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El otro telón de acero: ¿Por qué mueren menos por Covid en Europa Oriental?

El menor número de muertes y contagios permiten que la actividad social y económica comience a recuperarse a mayor ritmo en la región.

VIENA, Austria.- Mientras que en Europa occidental los fallecidos por coronavirus se cuentan por decenas de miles, en la zona central y oriental del continente la pandemia parece controlada y la vida social se abre camino entre medidas de prevención.

La diferencia es clara viendo las cifras de fallecidos por millón de habitantes: en Bélgica son 792, en España 589, en Italia asciende a 528, en Reino Unido a 522 y en Francia a 419.

Como contraste, en Austria son 71, en Rumania 57, en Hungría 46, en República Checa 28, en Croacia 23, en Bulgaria 15 y en Eslovaquia 5, según datos de la Universidad Johns Hopkins.

El inferior número de contagios, hospitalizaciones y muertes posibilitaron que en esta región la vida pública recupere antes, si bien poco a poco, cierta normalidad, con la reapertura de tiendas, bares y colegios, y pronto eventos con público e incluso fronteras.

La pandemia llegó más tarde

La mera suerte, la actuación rápida de las autoridades, el menor contacto entre generaciones, la desconexión con grandes centros globales, como China, donde surgió la pandemia, son algunas de las explicaciones dadas a EFE por destacados expertos de la zona.

Mientras en Italia, Reino Unido y España los primeros casos se detectaron en enero, en República Checa, Eslovaquia, Hungría, Croacia y Serbia no aparecieron hasta la primera semana de marzo.

Ese lapso dio un tiempo precioso para valorar lo que sucedía en Occidente y tomar medidas en una fase temprana.

A Austria, vecina de Italia, la COVID-19 llegó a final de febrero y la suerte también jugó a su favor, explica a Efe Thomas Czypionska, experto en políticas sanitarias del Instituto de Altos Estudios de Viena.

Primero, los jóvenes

El foco principal en Austria surgió en localidades cerca del norte de Italia, muy frecuentadas por esquiadores, es decir, principalmente gente joven que resistió mejor al virus.

Austria también tuvo la ventaja de que el brote se originó en poblaciones pequeñas, como Ischgl, con menos de 1.500 habitantes, y en una región alpina no muy poblada, como Tirol.

Muy diferente es cuando el foco aparece en una gran metrópolis bien conectada con el resto del territorio, como Madrid o Milán.

A eso se sumó que el contacto entre generaciones en Europa central es mucho más reducido, porque los jóvenes se independizan antes, y los esquiadores no contagiaron así a sus padres o abuelos, explica Czypionska.

“En Austria hemos tenido la gran ventaja de que el virus se ha expandido primero entre un grupo de edad cuyo riesgo es muy reducido”, explica el experto austríaco.

Población envejecida

El factor edad también es destacado por Atanas Mangarov, jefe de pediatría en el Hospital de Infecciones en Sofía.

Este epidemiólogo búlgaro argumenta que en su país hay proporcionalmente menos gente anciana: la esperanza de vida en Bulgaria, 75 años, es la menor de la Unión Europea, con 4 años por debajo de la media comunitaria y 8 años de la de Italia o España.

Menos personas de edad avanzada significa menos pacientes vulnerables y menos fallecidos, razona Mangarov.

Restricciones aun sin contagios

La mayoría de los países de la región establecieron restricciones al movimiento a mediados de marzo, cuando tenían un solo muerto, como Austria o Hungría, o ninguno, y sólo unos centenares de casos.

“En estos países se impuso un cierre muy temprano, ya después de la primera muerte o antes”, explica Gabriella Lantos, ex directora del Hospital Róbert de Budapest.

Eslovaquia y República Checa fueron de los primeros países de Europa en cerrar sus fronteras, en marzo, e imponer restricciones al movimiento, pasos que siguieron los demás en la región.

Doina Azoicai, presidenta de la Sociedad Rumana de Epidemiología, coincide en que esas medidas fueron fundamentales.

“Rumania tomó medidas muy precoces y firmes desde que se detectaron los primeros casos”, confirma a EFE.

Esas restricciones en una fase muy temprana de la pandemia permitieron organizarse mucho mejor y proteger instalaciones vulnerables, como residencias de ancianos y hospitales, indica a EFE el bioquímico y biólogo molecular croata Ivan Djikic.

Menos globalizados

Otro factor clave es que la región, sin grandes puertos y con aeropuertos de tamaño medio, no está tan conectada a otros centros globales. El mayor aeropuerto de la región es, con diferencia, Viena con unos 27 millones de pasajeros, muy lejos de los 126 millones que suman los dos aeropuertos de Londres, o los 108 millones de París.

“Las conexiones con China son muy reducidas en Europa del este, en comparación, por ejemplo, con Italia, que tiene un fuerte vínculo con China, entre otros motivos, por su industria textil, y es uno de los escasos países europeos que tiene un vuelo directo desde Roma a Wuhan”, explica Czypionska.

Sin embargo, algunos de estos países recibió a muchos de sus ciudadanos que trabajan habitualmente en países muy afectados por el virus, como Italia, España o el Reno Unido, sin que eso haya causado una explosión de casos.

Más de 1,3 millones de rumanos regresaron a casa durante la pandemia, por ejemplo, y aunque se cree que el virus llegó a Rumania desde Italia, la situación se mantuvo bajo control.

Aunque aún no hay una explicación clara para esto, Azoicai cree que podría deberse, en parte, a que el genotipo del virus que llegó a Rumania se expande a menor velocidad que el de otras zonas.

Más disciplina

Varios expertos coinciden en que los europeos del Este aceptaron de forma más disciplinada restricciones que podían haber considerado excesivas porque se impusieron en una fase muy inicial.

“Hubo días en los que en Budapest el movimiento de la gente se redujo en un 90 %, sin la existencia de restricciones muy severas”, recuerda Gabriella Lantos.

Según esta experta húngara, en los países excomunistas se respetan más las ordenes del Gobierno y, además, no habido campañas antivacunas o que pusieran en cuestión principios científicos.

Václav Horejsi, catedrático de Genética Molecular de la Academia de Ciencias de República Checa, destaca asimismo esa ecuación de rápida reacción y disciplina.

“Si las medidas se hubieran aplicado una o dos semanas después, habríamos experimentado una catástrofe similar a la ocurrida en Reino Unido, Italia, Bélgica o España”, cree Horejsi.

El croata Djikic apunta a las diferencias culturales entre Europa oriental y España o Italia: los “elevados contactos personales” y “la cultura de la intimidad” de abrazos y besos en estos países “impulsó una propagación muy rápida e imperceptible del virus”.

Pronto para conclusiones

Con todo, el epidemiólogo serbio Zoran Radovanovic opina que es pronto para sacar conclusiones, por lo poco que se sabe del virus.

“Sin una detallada investigación sería poco serio que diese respuestas categóricas”, reconoce a EFE, y recuerda que la expansión de la COVID-19 va por oleadas y ahora Rusia sufre un grave repunte.

“Habría que esperar a que pase esta oleada y la próxima, y entonces acceder a comparaciones. Puede ocurrir que primero resultase afectado Occidente y, más tarde, el Este”, concluye.

EFE.

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