La performance del exintendente forma parte de las disquisiciones de sus competidores. En Juntos por el Cambio creen conveniente que haya quedado en pie. El Frente de Todos apunta a obtener una fracción de sus votos. Él avisa que mantendrá la intensidad de la campaña.
Por Ramiro Melucci
El escrutinio definitivo de las PASO, que culminó el jueves, confirmó que la paleta de colores del mapa nacional quedó compendiada en dos grandes tonos: un celeste que copó gran parte del territorio y un amarillo que resistió en otra porción. La tendencia se repetirá el 27 de octubre. En cada provincia, en cada localidad, en cada pueblo las elecciones generales las dirimirán, salvo excepciones, el Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
Mar del Plata, como suele suceder, forma parte de las excepciones. Una franja azul y roja se filtró en medio de la polarización. Es la de Acción Marplatense. El partido de Gustavo Pulti, pese a no presentar candidatos nacionales y provinciales, alcanzó el tercer escalón del podio y quedó en pie para la disputa final.
El exintendente obtuvo el 11 de agosto el 17,5% de los votos y se ubicó debajo de Fernanda Raverta, que juntó 27,7%, y de Guillermo Montenegro, que reunió 20,6%. Desde la noche electoral, las principales especulaciones de la dirigencia política local se centraron en los más de 56 mil votos de la radical Vilma Baragiola, que perdió con Montenegro la interna de Juntos por el Cambio y dejó para el debate el destino de esas adhesiones, que significaron el 14,2% de los votos. Pero las disquisiciones también alcanzan los cerca de 70 mil votos que obtuvo Pulti y se resumen en un interrogante breve y directo: ¿podrá mantenerlos?
El exintendente apuntala su anhelo de convertirse en el primer intendente de la historia de Mar del Plata en gobernar durante tres períodos en la convicción de que los marplatenses elegirán a un gobernante con experiencia que llegue y sepa lo que hay que hacer. Por eso en los últimos días buscó mostrarse como la contracara de la improvisación, el vicio que le ha marcado una y otra vez a su sucesor.
En las elecciones generales espera captar una buena tajada de los sufragios de Baragiola, la candidata que quedó en el camino. Sostiene que en el fondo el PRO no expresa a ese radicalismo. La carencia de gestos públicos entre los socios de esa alianza después de las PASO parece darle la razón.
El exjefe comunal parte de un cálculo numérico muy optimista, que sitúa su punto de partida en más de 20 puntos y no en los 17,5 que obtuvo en agosto. Su argumento: que muchos quisieron votarlo pero se equivocaron y además de poner su boleta corta colocaron la sábana de otros partidos nacionales, por lo que el voto a intendente quedó anulado.
Es difícil dilucidar por qué esos inconvenientes de cuarto oscuro, si es que existieron en semejante magnitud, no se repetirían en octubre. Pero el exintendente confía en que no los habrá.
Pulti procura por todos los medios desterrar la teoría de que existe una polarización. “Es parte del pasado –dice–. En Mar del Plata hay tres opciones con posibilidades”.
Su lectura no la comparten ni Raverta ni Montenegro, que presienten que el 27 de octubre habrá un mano a mano entre ellos dos y que el exintendente volverá a quedar tercero. La semana pasada, un candidato a concejal de Juntos por el Cambio llegó a cifrar la suerte de su candidato en la performance electoral de Pulti. “Si él se sostiene, ganamos –sentenció sin titubeos–. Si saca la pata del acelerador, perdemos”.
El análisis de ese dirigente parte de la certidumbre de que un Pulti competitivo afecta la actuación de Raverta. Incluso algunos en Juntos por el Cambio empiezan a probar un discurso que dé la idea de un escenario con dos fuerzas distintas y tres candidatos. “Hay dos kirchnerismos, uno de La Cámpora y otro con vínculos con Alberto Fernández, y nosotros”, diferencian.
Las conjeturas en el campamento kirchnerista pasan por otro andarivel. El del voto al ganador o el voto útil para evitar que otra vez gane en Mar del Plata un candidato de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal (Arroyo lo era). No creen que el exintendente se vaya a derrumbar, pero sí que una parte del electorado antioficialista que eligió a Pulti creyendo que iba a ganar cambiará su voto en las elecciones generales. Para eso trabajan.
No está en los planes, aclara Pulti, retirarse de la contienda o disminuir la intensidad de la campaña. Pero no por lo que pueda implicar esa decisión para los candidatos a intendente de frentes nacionales. “Nadie que está a unos puntos de diferencia puede retirarse. Menos cuando ya se eligió presidente y gobernador y ahora se elegirá intendente”, razona a partir de los resultados de las PASO.
El tanteador de la próxima contienda estará estrechamente ligado al país que despunte el mes de la elección. El devenir económico es crucial. Ya se sabe que la devaluación hará crecer la inflación, pero nadie puede garantizar qué sucederá con el dólar ni a dónde conducirá el reperfilamiento de la deuda con el Fondo Monetario Internacional. Si el país sigue en este camino plagado de incertidumbre, Montenegro tendrá más complicaciones para instalar su discurso. Sus posibilidades de triunfo crecerán, en cambio, si el Gobierno halla la fórmula para llegar a un remanso.
El candidato busca compensar los vaivenes del presente con la imagen de Vidal, que pese al derrumbe oficialista sigue tallando en Mar del Plata. La foto de la semana pasada a solas con la gobernadora anticipa la estrategia. Que de todos modos presenta una diferencia inocultable con la previa de las PASO: el gobierno bonaerense encara la campaña con el debilitamiento natural que causa una derrota por 1,6 millones de votos.
Tras el golpe que sufrió en la interna, el radicalismo sigue envuelto en su propia maraña. En el comité causó malestar la forma en que Daniel Katz analizó las PASO. El exintendente aludió a la falta de competitividad de Baragiola en elecciones para cargos ejecutivos –llegó a compararla con Elisa Carrió–, marcó errores de campaña y cuestionó los titubeos posteriores para explicitar un respaldo a Montenegro.
Los dirigentes con más incidencia en el manejo del comité mostraron su malestar. Creen que Katz buscó tomar distancia de la derrota como si su entorno no hubiera sido parte de la campaña. Y que se apartó de la organicidad partidaria para acelerar los tiempos de un entendimiento con Montenegro que, pese a las versiones que se echan a rodar todos los días, sigue sin vislumbrarse.