Por Oscar Pinco
El tiro había sido muy exigido, pero él hizo todos los esfuerzos por devolverla, y lo pudo hacer con un drive cruzado, pero la bola se fue ancha, aunque no se puede catalogar como “error no forzado”. El “umpire de la vida” decretó: game, set, match. Y así Hans Pitscheneder, el “Flaco Pitchi”, el ingeniero, el coach, el tenista marplatense, se fue de gira a un tour diferente, porque es en otros planos.
Arrancó en el tenis cuando jugar de blanco era una obligación, y en esos fríos y ventosos courts del Náutico Mar del Plata donde surgió nada menos que Guillermo Vilas quien llegó a ser el mejor tenista del mundo, con un gran profe como Felipe Locícero que los lideraba y les inculcó un amor incondicional hacia el tenis.
El Flaco Pitchi fue integrante de ese sequito de acólitos tenistas que casi sin saberlo fueron los primeros seguidores del “Dios de la Vincha”, grupo en el que estaban -entre otros- el bocha Garoni, el súper Casalet, el cebolla Zeballos, el memo Ruíz Bry, Rafa González Bosch, y los hermanos Quintin.
Recuerdo un enero en los inicios de los 80 que se organizó un torneo en Necochea (ciudad balnearia que entonces era elegida para las pretemporadas de los equipos de fútbol) y donde muchos tenistas fueron para empezar a agarrar competencia en plena pretemporada. Estaban, entre otros, los hermanos Charly y el colorado Gattiker, al boliviano Mario Martínez (que en ese momento era 30° de la ATP), a Martín Errecalde, y a casi todos los marplatenses.
Allí, por sus ocurrencias y sentido del humor, tuve un acercamiento con Hans. Al poco tiempo mi contacto con él me acercó más por su trabajo como coach que lo llevó a dirigir a una joven promesa marplatense Bettina Fulco, a quien entrenó desde juveniles y la acompañó hasta el tenis profesional en la camada que lideró Gaby Sabatini.
Fue entonces que fue director del Waterland Country, un complejo liderado por la familia Venturino, un grupo empresario que recolectaba la basura no solo de Mar del Plata, sino también de otros partidos costeros, y que realizó allí una importante inversión, y él organizó uno de los viejos y excelentes Torneos Nacionales, donde jugaron Sabatini, Mariana Pérez Roldán, Pato Tarabini, por supuesto Fulco, entre otras. Y como eso fue una cobertura, el Flaco me invitó a que pase unos días ahí en diciembre, antes del inicio del furor de la temporada veraniega marplatense, y recuerdo esas cenas compartidas con anécdotas divertidísimas.
Otra vez, estaba cubriendo un torneo de tenis en Mar del Plata, y me pasó a buscar por el hotel donde paraba, y me dijo “¿Qué hacés solo aquí? Venite a casa que traje a unos franceses a hacer pretemporada y te vas a divertir”.Después que dejó de entrenar a Fulco, y que en Mar del Plata arrancó el furor del pádel y que no veía horizontes para él en el tenis en su ciudad natal, le hicieron una propuesta para instalarse en Buenos Aires, y al llegar a la gran ciudad se dio cuenta que le habían vendido humo, y con una mano atrás y otra adelante, él que tuvo la experiencia de trabajar como entrenador de jugadores profesionales en Europa, se puso el “overol”, agarró el canasto y se puso a tirar bochines como un profe que recién empieza, y lo hizo en el country del Club Banco Provincia en el lejano oeste del conurbano entre Moreno y General Rodríguez.
Tan bien le fue, que lo trajeron a la sede central del club, en Vicente López, donde empezó a hacer crecer la Escuela de Tenis y la actividad en general, por lo que les propuso una especie de gerenciamiento del tenis, organizando torneos exitosos por la cantidad de inscriptos, alquilando las canchas a profesores y centros de entrenamientos, organizando clases grupales.
Ese éxito en el área de Tenis lo llevaron a proponer inversiones para otras áreas, como techar la pileta, organizar una colonia de vacaciones, mejorar las instalaciones de hockey sobre césped, o la cancha de fútbol (en una época entrenó ahí la Primera de Racing), o mejorar unos dormís ideales para concentraciones de equipos deportivos, inversiones que asumió Hans y lo catapultaron como un empresario del deporte.
Y así fundó Sports Management Group, y el Club Buenavista en San Fernando, y hasta trajo un Campus de la Juventus de Italia. Incluso llegó a armar un proyecto de campus para traer a la Argentina a jóvenes futbolistas de China para que se capaciten en Buenos Aires.
Tuvo la visión de ahorrar en dólares y no tener esos depósitos en el banco, por lo que cuando se decretó el “corralito” él estaba bien parado. Fue entonces que hizo una inversión en el rubro gastronómico. En 2002 se cumplían los 50 años del fallecimiento de Eva Perón, y al bufetero del Club Banco Provincia, el Museo Evita (en la coqueta zona del Zoológico) que no lo podían inaugurar porque tenían los fondos bloqueados y les faltaba ese dinero para terminar las obras, le ofrecieron que consiga un socio, se haga cargo de las obras que faltaban, y en contrapartida le entregaron la concesión del restaurante…
Y cada vez que me invitaba a almorzar me decía: “Esta es mi oficina”.
Hace pocas semanas me encontré de casualidad en la zona de Playa Grande en Mar del Plata, con Kiko Carruthers (quien se radicó en “la ciudad feliz”) y cuando salió en la charla el nombre de Hans, de quien hacía mucho que yo no sabía nada, él me dijo que Michel Quintin le había comentado que estaba muy mal de salud. Hoy me enteré de la triste noticia de su fallecimiento.
En otras épocas te hubiese dedicado un “titiritero” (como llamábamos a la última hoja de la Revista Todos Tenis) o una “Página del Honor” (esa mítica última página de las Revistas Tenis Tie Break, Tenis Match, o Grip) …hoy vamos por aquí, para mantener vivo tu recuerdo.
Hoy las raquetas están tristes y las canchas de tenis tienen la melancolía de tu partida, pero algún recuerdo de tu humor mordaz seguramente les robará una sonrisa. ¡Vuela alto Hans!