “Mal partido y un penal inexistente”, comentó “Pepé”. “Los dos anduvieron mal y no vi nada en la jugada del penal”, sostuvo el uruguayo.
“Cuando Bujedo salió corriendo marcando el penal –sostiene el sanlorencista ‘Lalo’ Cruz-, nadie entendía nada, nadie había visto nada”.
Extrovertido como era, Bujedo intentó una explicación en el vestuario ante la presencia de varios periodistas. “El ‘9’ lo tenía agarrado al ‘6’ con las dos manos. Fue un penal claro. Si no lo cobraba, no podía dirigir más”, comentó en voz alta antes de que Edgardo Acciarini, gerente de la Liga, le recomendara que hiciera silencio delante de los periodistas y al mismo tiempo que Piedrabuena, uno de los líneas, admitiera que no había visto nada porque “estaba demasiado lejos”.
Casi nadie compartió la convicción del cordobés. “Ni los de San Lorenzo se dieron cuenta de que había cobrado penal. Fue muy raro. Después se dijo que Mitrovich lo tenía tomado de la camiseta a Sernia. Yo era muy amigo de José y me citó en un café para jurarme que él no había hecho foul alguno. Si hubo algo, fue una de esas faltas en el área que solo marcaban árbitros como Javier Castrilli o Humberto Dellacasa. Pero Bujedo no se caracterizaba por cobrar esas infracciones”, rememora Juan Carlos Morales.
Encontrar el “foul fantasma” se convirtió en un verdadero desafío para los fotógrafos que cubrieron aquel partido. Guiado por su celo profesional, el reportero gráfico Néstor Alfonso creyó haber encontrado la foto de la infracción revisando los negativos de las coberturas del partido de Raúl Galán, Norberto Gallardo, Carlos Blanco y la suya propia. En la edición del martes 31 de agosto LA CAPITAL publicó una secuencia fotográfica en la que una mano de Mitrovich –y no dos, como sostuvo Bujedo en el vestuario- toma por el hombro la camiseta de Sernia.
“Todavía recuerdo ver al Gordo irrumpir corriendo en la redacción gritando: ‘Acá la tengo’. Pero, en apariencia, no era la misma acción. En la foto Hugo Sangorrín salía tapando tanto a Mitrovich como Sernia y él aseguró que no estuvo en ese sector del área y que, por lo tanto, no era la imagen del supuesto penal”, recuerda Fuselli.
“Pudo haberse equivocado Néstor, también pudo haberse confundido Hugo. Lo cierto es que esa secuencia quedó cuestionada como prueba de que Bujedo había acertado. Los hinchas de Kimberley nos putearon durante varios días”, completa Armando, quien por entonces también trabajaba en esta redacción.
Néstor Fusaroli, por entonces directivo kimberleño, agrega más detalles sobre la controvertida foto. “Conocía a casi todos los fotógrafos de LA CAPITAL que trabajaron esa tarde y a todos les pregunté después del partido si habían tomado la imagen del penal. Los cuatro me respondieron negativamente”, apunta.
“Me sorprendí mucho cuando luego vi publicada esa secuencia. Recuerdo que los muchachos entrenaban en Villa Marista y les mostré el diario cuando salíamos para la práctica. Y uno de ellos me dijo que no estaba ni cerca de ese lugar en la jugada del córner. Me enojé mucho en aquel momento con Raúl Galán, con quien tenía una amistad, estuve varios meses sin hablarle”, concluye “Fusa”.
Volviendo al momento del penal, como cualquiera podrá imaginar, las protestas de los jugadores kimberleños fueron interminables. El partido estuvo un buen rato detenido.
“Debieron haber pasado por los menos diez minutos desde que Bujedo sancionó el penal y Loyola lo ejecutó. Había que patear ese penal, no era nada fácil, todavía me acuerdo cómo entró la pelota pese a que lo vi de lejos, desde la tribuna de calle Alvarado”, recuerda Luenzo.
“Esperé a que Ucha se moviera y, como no lo hizo, decidí darle fuerte y arriba. Estaba tranquilo, te lo juro”, afirmó aquel día el propio “Mingo”, un implacable pateador de penales.
Los ánimos, a esa altura, estaban caldeadísimos. Pero hubo un poco más de partido. Malleo y Mitrovich entraron en pared al área de San Lorenzo y el goleador cayó en el área cuando se disponía a rematar al arco. “Sernia lo agarró de la camiseta y lo tiró para atrás. Un metro adentro del área. Ese fue el único penal de la tarde”, apunta Fusaroli. Para Bujedo, sin embargo, esa falta no existió. Y ahí explotó todo.
El escándalo
“Récord de recaudación, récord de incidentes”, se escribió aquella vez en LA CAPITAL.
Los hinchas de Kimberley, enardecidos, lograron abrir el alambrado en dos sectores distintos –detrás del arco que daba a la calle Alvarado y debajo de la platea que corría a lo largo de la avenida Champagnat- para ingresar al terreno de juego a descargar su furia contra el árbitro.
Algunos que estaban adentro les tomaron ventaja. Como Luis Nicolai, delegado de Kimberley en la Liga y cronometrista, ocupación que pasó a la historia poco tiempo después. “El Gordo era un pan de Dios y le quería pegar a Bujedo y a cualquiera. Estaba como loco”, recuerda “La Fiera” Ucha.
Los cronometristas. A la izquierda, Luis Nicolai, uno de los suspendidos por su participación en los incidentes.
Bujedo, asistido por los jueces de línea, sobre todo “El Turco” Jorge Rezk, tuvo que defenderse como pudo de varios ataques cuerpo a cuerpo hasta que los policías pudieron normalizar el caos adentro de la cancha.
En tanto, desde las plateas y hacia adentro del campo llovían piedras y todo tipo de proyectiles. Los hinchas llegaron hasta quemar la lona que protegía la salida de los árbitros.
La policía tuvo que recurrir a tirar gases lacrimógenos contra la gente que estaba en la tribuna de Alvarado y a las plateas ubicadas bajo las cabinas de transmisión.
“A partir de que los hinchas de Kimberley se metieron en la cancha aquello fue un verdadero pandemonio. Y no quedó ahí. Por la tarde pasaron por la sede de San Lorenzo y le rompieron los vidrios a piedrazos. Y la casa que Aldo Bartolucci tenía en Quintana y Santiago del Estero a la mañana siguiente apareció pintada con alquitrán”, sostiene “Lalo” Cruz.
“Yo tenía diecisiete años en aquel partido. Honestamente, lo único que me acuerdo de aquellos incidentes es que terminé tirado en el piso de la cabina del “Turco” Pivot para protegerme de los gases lacrimógenos”, afirma Héctor “Filo” Nocelli, quien con los años llegó a ser presidente de Kimberley luego de una destacada trayectoria como dirigente.
“La cobertura que luego todo el mundo le dio a los incidentes fue muy grande. Y le costó el noviazgo a un amigo mío”, apunta “Filo”.
En efecto, uno de los medios nacionales que mayor despliegue le dio a lo que ocurrió en el clásico fue la Revista Así, creada en 1955 por el empresario Héctor Ricardo García, que en la cúspide de su popularidad llegó a tener tres ediciones semanales.
“Mi amigo –completa “Filo”- salió ‘escrachado’ en una de las fotos queriéndole pegar a Bujedo. Por entonces salía con una chica de Buenos Aires de muy buena familia. Cuando vieron las fotos, lo echaron la madre y ella. No querían saber más nada con él”.
Imágenes como se vieron aquella tarde en el estadio “San Martín” con el tiempo se convirtieron en harto repetidas cuando el clásico Aldosivi –Alvarado estuvo en su apogeo. Pero en agosto de 1971 no eran tan comunes. “Mar del Plata asiste por primera vez en el plano futbolístico a un espectáculo deplorable de características gigantescas”, se escribió aquella vez en LA CAPITAL.
Definitivamente el esperado clásico había pasado a la historia. Aunque por motivos muy diferentes a los que provocaron tanta expectativa del público.
Secuelas
Las relaciones entre los dos clubes se agriaron por completo. “Hubo conatos de agresión durante mucho tiempo después de ese partido y las relaciones entre ambas instituciones se rompieron oficialmente”, afirma “Dady” Luenzo.
La Liga, por su parte, castigó duramente a Kimberley. Le quitó su parte de la gran recaudación de esa tarde, lo obligó a pagar todos los daños que sus parciales causaron en el estadio y, por último, le sacó a sus asociados el derecho de ingresar libremente a los distintos escenarios por tres fechas y también sancionó su localía por tres partidos, aunque las dos últimas medidas se redujeron en definitiva a una sola jornada. Por último, inhabilitó a Luis Nicolai como cronometrista oficial y para desempeñar cualquier cargo directivo en instituciones afiliadas a la Liga.
A Bujedo se lo sancionó por un mes, luego reducidos a quince días, pero no por su actuación, si no por permitir la entrada y permanencia de extraños en el terreno de juego.
El castigo más grave para Kimberley, empero, fue no haber podido llegar al Nacional de 1972. De esa fatídica tarde de agosto salió igualado en puntos con su clásico rival. Sin embargo, al siguiente domingo, empató sin goles en su visita a Aldosivi en la cancha de Ministerio y San Lorenzo se encaramó a la punta goleando 3-0 a River.
Las siguientes seis fechas fueron un “paseo” para los “patanegras” de Eresuma y Loyola: 6-0 a Deportivo Norte, 3-0 a Círculo, 1-0 a Nación, 6-0 a Boca (con cinco goles de Eresuma), 3-0 a Aldosivi y 4-0 a Alvarado. 23 goles a favor y ninguno en contra para el “Gordo” Jorge Videla, quien terminó el torneo con una serie imbatida de 791 minutos.
Kimberley, que además igualó 1-1 con Atlético Mar del Plata en la fecha 20, pese a ganar el resto de sus partidos, no pudo impedir ni la vuelta olímpica de San Lorenzo ni que los parciales “patanegras” le colgaran la indeseada corona floral.
Misterio
Como alguno de los consultados admitió en off, “todos imaginaron cosas a raíz del desenlace de este partido”.
Armando Fuselli sostuvo que si hubo algo raro los periodistas que cubrían habitualmente el fútbol marplatense “no lo notaron”. “Nosotros no nos metíamos, no éramos amigos de los jugadores ni de los dirigentes”, afirmó convencido.
El resto sugirió más que lo dijo. Todos coincidieron que en aquellos años los dos clubes tenían “dirigentes rápidos” y que “se sacaban los ojos” por llegar al Nacional.
Fusaroli lo blanqueó claramente. “Kimberley ganó mucha plata en el Nacional de 1970 con las recaudaciones, que llegaron al mismo tiempo que se hacía la campaña de suscripción para la pileta. Era muy tentador jugar ese torneo”, puntualizó.
San Lorenzo alcanzó en 1971 su séptimo título de Liga Marplatense, tras los seis consecutivos logrados entre 1963 y 1968.
Todavía estaba lejos el momento en el que la estrella de ese torneo empezó a palidecer para los equipos de esta ciudad y el público -salvo ocasiones excepcionales- a darle la espalda.
San Lorenzo, sin ir más lejos, “reventó” de gente el “San Martín” poco después, en el Nacional de 1973, cuando le ganó 2-1 a River. “Nunca vi el estadio como ese día. Habilitaron hasta la tribuna fantasma y detrás de los alambrados se formaban cuatro o cinco filas de espectadores. Recién cuando jugaron Alvarado y Arsenal en 1992 se vio algo parecido”, recuerda “Dady” Luenzo sobre aquellos torneos que entonces compensaban el gran esfuerzo económico de los clubes.
La polémica siguió rodeando a los San Lorenzo-Kimberley de aquellos años. En el Torneo Extra de 1974, clasificatorio al Regional 1975, Kimberley ganaba 3-2 y faltaba poco. Pero Jorge Rezk le concedió dos penales dudosos a San Lorenzo, que ganó 4-3 gracias a las conversiones del implacable Loyola. Fue tanta la indignación kimberleña que el equipo no se presentó a jugar el siguiente partido ante Círculo Deportivo. “A Rezk lo sepultó lo de aquellos penales así como la carrera de Bujedo ya no fue la misma después de 1971”, sentenció Fuselli.
A la última fecha del segundo torneo de 1980 Kimberley llegó un punto arriba de San Lorenzo. Pero Jazmín Ciancio otorgó otro penal muy discutido a favor de los “santos” , que gracias al gol habitual de Loyola terminaron ganando 3-1 para sacar del camino a su rival de siempre. Y todo terminó en otro escándalo de proporciones en el “San Martín”.
Ninguna de estas grandes discusiones, sin embargo, estuvo signada por similares pasión, repercusión, virulencia y misterio. No hubo otra igual a la del penal de Bujedo. El árbitro, fallecido no hace tanto, no puede agregar más a lo que dijo en su momento en los vestuarios del “San Martín”. Pero pasarán los años y todavía habrá quiénes se seguirán preguntando si realmente existió el famoso “agarrón” de Mitrovich a Sernia.
* En los próximos días, LA CAPITAL publicará un informe con el historial completo de los clásicos entre Kimberley y San Lorenzo, a 100 años del primer enfrentamiento.
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