Ubicado en el barrio porteño de Monserrat, fue construido por el arquitecto italiano Mario Palanti para el empresario Luigi Barolo. Inaugurado en 1923, fue en ese entonces el edificio más alto de Sudamérica.
Por Augusto Morel
El camino hacia la redención espiritual se esconde desde el siglo XX en Buenos Aires dentro del Palacio Barolo, una obra arquitectónica creada hace casi 100 años para homenajear la “Divina Comedia” del poeta Dante Alighieri y construido bajo la misión de custodiar el legado de Italia en Argentina.
Por medio de un pasaje con inmensos portales sobre las calles Avenida de Mayo e Hipólito Yrigoyen se ingresa al vestíbulo del “infierno”, donde varios “Virgilios” esperan para oficiar de guías durante el ascenso a lo largo de los 22 pisos del edificio que alcanza los 100 metros de altura.
El palacio, destinado para uso exclusivo de oficinas, fue un encargo del empresario textil italiano Luis Barolo a su compatriota, el arquitecto Mario Palanti, quien comenzó el proyecto en 1919. Su ideólogo estaba convencido de que la siguiente guerra mundial sería la última para el continente europeo y con el edificio aspiraba a conservar las bases de su tierra natal.
Sin embargo, la historia dictaminó que el verdadero trasfondo era aprovechar la explosión inmobiliaria por la que transitaba Argentina durante la década de los años 20. Barolo nunca pudo ver su legado finalizado, ya que falleció en 1922, un año antes de la inauguración.
El recibidor vislumbra “La Ascensión”, una escultura de bronce que representa a un cóndor cargando el cuerpo de Dante hacia el paraíso y brinda la antesala del final del recorrido. La leyenda marca que la estatua habría cumplido la función de urna funeraria para las cenizas del poeta en caso de que la profecía apocalíptica de Barolo se hubiese cumplido.
Al caminar por la antesala se revelan nueve bóvedas de acceso que representan los mismos círculos descriptos en el infierno de Dante, decoradas con citas talladas en latín, extraídas de otras nueve obras, entre las que se encuentran frases características de la Divina comedia y la Biblia.
Purgatorio
El ascenso hasta la planta 14 a lo largo de los 1.410 escalones revestidos de mármol o a través de un par de ascensores -para la comodidad del penitente- la edificación se vuelve cada vez más luminosa y pura en su estructura, en alegoría a la limpieza de un pecado capital cada dos pisos.
Una explicación práctica indica que el diseño de Palanti fue pensado para que la luz natural alcanzara cada recoveco de la estructura durante los horarios de oficina. La arquitectura del primer rascacielos de América Latina se inscribe en un estilo neogótico y neorrománico, pero también incluye técnicas de construcción basadas en los gigantescos edificios estadounidenses, sin descartar los rasgos estructurales rioplatenses.
Las simbologías dantescas, descubiertas gracias a estudiosos en la materia durante 1993, dieron al palacio el estatus de “Patrimonio Cultural” y rescató el estado de abandono en el que se veía sumergido. Además, frenó cualquier tipo de modificación por parte de sus inquilinos en las 270 oficinas de un total de 401 despachos utilizables.
Paraíso
En el piso 16 y libre ya de todo “pecado”, un compendio de oficinas fue transformado en una terraza-bar, que aunque desentone con el estilo simbólico del edificio, fue ambientada a década de 1920.
“Todos los que trabajamos aquí estamos caracterizados para incentivar a todo aquel que nos visita a mimetizarse, a sentirse parte de la época. Encima, el Palacio nunca te deja de sorprender, siempre hay algo nuevo por descubrir y la historia se encuentra plasmada en sus paredes”, le dijo a EFE Elena Orlova, una de las guías del Barolo.
Según la guía, el ascenso al último círculo del Cielo es representado como la “luz de Dios”, un faro que encarna la llegada al Empíreo. Además, sobre la estructura se encuentra la constelación de la Cruz del Sur, que se puede apreciar alineada con el eje del Barolo los primeros días de junio cerca de las 19.45.
De hecho, Palanti pretendía que el faro marque el acceso a la desembocadura del Río de la Plata con la intención de que reciba a los barcos extranjeros con su halo lumínico. Por ese motivo, el arquitecto erigió el Palacio Salvo, una edificación “gemela” en la principal calle de Montevideo, la Avenida 18 de Julio.
No obstante, el Barolo ve a su pariente como un “hermanastro”, ya que carece de las referencias y alegorías características y desde su concepción fue generado para albergar oficinas, carece de agua caliente, gas natural o baños cómodos.
Por otra parte, el Salvo fue pensado como un edificio balneario creado para ser habitable. En cualquier caso, ambos comparten a simple vista similitudes del mismo padre con distinto significado.
Finalmente, la “luz de Dios” está recubierta por una cúpula diseñada bajo reminiscencias hindúes para personificar el amor tántrico de Dante por su musa Beatriz y que se encuentra alineada con “La Ascensión”, donde el cóndor acarrea al poeta hacia la cima.
EFE.