En el espacio de la memoria se vacuna contra el Covid. El contraste entre lo que fue un centro clandestino de detención y un lugar que ahora trabaja por la vida.
Por Matías Varela
El psicólogo y coaching mexicano Jaime Leal plantea que “un buen faro”, pase lo que pase, se asegura de siempre seguir brillando y así, con su luz, ayuda a otros a encontrar su camino.
El Faro de Punta Mogotes parece entonces haber cumplido su cometido porque, en el lugar donde funcionó un centro clandestino de detención durante la última dictadura militar, actualmente hay un espacio de memoria y promoción de derechos en el que se vacuna contra el coronavirus.
En la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) hubo un punto de reclusión ilegal que operó en al menos dos de las estructuras del predio: la “Sala de Comunicaciones”, un chalet emplazado a metros del Faro, y un espacio subterráneo, cercano a los terrenos donde hoy está el “Aquarium”.
Allí estuvieron secuestradas personas perseguidas por su ideología, quienes sufrieron torturas y vejámenes, para luego ser liberadas, llevadas a otros centros clandestinos, asesinadas o desaparecidas.
Los gritos desgarradores que provocaban las brutales prácticas que se desarrollaban en el lugar o la música a todo volumen que ponían los secuestradores para que esto no se escuche quedó enterrada en un oscuro pasado y hoy quienes visitan el espacio pueden oír las charlas alegres y las risas cómplices de los adultos mayores que esperan con ansiedad ser inmunizados contra el Covid.
En el ambiente se percibe la emoción, la alegría y la esperanza de terminar con la pandemia y poder volver a los encuentros y a los abrazos sin temor a contraer un virus que cambió al mundo entero.
Las ganas de vivir y dar pelea sobran. Un ejemplo de ello es Raquel Carril, que este lunes, en el día de su cumpleaños número 92, se acercó al predio ubicado en la Avenida de Los Trabajadores para darse la primera dosis de la Sputnik V.
“Me sorprendió cuando me llegó el turno la semana pasada y justo cayó en el día de mi cumpleaños. Tanto lo había esperado y me llega en este día, fue el mejor regalo. Lo esperaba con ansiedad porque es importante y quería estar cuidada para volver a estar con mis nietos”, dijo la mujer que, obviamente, antes de recibir la vacuna, recibió el cántico del “feliz cumpleaños” de parte de todos los presentes.
Para que la vacunación se lleve a cabo en el lugar, hubo un trabajo previo del Colectivo Faro de la Memoria que comenzó con la llegada del coronavirus al país.
En el Faro se inocula contra el coronavirus.
“Cuando empezó la pandemia nos empezaron a llegar pedidos de alimentos y demás. Nos organizamos y empezamos a distribuir alimentos y después nos sumamos a lo que fueron los comités barriales de emergencia”, indicó al respecto la coordinadora del colectivo, Ana Pecoraro.
Ana es hija de Enrique “Quique” Pecoraro, secuestrado y asesinado en 1979, por su militancia en la Juventud Universitaria Peronista.
Esta historia familiar puede explicar su lucha incansable por la memoria, verdad y justicia, pero también por la protección de derechos en el presente. A raíz del trabajo territorial realizado desde el espacio para asistir a los más necesitados durante la pandemia se generó un vínculo con las autoridades provinciales y en este marco el Faro de la Memoria fue ofrecido para que funcione en sus instalaciones un punto de vacunación.
“Cuando se decidió la presencialidad en las escuelas, que eran donde estaban pensados los vacunatorios, enseguida nos pusimos a disposición. Vinieron a ver el espacio desde Zona Sanitaria VIII y reunía las condiciones para ser uno”, recordó Pecoraro y remarcó la “alegría” que les da “poder colaborar para poder atravesar esta pandemia”.
En este sentido, destacó que en el lugar se producen cosas “únicas” y “muy intensas” al igual que cuando el sitio se convirtió en 2019 en el primer ex centro clandestino de detención del país que funcionó como lugar de votación en unas elecciones nacionales.
El contraste allí nuevamente fue total. Un punto de reclusión ilegal se convirtió años después en una de las sedes en las que se celebró uno de los actos democráticos por excelencia: los comicios.
Ahora, en el marco de pandemia, Pecoraro destaca que “vienen a vacunarse sobrevivientes y familiares de desaparecidos”, lo que provoca “una doble emoción”.
“Los adultos mayores se conmueven, se sacan fotos. Llegan a vacunarse con alegría, emoción y ganas de vivir”, agregó y graficó que “como dijo uno de los sobrevivientes, un lugar que fue de muerte y terror hoy es un lugar de vida y vacunación”.
El lugar recuerda a las víctimas del terrorismo de Estado.
A su vez, la coordinadora del Colectivo Faro de la Memoria reveló que con “estos pequeños grandes actos” siente que “hay una reivindicación enorme de tantos años de lucha”. “Que un lugar tan doloroso hoy sea un lugar de vida te hace sentir que el camino andado dio sus frutos”, reflexionó.
Por último, Pecoraro adelantó que desde el sitio seguirán “trabajando por la defensa de los derechos” y combatiendo a la pandemia como punto de vacunación. “Cómo dicen las Madres, la única lucha que se pierde es la que se abandona”, concluyó.
Mientras tanto, el Faro permanece estoico en el sur de la ciudad. Fue un buen faro, porque mostró el camino. La luz le ganó a la oscuridad. Ya no hay lugar para el terror, porque ahora la que reina es la esperanza.