El fuerte incremento de los contagios sacudió la tranquilidad con que se vivía la pandemia en la ciudad. Los especialistas aseguran que estaba dentro de lo previsto. Tras manejar distintas variantes, Montenegro decidió anoche no cerrar por el momento actividades. El transporte volvió a mostrar su peor rostro.
Por Ramiro Melucci
Cuando el municipio había puesto un pie en la anhelada fase 5, la preparación del sistema sanitario había cedido terreno ante la reactivación económica en la agenda pública y hasta el humor social había dado un brinco por la habilitación de cafés y deportes, Mar del Plata padeció su semana negra. El exponencial crecimiento de los contagios confirmó que en esta película de terror que es la pandemia de coronavirus el guión no es lineal. El monstruo aparece hasta cuando nadie, o casi nadie, lo espera.
Los infectólogos no se sorprendieron. El incremento de casos era esperable en una ciudad de más de 500 mil habitantes como Mar del Plata. Por primera vez, los récords de contagios por día que se batieron a nivel nacional (la semana pasada superaron la barrera de los 3.000) tuvieron su correlato en esta parte del mapa provincial. El brote arrasa con la noción de que aquí no pasa nada. Esa que parecía instalarse cada vez con más fuerza mientras el AMBA explotaba y acá se contaban los días para llegar a la fase 5.
La gran incógnita que aparece en el firmamento es cómo repercutirá este aumento de casos en las actividades que se habían ido abriendo y en las que aguardaban su aprobación. En la mesa chica de Guillermo Montenegro manejaban hasta ayer tres variantes, sujetas a los datos finales que arrojara el fin de semana. La más estricta era volver a la fase 3, que implicaba el cierre de cafés, de comercios de indumentaria y de obras privadas. Una intermedia era no prorrogar la prueba piloto en los cafés, que concluye el viernes, sin tocar los comercios ni las obras. Y la menos restrictiva era ratificar los permisos que ya fueron otorgados y analizar en profundidad cómo continuar la senda de aperturas que había iniciado la ciudad. Tras una evaluación con su equipo, el jefe comunal adelantó anoche la decisión de no cerrar nada. Al menos por el momento.
Montenegro es de la idea de que si los casos están “focalizados y controlados” hay que dejar todo como está. Ratificó su postura en una conversación con el intendente de Rosario, Pablo Javkin. Esa ciudad, que supera a Mar del Plata en cantidad de casos, ya vive en la nueva normalidad. Montenegro le consultó a Javkin cómo administraba las actividades cuando surgían focos de contagio. El rosarino le respondió que mantenía todo como estaba mientras el brote estuviera contenido y no empezara a esparcirse en los barrios. En la Comisión de Reactivación Económica, que recomienda al jefe comunal sobre la posibilidad de conceder o no permisos precarios, las posturas coinciden con ese punto de vista. La clave estará en la interpretación de cuándo la situación está controlada y cuándo deja de estarlo.
Oficialistas y opositores valoraron el régimen propio de permisos consensuados que supo darse la política local. Está a la vista que otros distritos, por imperio del sistema provincial de fases, no tuvieron más opción que retroceder ante el surgimiento de casos. Así y todo, cuando mañana a la mañana se vuelva a juntar la Comisión de Reactivación ningún integrante podrá obviar la palabra del ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, que le dijo a LA CAPITAL que si la situación se desborda hay que pisar el freno y dar marcha atrás.
El gobierno municipal tiene con la oposición otra coincidencia. La apertura de cafés no generó los nuevos contagios, como tampoco había impactado en la salud pública la reapertura de los comercios de productos no esenciales. “Lo de la cafetería se va a terminar de reflejar en una semana”, repitió Montenegro ante su equipo. Con ese mismo argumento, la Comisión, que está formada por integrantes del gabinete pero también por los bloques del Concejo Deliberante, estiró hasta el próximo viernes la prueba piloto.
El vertiginoso ascenso de la curva de contagios por el brote en el Hospital Houssay y el hogar de ancianos Namasté llegó en un momento de armonía política en Mar del Plata. Fernanda Raverta elogió públicamente el miércoles la estrategia oficial. Ese estado de situación no fue alterado siquiera por las críticas que el municipio apuntó contra el hospital gestionado por el PAMI. En El Frente de Todos no vieron en esos cuestionamientos ningún tiro por elevación. Eso explica la ausencia de repercusiones. Tampoco las autoridades de la obra social de los jubilados fueron enfáticas en la respuesta al municipio. Al margen de las palabras (“los protocolos se cumplen”), actuaron como si reconocieran las deficiencias de la gestión del hospital: cambiaron al director y anunciaron un endurecimiento del régimen de visitas.
Hay un punto del discurso oficial sobre la pandemia en el que no parece haber tanto acuerdo. “Si cumplimos los protocolos, la gente no se contagia”, repitió una y otra vez el intendente. “No es verdad que haciendo todo bien se eviten los contagios. Se puede mejorar la situación, pero no impedir los casos”, advirtió el infectólogo Alejandro Ferro.
La semana negra no pudo haber comenzado peor: a los tiros en la cabecera de una empresa de micros por un bloqueo que paralizó al transporte de pasajeros. El enfrentamiento entre la conducción de la UTA y la agrupación “Juan Manuel Palacios” no es propio de Mar del Plata. Se vio en toda su magnitud en diciembre, cuando Miguel Bustunduy, líder de la facción opositora que quiere desbancar al secretario general, Roberto Fernández, promovió un paro en Capital y encabezó la toma del edificio de la UTA en el barrio de Balvanera. Un episodio violento que también se extendió a la sede del sindicato local.
Cada sector ya tiene sus adeptos. Hugo Moyano apoyó entonces a Bustunduy como su hijo Pablo respaldó ahora a sus seguidores en Mar del Plata. La CGT nacional se ubica del lado de Fernández. Los alineamientos nacionales corroboran que la puja de poder tiene sus límites fuera de la ciudad. La gravedad reside en que este parece ser uno de los escenarios predilectos para dirimirla.
El intendente fue un espectador más y la oposición halló un hueco para canalizar sus críticas. Acción Marplatense sugirió que se lavó las manos, al punto que en un borrador del comunicado que finalmente salió a la luz remitía a la figura de Poncio Pilato. El Frente de Todos habló de “inacción” y lamentó que no hubiera ninguna respuesta para los usuarios.
Recién después de cuatro días de bloqueo y dos semanas de paro nocturno hubo una presentación ante la Fiscalía. Montenegro justifica su conducta con la pandemia. El sector es uno de los grandes perjudicados a nivel mundial. “Todos los gobernantes decimos que no hay que usar el transporte para no propagar el virus”, advierte, y por eso cree que los conflictos gremiales son una consecuencia lógica. No solo está convencido de que las respuestas no puede darlas un intendente: sostiene que eso mismo le dicen el presidente Alberto Fernández y el ministro de Transporte, Mario Meoni.
No deja de ser cierto. Otras grandes ciudades, como Rosario y Córdoba, sufren conflictos análogos. Pero no alcanza como argumento para prescindir de algunas gestiones y permitir ciertos comportamientos. El paro nocturno lleva 20 días. Y el acuerdo para reanudar el servicio diurno se alcanzó el miércoles al mediodía, pero recién se puso nuevamente en marcha durante la mañana del jueves. Como si diera igual.