Taguzaz, ubicado en Independencia casi Garay, dejó de atender de lunes a jueves en horario nocturno. "Es para tratar de zafar", asegura su dueño.
El bar de Lolo nunca perdió vigencia. Sus clásicas medialunas calientes con jamón y queso se comen con el mismo deleite que hace 30 años. Y a toda hora. Porque si algo lo caracteriza es eso: está abierto incluso de madrugada, lo que lo convierte en un punto de encuentro después del boliche.
Aunque sabe que estar abierto siempre es una marca registrada de Taguzaz, Segundo Juárez (para todos los clientes simplemente Lolo) tomó la decisión de cerrar de lunes a jueves en horario nocturno. “No me vino la boleta de la luz todavía, pero como dicen que va a ser un montón… yo tengo artefactos eléctricos, la heladera, la cafetera, las planchas, la luz todo el día”, comenta Lolo.
“Es para tratar de zafar. Es complicado. La gastronomía debe ser uno de los ramos que está más jodido”, agrega. “Y si tenés algo para calefaccionar, más. El cliente cuando tiene frío se levanta y se va”.
El bar, ubicado en Independencia casi Garay, abrió el 27 de junio de 1982. Lolo recuerda que los primeros dos años estuvo en un local de al lado y que después se mudó.
Ya en la década del ochenta los jóvenes de 20 años lo elegían luego de salir a bailar a los boliches de Constitución. Muchos siguen yendo. Y el mismo ritual se transmitió de generación en generación: ahora son los nietos de esos primeros jóvenes los que invaden el reducto por las noches. Las escasas dimensiones del local son inversamente proporcionales a la calidez que se palpita en el ambiente. Es que, para Lolo, uno de los secretos de la vigencia de Taguzaz es la atención. Por eso él mismo, a los 70 años, sigue atendiendo durante la mayor parte de la jornada.
“Cuando venís te pongo un sello para que sigas viniendo. Como dicen, si no sembrás no cosechás, y yo sembré de a poquito. Cuando venía alguien con su hijo y su señora, yo le regalaba un chocolate al nene”, recuerda.
Entre los parroquianos pueden encontrarse camioneros que desayunan antes de salir a la ruta, jóvenes (tanto mujeres como varones) que pasan al mediodía a picar un sándwich de miga o viejos conocidos que pueden compartir con igual pasión charlas de tango, folclore, amores o fútbol.
Lolo inventó las medialunas calientes con jamón y queso un día indistinto de 1984. “Empezaron a venir muchos conocidos, tipos que laburaban en los boliches. Se juntaron seis o siete un día y me dijeron: Che, ¿por qué no inventás algo para que vengamos nosotros? Y salieron las medialunas. Probamos una semana y vinieron cuatro, cinco, seis, siete personas. Hoy vienen barras de 20”, comenta.
¿Y para acompañar? “Con café con leche, submarino, leche sola o, para el que no puede tomar leche, mate cocido o café solo”, dice Lolo, que se define como “un campesino” que llegó hace más de media vida de su Santiago del Estero natal. Casado, con tres hijos, nietos y una bisnieta, hasta guarda una canción que le dedicó un amigo y concluye así: “Ahí anda ese Lolo Juárez, santiagueño bien nacido, con su corazón de criollo, donde guarda los amigos”.