Por Sergio Candelo
Con el advenimiento de la nueva inteligencia artificial (IA), especialmente desde 2023 y más drásticamente desde mayo de 2024, nos enfrentamos a un cambio paradigmático en la naturaleza del trabajo y la interacción humana. Cada vez más actividades se reducen a intercambios con sistemas automatizados, ya sea a través de chats escritos o conversaciones con lenguaje natural. Este escenario, nos ha llevado a preguntarnos: ¿En qué trabajaremos cuando las máquinas hagan nuestro trabajo actual? Más importante aún, ¿cómo encontraremos propósito y significado en un mundo donde el trabajo tradicional ya no define nuestra identidad?
Consideremos el caso de las aplicaciones de entrega de comida a domicilio. Nuestro único contacto humano es con el repartidor, ignorando toda la cadena de producción y distribución detrás. ¿Qué sucederá cuando incluso este último eslabón sea reemplazado por drones o vehículos autónomos? Imaginemos un futuro donde ordenamos comida a través de una interfaz de voz, un dron la entrega en nuestra puerta, y nunca interactuamos con un ser humano en todo el proceso. Esta tendencia hacia la automatización total nos lleva a cuestionar el valor de la interacción humana en los servicios y su impacto en nuestra sensación de conexión social y comunidad.
Para muchos, el trabajo actual consiste en interactuar con una computadora: crear documentos, presentaciones, hojas de cálculo y, principalmente, responder correos electrónicos y mensajes. En un futuro cercano, estas tareas se simplificarán aún más mediante interfaces de voz. Por ejemplo, un analista de datos que actualmente pasa horas manipulando datos en Excel podría pronto realizar la misma tarea en minutos, simplemente diciéndole a la IA: “Analiza los datos de ventas del último trimestre, identifica las tendencias principales y crea una presentación visual de los resultados”. Entonces, ¿Qué haremos con el tiempo liberado? ¿Nos dedicaremos a tareas más creativas o estratégicas, o simplemente tendremos menos horas de trabajo?
Antes de responder estas preguntas, debemos cuestionar qué consideramos “trabajo” y cómo estos conforman nuestra identidad. Tradicionalmente, nuestro trabajo ha sido una parte fundamental de nuestra personalidad. Nos presentamos diciendo “Soy abogado” o “Soy contador”. Si las máquinas asumen muchos de estos roles, ¿cómo nos definiremos? Este cambio nos obliga a reconsiderar el concepto de trabajo y su papel en nuestra realización personal. Muchas ocupaciones actuales, especialmente las repetitivas o rutinarias, ya son realizadas por máquinas con mayor eficiencia, un ejemplo claro son los roles de cajeros de supermercados, servicios de atención al cliente, entre otros. Entonces ¿cómo nos definiremos a futuro? ¿por nuestras pasiones en lugar de nuestras profesiones?
Biológicamente seguimos siendo los mismos seres humanos de hace 200,000 años, adaptados para vivir en comunidad y realizar actividades con propósito. Nuestra psicología está profundamente arraigada en la idea de “ganarse la vida”. Durante milenios, hemos asociado el trabajo con la supervivencia y el estatus social. ¿Cómo nos adaptaremos a un mundo donde gran parte del trabajo necesario para la sociedad es realizado por máquinas? ¿Encontraremos nuevas formas de sentirnos útiles y valorados?
Si las máquinas realizan la mayoría del trabajo productivo, ¿cómo se distribuirá la riqueza generada? Algunas propuestas incluyen:
Renta Básica Universal (RBU): Un sistema donde todos los ciudadanos reciben un ingreso básico, independientemente de su situación laboral. Esto podría proporcionar una red de seguridad en un mundo con menos empleos tradicionales.
Economía del token: Un sistema donde las personas son recompensadas con “tokens” por actividades que benefician a la sociedad, incluyendo voluntariado, creación de arte, o incluso mantenerse saludable.
Redefinición de la semana laboral: Con menos necesidad de trabajo humano, podríamos ver semanas laborales de 15-20 horas, permitiendo más tiempo para el ocio y el desarrollo personal.
En un mundo donde la automatización ha liberado a la humanidad de la necesidad de trabajar para sobrevivir, nos enfrentamos a una oportunidad sin precedentes para redefinir el propósito de nuestras vidas y el funcionamiento de nuestra sociedad. Este cambio paradigmático nos permite alejarnos de una sociedad centrada en la productividad económica hacia una que priorice el bienestar colectivo y la realización personal.
Redefinición del éxito y el valor personal: El éxito ya no se medirá por la riqueza acumulada o el estatus profesional, sino por el impacto positivo en la comunidad, el grado de autoconocimiento, la capacidad para formar relaciones significativas y la contribución al arte, la cultura o el conocimiento.
Evolución de las estructuras sociales: Las comunidades podrían reorganizarse en torno a intereses compartidos y objetivos colectivos. Podríamos ver el surgimiento de “comunidades de propósito”, un renacimiento de las artes y la filosofía, y nuevas formas de gobierno participativo facilitadas por la tecnología.
La economía del bienestar: En lugar de centrarse en el crecimiento del PIB, la sociedad podría adoptar nuevos indicadores económicos que reflejen mejor el bienestar colectivo, como el Índice de Felicidad Nacional Bruta, medidas de sostenibilidad ambiental, indicadores de salud mental y física, y niveles de cohesión social.
Educación para el propósito: Los sistemas educativos podrían evolucionar para centrarse en ayudar a los individuos a descubrir y perseguir su propósito personal, incluyendo programas de autoexploración, énfasis en la ética y el pensamiento crítico, y fomento de la creatividad y la expresión personal.
El renacimiento del voluntariado y el servicio comunitario: Con más tiempo libre, las personas podrían dedicar una parte significativa de sus vidas al servicio de los demás, llevando a un auge en organizaciones sin fines de lucro, programas de intercambio de habilidades y proyectos de mejora comunitaria.
Exploración del potencial humano: Liberados de las presiones del trabajo tradicional, los individuos podrían dedicar más tiempo a explorar y expandir sus capacidades a través de prácticas de meditación, exploración de estados alterados de conciencia, y búsqueda de conexión con la naturaleza.
Redefinición de las relaciones y la familia: Las estructuras familiares y las relaciones podrían evolucionar hacia formas más flexibles y diversas, con un mayor énfasis en la crianza colaborativa y el apoyo intergeneracional.
La tecnología al servicio del bienestar: La tecnología podría reorientarse para apoyar activamente el bienestar y el crecimiento personal, con aplicaciones de IA para el desarrollo personal, tecnologías de realidad virtual para la empatía, y plataformas de colaboración global.
Una nueva narrativa cultural: Necesitaremos desarrollar nuevos mitos, historias y valores culturales que celebren la cooperación sobre la competencia, valoren la sabiduría y la compasión, y ofrezcan una nueva comprensión de lo que significa llevar una “buena vida”.
Estamos al borde de una transformación sin precedentes en la historia humana. La velocidad de estos cambios supera nuestra capacidad de adaptación cultural y psicológica. Mientras nos preparamos para un mundo donde las máquinas realizan gran parte del trabajo tradicional, debemos replantearnos fundamentalmente qué significa “trabajar” y cómo encontramos propósito y satisfacción en nuestras vidas. El desafío no es solo tecnológico, sino profundamente filosófico y social. ¿Estamos preparados para esta nueva era donde nuestros “trabajos” podrían ser nuestras pasiones y hobbies? ¿Podremos adaptar nuestras estructuras sociales y económicas para aprovechar al máximo esta revolución tecnológica sin dejar a nadie atrás?
En esta sociedad reorientada, el verdadero desafío para cada individuo sería descubrir y perseguir su propósito único, contribuyendo al mismo tiempo al bienestar colectivo. La pregunta ya no sería “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”, sino “¿Cómo quieres contribuir al mundo y crecer como ser humano?”.
(*): Co-founder de Snoop Consulting.