El edificio Palacio Árabe, de San Martín y Córdoba -una de las perlas del patrimonio local- encierra una historia apasionante y desconocida: la del inmigrante sirio que lo hizo construir.
por Gustavo Visciarelli
gustavo.visciarelli@gmail.com
Al reconstruir esta historia, Jalil Mahamud Hassein o Julián Gali emerge como un personaje de leyenda. Escapó de Siria en el límite de los siglos XIX y XX cuando era niño o adolescente, no hablaba otra lengua que la propia, desconocía su fecha de nacimiento y llegó a la Argentina por error, trayendo una moneda de oro que le
dio su padre.
Con ancestral talento de mercader prosperó en diversas ramas del comercio, algunas inusuales. Su nieto, Yamil Hassein, narra que fue precursor de “las cajas decoradas con caracoles. En las primeras, era mi abuela la que a principios de siglo XX les ponía la inscripción: Recuerdo de Mar del Plata”.
Hassein hizo construir uno de los edificios más bellos y sin dudas el más exótico del patrimonio arquitectónico marplatense. Levantado a fines de la década del 40 en San Martín y Córdoba, reúne tantas curiosidades como la personalidad de aquel inmigrante sirio. Una de ellas es que nació sin nombre; y si hoy lo conocemos como Palacio Arabe es porque en algún momento la gente empezó a llamarlo así.
En verdad, el edificio está inspirado en la arquitectura mudéjar, fusión española de las corrientes musulmanas, rareza cuya explicación encontraremos al desandar el largo camino de Hassein.
Fechas ciertas, fechas difusas
“Mi abuelo llegó a la Argentina en 1905 ”, dice Yamil Hassein, quien atesora diversos recuerdos de su abuelo: fotos, documentos y hasta los planos del Palacio Arabe.
Aquella fecha coincide con la gran corriente migratoria de Sirios y Libaneses que huían del yugo del Imperio Otomano. “Los padres –dice Yamil- no anotaban a sus hijos para evitar que los turcos los enrolaran en su ejército, así que mi abuelo llegó sin saber su fecha de nacimiento”.
Jalil Mahamud Hassein fue sacado subrepticiamente de Siria cuando su edad empezaba a hacerlo inocultable ante el régimen de enrolamiento.
“Sabemos que mi bisabuelo era un hombre poderoso. Lo rodeó de gente de confianza para que lo acompañara y antes de partir le dio una Lira de oro”, comenta Yamil.
El grupo viajó a España, donde permaneció “cinco años”, según la tradición oral familiar. Fue allí donde Jalil se vio impactado por la arquitectura mudéjar que cuatro décadas después replicó en pleno centro de Mar del Plata.
Julián Gali en Argentina
En España, Jalil no se amigó con el castellano y a lo largo de su extensa vida en Argentina conservó una fuerte influencia de su lengua natal.
“Mi abuelo y la gente que lo acompañaba llegaron por error. Iban a Nueva York, donde había algún familiar, pero una equivocación en el embarque los trajo a Argentina”, relata Yamil.
Los entreveros idiomáticos en los escritorios de migraciones determinaron que Jalil Mahamud Hassein fuera registrado como Julián Gali cuando desembarcó en Buenos Aires.
En su primer destino conocido –Tandil- salió en una carreta a vender relojes. Luego recaló en Sierra de los Padres y desde sus alturas descubrió el lejano perfil de la joven Mar del Plata.
“Debe haber llegado a la ciudad hacia 1910 y empezó a mirar qué cosas podía obtener gratuitamente para generar ganancias. Vio que las playas estaban llenas de caracoles e inventó las cajas decoradas”, narra su nieto.
Para ese entonces, Jalil ya estaba casado con la española Rita Fernández Tomé, quien aportó su caligrafía en las primeras cajas que fabricaron.
Palabra de árabe
Jalil también fue agente de policía, pero por poco tiempo. “Un árabe que estaba preso por estafa le pidió salir una noche del calabozo porque tenía que atender una cuestión importante. Le dio su palabra de árabe de que volvería a las seis de la mañana y mi abuelo lo dejó salir”, comenta Yamil. El preso cumplió su promesa, pero el comisario llegó antes y así terminó el vínculo laboral de Jalil con la policía.
Mejor suerte tuvo con las cajas de caracoles y pronto incorporó otro rubro: la bijouterie fina. Su primer local –Karime- estuvo en una de las ramblas de madera, epicentro de la aristocracia veraneante.
“Durante la primera guerra mundial – narra Yamil- vio los barcos que salían con cereales para Europa y encontró una forma de viajar gratis. En esos viajes trajo material para su bijouterie y armas usadas con las que instaló en su domicilio, al lado de la Catedral, una armería que se llamó El Cairo”.
Jalil prosperó económicamente, tuvo una asombrosa visión para los negocios, instaló su comercio central en San Martín y Entre Ríos y finalmente se lanzó a la aventura de construir un edificio que se ajustó a sus recuerdos del arte mudéjar, a despecho de la cúbica arquitectura que pronto aprisionaría el centro marplatense.
Un largo sueño
“En esa esquina de San Martín y Córdoba –afirma Yamil- había antiguamente una confitería y un hotel. Mi abuelo la venía observando desde la época en que lo destinaban allí como vigilante. El veía que ese iba a ser el verdadero eje del centro de Mar del Plata”.
Sus sueños empezaron a cristalizarse cuando la propiedad salió a remate y ganó la compulsa. Pagar las cuotas y levantar el edificio fueron proezas que sorteó con su genio empresarial.
“Mi abuelo quería construir el edificio más alto de la ciudad, quería que fuera como un faro en ese punto clave, pero la Municipalidad no le autorizó seis pisos, sino cinco. De todas maneras, llegó a la altura que él quería elevando la base de la cúpula”, apunta Yamil.
La historia oficial refiere que la construcción del edificio, que consta de departamentos distribuidos en sus cinco pisos y locales en la planta baja, comenzó en 1945 y finalizó entre 1948 y 1949, pero en los planos el final de obra aparece registrado en 1950.
El departamento donde vivieron Jalil, su esposa y sus hijos Gazeli y Acrama, ocupaba todo el piso superior. “Mi abuelo murió en 1967, pocos meses antes de que yo naciera. Mi abuela cerró el quinto piso y guardó luto. Tengo ese recuerdo de ella, con un gran mechón blanco en su cabello, cuando decía “tráiganme al nene” y me
llevaban a verla”, manifiesta Yamil, que es hijo de Acrama, un hombre que murió joven pero tuvo una vida tan asombrosa como la de su padre.
Los dos nombres
En la puerta del edificio, sobre Córdoba 1681, el Centro Libanés y la Colectividad Arabe de Mar del Plata colocaron en 1995 una placa en homenaje al “inspirador y artífice de este legado, que es la expresión de la arquitectura árabe en su máxima expresión”.
Allí pueden leerse las dos identidades que tuvo este personaje de leyenda, que si bien logró recuperar en los papeles su nombre original, siguió empleando ambos. De hecho, firmó los planos del Palacio Arabe con los dos apellidos.
También figura en la placa que Hassein o Gali nació el 24 de junio de 1889 pero Yamil afirma, por lo ya narrado, que se trata de una fecha presunta.
“Mi abuelo decía que su cumpleaños era el día de su llegada a la Argentina y calculó que fue un 17 de agosto porque recordaba que los árboles estaban floreciendo y que había banderas en las calles. Entonces tomó una fecha patria cercana a la primavera”.
Una moneda de oro
Jalil o Julián “no regresó a Siria y salvo aquellos viajes en los barcos, no volvió a salir del país. Su apego a Mar del Plata era muy fuerte y amaba a Argentina. Su espíritu era sumar, nunca restar. No establecía diferencias de nacionalidades ni religiones”, indica Yamil.
La historia de Hassein o Gali se ramifica en otras, ya que varias personas que llegaron al país junto con él, también se radicaron en Mar del Plata. “Es posible –dice Yamil- que mi abuela formara parte de aquel grupo que salió de España, pero esa parte de la historia se ha perdido”.
Hassein o Gali jamás se separó de aquel legado de su padre: una Lira de oro que, siguiendo la línea de su descendencia, aún hoy oficia de talismán a la hora de hacer negocios.