por Vito Amalfitano
Fue campeón siempre pero, increíblemente, la marca más importante que dejó en el imaginario colectivo del futbolero marplatense fue aquella campaña en la que su Deportivo Norte no llegó al título pero le deparó un legado histórico a la ciudad.
Demasiado jóven nos dejó “El Jefe”, el técnico “supercampeón” del fútbol de Mar del Plata. Por una cruda enfermedad e imprevisible complicación falleció a los 65 años Carlos Montenegro.
Llegó al título como jugador y entrenador de Círculo Deportivo. Y en el conjunto de Otamendi se dio la transición del futbolista al técnico, en el inolvidable 1985 para él, año en el que llegó a jugar nada menos que el Campeonato Nacional, contra los grandes de Argentina, y después dirigió al equipo y lo sacó campeón en el torneo local.
A partir de ahí, como entrenador, no paró de salir campeón: Deportivo Norte, Aldosivi, Alvarado, Atlético Mar del Plata…
Pero quizá el punto culminante de su carrera, al menos en el imaginario colectivo, no fue un título sino una actuación, un recuerdo, una marca. Fue el entrenador del Deportivo Norte que llegó a cuartos de final del Torneo del Interior de 1989 y que perdió por penales en esa instancia ante Nueva Chicago en un estadio del Mundial con más de 10.000 personas para acompañar a un equipo “chico” de la ciudad. Ese equipo, esa campaña, después de los dos títulos locales consecutivos conseguidos en 1987/1988,-también con Montenegro como técnico, claro-, reflejó un punto de inflexión para el fútbol de Mar del Plata, que estaba caído después de la pérdida de la plaza fija. Ese hito, la épica de aquella campaña, levantó el entusiasmo justamente al influjo de este conjunto humilde,- con un técnico de pocas palabras pero infalible-, que venía del ascenso y que enseguida llegó a ser campeón marplatense y a representar a la ciudad de la mejor manera en ese certamen del 89.
Aquel Norte, había logrado el ascenso a primera con Carlos Miori como DT en 1986 pero sin solución de continuidad el propio Miori volvió a la práctica activa como jugador y figura y el equipo salió campeón de primera ya con Montenegro como entrenador, con recordadas finales ganadas a Aldosivi y después su notable participación en el Torneo del Interior, con la ambiciosa apuesta de un jóven dirigente como Oscar D’Addatto.
La seguidilla fue increíble. Porque después de esos dos títulos con Norte en el 87 y 88, con la campaña en el Torneo del Interior del 89, se pasó como DT al equipo que lo sufría en aquellas finales, Aldosivi. ¿Y qué pasó?: Salió campeón. Al año siguiente fue a la otra vereda, Alvarado, y sumó un nuevo título. Y luego se consagró además como entrenador de Atlético Mar del Plata.
Siempre fue “El Jefe”. Para muchos futbolistas de toda esa generación,-algunos de ellos de relieve nacional e internacional, como Gabriel Amato o Alejandro Giuntini, Luis Piazzalonga, por ejemplo- , fue el mejor de los nuestros.
Hombre de perfil bajo, de pocas palabras, pero la amabilidad le ganaba a ese carácter introvertido por lo cuál nunca te negaba una entrevista. No le gustaba mucho hablar, pero en esa “batalla interna” se imponía su cordialidad.
Se fue del fútbol con ese silencio y siguió manejando su remise. Así dejó la vida, de la misma manera, por lo cuál le alcanzó a pedir a su familia que no se hiciera nada cuando llegara el momento.
Lo que Carlos Montenegro no pudo acallar fue el recuerdo, la marca, el sello que dejó su obra. Que hoy digamos “se fue El Jefe” y no paremos de asombrarnos por su récord. El del DT infalible del fútbol de Mar del Plata.