Llegó a la intendencia en 2019 cuando pocos apostaban por él. Amante del rugby y abogado, dejó su carrera judicial para dedicarse a la política. Su padre, fallecido en 2021, sigue siendo su faro.
Por Ramiro Melucci
–No lo conoce nadie. Se baja.
La versión de que Guillermo Montenegro no se iba a presentar como candidato a intendente circuló con fuerza en los primeros meses de 2019, antes del cierre de listas de ese año. La recitaban con fruición los que, hasta ese entonces, eran sus rivales internos: los radicales.
Cuando finalmente, para sorpresa de muchos, se anotó en la carrera electoral, varios creyeron que era imposible que pasara la barrera de las PASO frente a la UCR. “Si me gana el PRO, me voy de Mar del Plata”, llegó a chicanear uno de los dirigentes que apostaba a la candidatura de la histórica Vilma Baragiola. Ganó el PRO y aquel radical incumplió su palabra: se convirtió en funcionario de Montenegro.
Otra versión, esta vez promovida por el propio entorno del intendente, ganó terreno en la previa del cierre de listas de 2023. “Es posible que no sea candidato a nada”. Más que una posibilidad, parecía una advertencia ante la encarnizada batalla entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
Finalmente volvió a presentarse y, como en 2019, dejó en segundo lugar a Fernanda Raverta.
Guillermo Tristán Montenegro, el Gordo, nació el Mar del Plata el 30 de diciembre de 1962. Su padre, Guillermo José, era submarinista, por eso el ahora intendente reelecto suele recordarse a sí mismo correteando por la Base Naval o jugando en Parque Camet. De ahí que nunca deje de nombrarlo cuando le preguntan por sus lugares preferidos de la ciudad. Lo dice por él, pero es un homenaje a su padre, la persona que más lo marcó en su vida, y que murió a los 86 años en plena pandemia, el 15 de febrero de 2021.
“Mi viejo era sabio hasta en el silencio”, dijo a LA CAPITAL. Rescató sus valores, su lealtad, su respeto, su educación. Hombre de “pocas palabras y muchos hechos”, Guillermo José se convirtió en un referente de vida para Guillermo Tristán, que asistió a la escuela N° 1 Pascuala Mugaburu, luego al Instituto Peralta Ramos y era un verdadero patadura jugando al fútbol.
Acaso ese defecto lo inclinó por el rugby. Jugaba en el Club Mar del Plata, luego integró la primera división de Liceo Naval y hasta fue su entrenador.
La puerta de los tribunales se le abrieron a los 20 años. Tras recibirse de abogado, enhebró una ascendente carrera en la Justicia: fue fiscal federal durante una década y juez nacional de primera instancia en lo Criminal y Correccional entre 2004 y 2007.
El día más triste de su vida fue el de la muerte de su madre, Marta Celia Argañaraz Alcorta, el 12 de octubre de 2007. “La vieja tenía siempre una actitud positiva. Incidía mucho en las fiestas. Se esforzaba para que en Navidad y Año Nuevo toda la familia estuviera junta”, recordó. Era de las que compraba los regalos con suma anticipación. “Siempre estaba pensando en lo que necesitaba el otro”, comentó el intendente.
Esa tristeza profunda sobrevino a poco de ingresar a la política. Una amiga, Gabriela Michetti, se lo presentó a Mauricio Macri, quien lo convocó para el Ministerio de Justicia y Seguridad porteño. “¿Qué hiciste, nene?”, lo interrogó su madre con indisimulables temores cuando él le contó la decisión de saltar de la justicia a la política. Montenegro también los tenía, al punto de que le pidió a un amigo que si lo echaban demasiado pronto le diera trabajo en su empresa.
En 2015, Montenegro tuvo la oportunidad de retribuirle a Michetti todo lo que había hecho por él. Fue cuando la entonces senadora nacional se enfrentó con Horacio Rodríguez Larreta por la jefatura de gobierno porteño. Montenegro jugó para ella en esa interna inaugural del PRO. Le tocó perder.
El mismo año hizo un intento por convertirse en intendente de San Isidro, la ciudad en la que vivía. También cayó derrotado: en la interna se impuso el radical Gustavo Posse. Hábil declarante, en un ping pong que le propuso LA CAPITAL en la recta final de estas elecciones no mencionó a San Isidro entre sus ciudades favoritas fuera de Mar del Plata. Prefirió a Montevideo, donde ejerció como embajador en Uruguay tras la mala racha electoral, Ascochinga (Córdoba) y Termas de Río Hondo (Santiago del Estero).
Tras su paso por la embajada, asumió como diputado nacional el 10 de diciembre de 2017. Poco antes le conmovió las entrañas el hundimiento del submarino ARA San Juan. “Me pasó de todo por la cabeza. Me acordé de mi viejo en el submarino, me encontré con tipos que habían navegado con papá y cuyos hijos estaban en el submarino. Es el día de hoy que sigo en contacto con las familias. Fue muy difícil porque se me mezclaba todo: la responsabilidad política desde la comisión investigadora, el corazón, mi ciudad, el conocimiento, el sufrimiento por ser parte de la familia de los submarinistas. Fue muy duro”, memoró.
Montenegro está en pareja con Eugenia Pruzzo y tiene seis hijos: Guada, Caco, Chino, Martina, Simón y Tomás. El 10 de diciembre de 2019 asumió como intendente de Mar del Plata, lo “más importante” que le pasó en su vida profesional. Aliado al radical Maximiliano Abad, armó un gabinete con figuras del radicalismo y otros sectores de Juntos por el Cambio. Su primer mandato estuvo signado por la pandemia y su relación tensa con el kirchnerismo y el gobierno de Axel Kicillof.
Con su impulso a las inversiones industriales, su plan de habilitación de comercios en un día y su apuesta a los eventos para generar turismo los 12 meses del año, está convencido de que su gestión dejó atrás “la ciudad del no” y la transformó en la del “sí”. Pero sabe que hay una larga lista de asuntos irresueltos. Los escucha en cada barrio que va. Y los procurará abordar en su segundo y último mandato. ¿El futuro? Aunque él vaya a negarlo una y otra vez, quienes creen conocerlo aventuran que tarde o temprano irá por más.