*Por Rodolfo Manino Iriart
Hace pocos días se cumplieron 50 años del Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, que Juan Domingo Perón escribió durante el tramo final de su exilio en Madrid, y meses antes de que se celebrara el primer encuentro mundial de Naciones Unidas dedicado exclusivamente al medio ambiente, conocido como “Cumbre de Estocolmo.” Se trata de un texto que, por la vigencia de sus conceptos y la claridad de sus términos, no sólo merece ser hoy recordado y puesto en valor, sino que debe convertirse en la hoja de ruta que nos conduzca hacia un escenario en el que el ser humano pueda vivir amistosamente y en armonía con la naturaleza y el entorno que lo rodea.
Alertaba ya Perón en esas líneas sobre la imperiosa necesidad de que el mundo entero tomara conciencia “de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biósfera”, resultando imprescindible para revertir esa senda la “acción mancomunada internacional”. Sostenía, además, que si el ser humano “continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas”.
Parecen palabras escritas hoy, pero lamentablemente hace medio siglo que el Fundador de nuestro Movimiento, con la visión de futuro que siempre lo caracterizó, alertó al concierto de las naciones sobre el colapso ambiental que padecemos en la actualidad.
En aquel Mensaje, Perón demostraba también la profunda preocupación que le generaba lo que denominó “despilfarro masivo”, propio de las sociedades de consumo “basadas en el gasto, por el gusto que produce el lucro”, caracterizadas por la producción de bienes superfluos destinados a la rápida satisfacción de tener. Y en este punto, ponía el foco en el grave hecho “de que los sistemas sociales del despilfarro de países tecnológicamente más avanzados, funcionen mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo”. Esto lo llevaba a subrayar el peligro que significaba (y significa) la equivocada creencia generalizada de que los recursos naturales son inagotables, pues sólo conducía a que “este estado de cosas tienda a agravarse.”
Poseedor de una visión estratégica de los problemas que aquejaban al mundo y a nuestro país, y del modo en que debían ser encarados, el General Juan Domingo Perón es -sin dudas- el mayor estadista que la Argentina ha tenido en el siglo veinte. Su percepción de las amenazas que el planeta entero sufriría en el futuro no fue equivocada. Son las cuestiones que en la actualidad se debaten en los foros que reúnen a los líderes mundiales.
No dejaba de alarmarle, además, la “ceguera” del ser humano ante “el espejismo de la tecnología”, que le impedía advertir el curso de la contaminación del oxígeno que respira, del agua que bebe, y del suelo que le da de comer, lo que en definitiva “eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas.” Sólo un sabio adelantado a su tiempo podía plantear hace cincuenta años los peligros del Cambio Climático, cuyas formas de solucionar, adaptar y mitigar han sido nuevamente discutidas en la COP 26 celebrada en Glasgow en noviembre último.
Sin dudas, en el sendero hacia esas soluciones no deberemos olvidar los lineamientos que el propio Perón propuso para responder racionalmente a la irracionalidad del “suicidio colectivo”. En este sentido, entendía urgente “una revolución mental en los hombres” que le permita entender a la humanidad que “no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite (…) que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible, que los recursos naturales deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre…”. Para ello, instaba a la modificación de las estructuras sociales y productivas, lo que trae aparejado que “el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna.”
Estos conceptos son retomados actualmente por el líder mundial que más compromiso ha mostrado con la acción ambiental. Su Santidad Francisco no solo ha dejado en evidencia la influencia del pensamiento de Perón en su célebre Encílica Laudato si, sino que en la carta que enviara a la mencionada Conferencia de Glasgow, expresó con contundencia que resulta urgente “iniciar un cambio de rumbo capaz de pasar de forma decisiva y convincente de la ‘cultura del despilfarro’ imperante en nuestra sociedad a una ‘cultura del cuidado’ de nuestra casa común y de quienes viven o vivirán en ella.”
Para lograr aquel cometido, Perón subrayaba la necesidad de contar con “nuevos modelos de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo que den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionen el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la contaminación ambiental.” A estos fines, expresaba la importancia de que esta agenda sea asumida por las grandes potencias internacionales y por las Naciones Unidas como primera prioridad, pues entendía que el problema ambiental, en su conjunto, “no es un problema más de la humanidad; es EL problema.”
La preocupación por la cuestión ambiental que Perón manifestara en aquel Mensaje, no quedaría sólo en palabras. Cabal muestra de que su interés por el cuidado del ambiente era verdadero es la creación, durante su tercera presidencia iniciada en 1973, de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano. No sólo se trató de la primer Secretaría de su tipo en toda Latinoamérica, sino que además estuvo al mando de una mujer, la Doctora en Ciencias Químicas, Yolanda Ortiz, lo que constituyó otra clara evidencia de su carácter visionario. Al año siguiente, el imprescindible cuidado del ambiente sería también incluido en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional.
Como hemos podido ver en estas líneas, el Mensaje se trata de un texto producto de una profunda reflexión y análisis, y no sorprende que, por ello, muchas de sus ideas se vean hoy plasmadas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
El nuevo compromiso ético que nuestro tiempo requiere implica no sólo modificar los patrones de consumo y de producción, sino también fortalecer los lazos de solidaridad entre los pueblos del mundo, pues de otro modo aquella destrucción de la Tierra que Perón preveía hace cincuenta años se hará indefectiblemente realidad, y antes de lo pensado.
Sabemos que las nocivas consecuencias del colapso ambiental y climático golpean con mayor crudeza e intensidad a los sectores más vulnerables de la población, y que sin Justicia Ambiental es imposible alcanzar la Justicia Social, estandarte de nuestro Movimiento. Por ende, nuestro deber como militantes peronistas, es materializar el legado que nos deja el pensamiento ambientalista de Perón, que sólo podremos concretar enarbolando las históricas Tres Banderas del Justicialismo: soberanía política, independencia económica y justicia social.
*Director del Correo Argentino