En las últimas semanas dos estudios revelaron que se derrite cada vez más rápido, lo que podría provocar el colapso en un futuro cercano de varios grandes glaciares. El hielo antártico representa más del 80 % de las reservas de agua dulce del planeta.
Por Iñaki Martínez Azpiroz
El hielo de la Antártida, la reserva de agua dulce más grande el mundo, no para de recibir malas noticias: en las últimas semanas dos estudios distintos hicieron saltar las alarmas y revelaron que se derrite cada vez más rápido, lo que podría provocar el colapso en un futuro cercano de varios grandes glaciares.
El Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve de Estados Unidos (Nsidc, sus siglas en inglés) desveló en febrero que el hielo marino que rodea el continente se redujo a 1,91 millones de kilómetros cuadrados, registrando su mínimo histórico en 45 años.
Por otro lado, el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S) alertó en marzo que el hielo marino anotó su segundo nivel más bajo en la historia en ese mes, con un 28 % menos de masa que el promedio.
“La concentración de gases de efecto invernadero ha ido en aumento por la actividad humana tras la Revolución Industrial, lo que ha acelerado el proceso de deshielo en la Antártida más allá de las tasas normales que ocurrían desde el final del último periodo glacial, hace 20.000 años”, expresó a EFE el glaciólogo del Instituto Nacional Antártico Chileno (Inach) Ricardo Jaña.
El continente helado tiene unos 14.000 kilómetros cuadrados de superficie terrestre, cubierta casi por completo por hielo de un espesor promedio de 1.900 metros, aunque la plataforma helada se duplica en invierno con el hielo marino que se forma en el océano. El hielo antártico representa más del 80 % de las reservas de agua dulce del planeta.
La parte occidental de la Antártica es la más vulnerable y algunas zonas registran un aumento de más de dos grados Celsius en las temperaturas medias en apenas 50 años, según datos de Departamento Meteorológico de Chile (Meteochile).
Los expertos alertan que el alza de las temperaturas se combina con varios fenómenos que se retroalimentan y aceleran el cambio del clima antártico: las precipitaciones cada vez más habituales en forma de lluvia erosionan el hielo y, con menos hielo sobre el mar, el océano absorbe mayor radiación solar, calentándose más rápido.
En 2002, la plataforma marina Larsen B se desintegró en menos de tres semanas después de que se acumulara agua líquida en su superficie que se coló por sus grietas y lo derritió de manera acelerada.
Los alrededores del glaciar Thwaites es otro de los puntos más críticos porque el mar calienta por debajo esta gran masa de hielo que reposa sobre un lecho rocoso por debajo del nivel del mar. Si el glaciar retrocede por detrás de un determinado umbral, perdería sus principales enganches que le sujetan al continente y podría colapsar en pocos meses, según un estudio publicado por ‘Nature Geoscience’ el año pasado.
Los autores del informe indicaron que el colapso del glaciar Thwaites podría aumentar el nivel del mar y “amenazar comunidades costeras y ecosistemas” en todo el mundo.
Jaña coincidió con esas previsiones: “El deshielo en la parte de la Antártida occidental sería lo suficientemente importante como para provocar un aumento significativo en el nivel del mar en todo el planeta”.
Las consecuencias del deshielo no se limitan al aumento del nivel del mar: la revista ‘Nature’ aseguró que este puede ralentizar las corrientes frías que emanan del continente helado hacia latitudes ecuatoriales y que regulan el clima global.
“Las corrientes antárticas son grandes cintas transportadoras de frío que fluyen hacia los trópicos y enfrían el resto del planeta”, señaló Jaña.
Si las gotas de esas corrientes van cada vez más calientes y lentas, agregó, “van a perder capacidad de enfriar y provocarán un calentamiento en todo el mundo”.
Aunque existen multitud de estudios sobre los posibles efectos del deshielo en la Antártica, la experta advierte que el continente helado requiere de más investigación para concretar qué efectos tendrá en el planeta.
“Tenemos evidencias obvias de que el deshielo se está acelerando, pero el futuro aún es incierto”, concluyó.
EFE.