Por Daniel E. Di Bártolo
“Colgados de la sotana del Papa” se titula el editorial del periodista Julio Blank del diario Clarín del domingo 19 de noviembre, donde se hace referencia al encuentro que se realizará en el Vaticano con presencia de dirigentes sindicales de todo el mundo, sectores académicos, de la comunicación y organismos internacionales dedicados al tema del trabajo (OIT).
“Legión de sindicalistas al Vaticano”, titulan otros medios de comunicación. La información acerca del encuentro pone el énfasis – como sucede en tiempos de la pos verdad – en el número de asistentes, en que pertenecen a distintos sectores internos del sindicalismo argentino y que van “a ´pedir la bendición del Papa Francisco”, asegurando que “se le escapa su mejor sonrisa cuando se encuentra con un sindicalista”.
La lectura crítica permite visualizar una mirada despectiva sobre los gestos de índole pastoral del Papa, haciendo todo lo posible para transformarlos en actitudes políticas. Se trata, en la textualidad simbólica de esos comunicadores, de “bajarle” la estatura universal al Papa para ubicarlo en un mero nostálgico de estructuras corporativas que se inmiscuye en la política interna de nuestro país.
En paralelo, la asistencia de dirigentes sindicales a ese encuentro en el Vaticano no pasa, según ellos, de una desesperada voluntad de auto-legitimación mediante una foto en la casa mundial de la Iglesia Católica junto a su Jefe universal, a la sazón, argentino.
La verdad es otra. La objetividad pasa por otro lado. Los datos nada tienen que ver con las intencionadas interpretaciones.
El encuentro convocado por el Vaticano tiene como motivo central el debate sobre el mundo del trabajo a escala global en el contexto de la celebración de los 50 años de la Encíclica Populorum Progressio (El desarrollo de los Pueblos), promulgada el 26 de marzo de 1967 por el entonces Papa Pablo VI. La temática del encuentro recorrerá los hitos entre dicha Encíclica y la reciente Laudato Si del Papa Francisco.
El pensamiento social de la Iglesia ha sido recurrente y profuso en la valoración del trabajo como centro de la cuestión social y la ponderación de las organizaciones sindicales como herramientas de la defensa de los derechos de los trabajadores y su promoción integral junto a sus familias.
La Encíclica Populorum Progressio fue dada a conocer a los pocos meses de la clausura del Concilio Vaticano II que produjo una profunda revisión de la Iglesia en relación al mundo y destacó el papel del laico como constructor de estructuras de justicia social. Su texto está dedicado a la cooperación entre los pueblos y al problema de los países en vías de desarrollo. El Papa Pablo VI denuncia que el desequilibrio entre países ricos y pobres se va agravando, critica al neocolonialismo y afirma el derecho de todos los pueblos al bienestar.
La línea de crítica al capitalismo financiero internacional continúa con Juan Pablo II, Bendicto XVI y el actual Francisco. Lo mismo sucede con las posiciones con relación al trabajo y a los trabajadores. La memorable Encíclica Laborem Excersen (El trabajo humano) del Papa polaco puso de relieve el valor objetivo y subjetivo del trabajo y se explayó acerca de la función de los sindicatos.
En la misma línea de pensamiento se expresaron los Obispos Latinoamericanos del CELAM (Conferencia Episcopal Latinoamericana) en célebres documentos como Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).
En la Argentina, se puede recorrer el mismo itinerario desde los Documentos de San Miguel (1969) hasta las recientes declaraciones del nuevo Presidente de la CEA (Conferencia Episcopal Argentina), Mons. Oscar Ojea: . “para la doctrina social de la Iglesia el trabajo no es una mercancía, sino que hace a la dignidad de la persona. Es el gran ordenador de la vida.”.
Este rápido sobrevuelo nos permite ver que la relación entre el Papa y los sindicatos –entre el pensamiento social de la Iglesia y el sindicalismo – no es fruto de oportunismo ni coyunturas. Se ubica en la profunda y rica tradición de la opción por los pobres y los trabajadores propia del Evangelio y del modo que la Iglesia lo fue actualizando a los tiempos históricos.
Es cierto que Jorge Bergoglio es un argentino que comprende nuestra cultura popular como lo leyó Karol Wojtila quien se abrazó con el recordado Saúl Ubaldini frente a una multitud de trabajadores en el Mercado Central de Buenos Aires.
Nuestro aporte no es reivindicativo sino intenta aportar a la verdad histórica, dejando de lado las lecturas intencionadas que tratan de menospreciar al Papa y ahondar la grieta entre la sociedad y las organizaciones sindicales.
Aguardamos con entusiasmo las conclusiones de la Conferencia Internacional que se llevará a cabo en el Vaticano mientras subrayamos el desafío de pasar “del discurso de la pobreza al compromiso con el pobre” (Mons. Gabriel Mestre, Obispo de Mar del Plata).
* Secretario de Educación – SADOP Nación