LA CAPITAL reproduce las palabras del empresario en el acto en el que lo reconocieron "ciudadano ilustre" de Mar del Plata.
Señoras, señores, autoridades, familia e invitados especiales
Quiero recordar a los familiares de todos ustedes que hoy no están y a mis cuatro hermanos, a mi señora, a mi hijo Alberto, a mis padres y en forma especial a mi madre, que me parió sano, trabajador e inteligente.
Antes que nada, gracias a todos por estar acá. Sepan que no es un día más para mí. Esta distinción me honra y me llena de satisfacción. Gracias por compartir esta alegría y gracias a quienes impulsaron y apoyaron esta iniciativa.
No voy a ser muy extenso. No se asusten. Brevemente intentaré resumir en pocos minutos lo que fue la historia de un hombre que hizo un culto del esfuerzo y el trabajo.
Un poco de mi historia.
Llegué a este bendito país hace 75 años, en 1949, en un barco, siendo muy joven. Alguna vez alguien escribió que arribaba a la Argentina con una valija llena de ilusiones. Era cierto. Tan cierto como que aquella valija era de cartón.
Recién arribado fui a vivir a Montevideo 1664, Montevideo y Quintana, y de inmediato comencé a trabajar en la Tienda San Miguel, mientras de noche estudiaba contabilidad. Los fines de semana trabajaba de mozo en el Club Comunicaciones, pero todo se terminó cuando Perón comenzó a usarlo para realizar los encuentros de la UES, donde se regalaban motos Siambrettas, heladeras y bicicletas a los estudiantes secundarios.
De allí pasé a trabajar, también de mozo, en el Club Municipalidad. El 1 de noviembre de 1957, cómo olvidarlo, me hice cargo del buffet, confitería y restaurante de ese club. Allí conocí a los intendentes Hernán Giralt y Alberto Prebisch. Tres meses después ya tenía trabajando a 220 personas a mi cargo.
En 1960 ya contaba con tres concesiones de clubes, y en el 64 ya eran diez, entre ellas las de Obras Sanitarias, YPF, Gimnasia y Esgrima, River Plate, Boca, Huracán y Lanús. En ese entonces pasé a ser el creador de paladares de las gaseosas Pepsi Cola y Bidú, también organicé los bailes de carnaval en la Avenida 9 de Julio cuando Francisco Rabanal era intendente y en el Club Municipalidad donde se realizó una comida en agasajo a Pelé organizada por los presidentes de Boca y de River: Alberto J. Armando y Antonio Liberti. Ese fue mi gran despegue.
En 1967 inauguré el restaurante Hostal del Lago, en los bosques de Palermo. Fue el restaurante más elegante de América de aquel momento, por donde pasaron personalidades del país y del mundo, como Indira Ghandi, Felipe González, Raúl Alfonsín, y todos los presidentes de la democracia, deportistas y artistas. Allí estuvo Julio Iglesias, se presentó por primera vez Rafael, y abrió el camino a todos los artistas españoles e italianos, como Mina y Milva. Las fotos recuerdan también las presentaciones de Los Cinco Latinos, Gilbert Becoud, el padre de Luis Miguel, el querido Marianito Mores y muchos más.
Un año más tarde, en 1968, me hice cargo del City Hotel de Buenos Aires, como accionista principal, presidente y gerente general. Dos años después, en 1970, se produce mi enamoramiento con Mar del Plata. En aquel año me convertí en accionista mayoritario, presidente y gerente general del Hotel Provincial.
Me tocó poner en valor esa postal de Mar del Plata que se encontraba en ruinas. Fue una licitación complicada, hostil, entre cruces y peleas de intereses entre la Fuerza Aérea y el Ejército y el entonces jefe de la SIDE, Ibérico Saint Jean.
En el Hotel Provincial, en marzo de 1977, se realizó el Congreso Internacional del Agua, el más importante concretado en la ciudad hasta entonces, con la participación de representantes de 127 países. Recibí la medalla de la paz por la buena organización y la presentación del hotel. Estábamos haciendo bien las cosas.
Sin embargo, no hay mal que por bien no venga. El 22 de junio de 1977, nunca olvidaré ese día, el general Ibérico Saint Jean, como interventor de la provincia, firmó un decreto, el primero de su gestión, para echarme del Provincial. Con el tiempo se lo agradecí. Gracias a esa medida me convertí en propietario del Hotel Hermitage. Volver a empezar. Era un hotel de verano sin aire acondicionado. Me tocó ponerlo en valor y ampliarlo, con las dos torres que se anexaron en 2001.
Paradojas de la vida. Cuando le hicieron la despedida al ex gobernador Saint Jean, más de cien intendentes de la provincia eligieron realizarla en el Hermitage. Cuando ingresó Saint Jean me quiso saludar, pero me di vuelta y me alejé. Intervino el ex intendente Russak para comentarme que el saliente gobernador quería saludarme cuando se retirara. Acepté hacerlo. Me reconoció que se había equivocado con aquella medida y simplemente la respondí que su decisión me había hecho mucho daño comercial y moral. Me saqué las ganas de poder decírselo de frente, cara a cara.
Siempre estuve en Mar del Plata, invirtiendo, generando puestos de trabajo y disfrutando de esta ciudad única. Más tarde me tocó la tarea de recuperar lo que hoy es el Paseo Hermitage. ¿Se acuerdan de las casillas?
Me considero un empresario, un inversor, pero a la vez un rescatista. Me puse al frente del diario La Capital de Mar del Plata, en los albores de la democracia, cuando corría peligro de cierre por su delicada situación económica y financiera, y lo mismo sucedió con el diario La Prensa y su biblioteca única y orgullo en el continente. Asimismo, tras un incendio, logré recuperar el emblemático teatro Avenida.
En 2005, parece mentira que hayan pasado ya casi dos décadas, en el Hotel Hermitage se realizó la reunión política más importante de la historia de Mar del Plata. La Cumbre de las Américas fue el foco de atención del mundo, con el inolvidable contrapunto entre los ex presidentes George Bush y Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula en torno al ALCA.
Tres años más tarde, en 2008, a pedido de las autoridades y tras un llamado a licitación internacional, me tocó trabajar, una vez más, en la recuperación del Hotel Provincial, que estaba en ruinas. Solo dos años después, en 2010, ese lugar fue sede de la Cumbre Iberoamericana con la asistencia, entre otros, del Rey de España. Una anécdota de aquellos días: cuando Su Majestad se retiraba, me mira y me dice: “Todo muy bien Florencio, pero tengo una queja”. Se me paralizó el corazón. “La suite es tan grande que me perdí”, dijo. Recién entonces respiré tranquilo.
Otro motivo de gran orgullo personal: desde 1989 soy el padrino de la Escuela Nº1 Pascuala Mugaburu, la más antigua de la ciudad, y es otro de los hechos que me llenan de alegría.
Con el paso de los años nos tocó también mantener vivo el Festival Internacional de Cine, que potencia en el mundo la marca Mar del Plata. Y hace poco le dimos a esta ciudad el shopping que necesitaba, con el salón cultural y la apertura de la calle Rawson, que hizo crecer además a toda la zona. Lo que era un galpón a punto de derrumbarse, solo disfrutado por las palomas, se convirtió en otro paseo obligado para turistas y marplatenses. Las grandes marcas nacionales e internacionales avalaron este emprendimiento.
Mar del Plata acaba de celebrar sus 150 años. Una ciudad que debemos seguir haciendo crecer entre todos. No todo vale. Debemos cuidar que las torres no superen las alturas pautadas, preservar los espacios naturales, ponerle un freno a la construcción en las playas y comprender que donde hay arena no debe haber fiestas electrónicas. Mar del Plata es familia, nunca lo olvidemos. Mis empresas son las que más impuestos y cargas sociales pagan y las que más empleos generan. Desde allí surge este pedido, haciéndome eco también de otros reconocidos empresarios de la ciudad que han apostado e invertido en Mar del Plata.
Días atrás tuve el orgullo y la responsabilidad de ser el productor de los festejos por los 150 años de la ciudad, junto a los responsables de Canal 8, Canal 10 y los titulares de las cámaras y principales entidades y empresas privadas de la ciudad. Más de 300 mil marplatenses y turistas disfrutaron de tres noches con shows y recitales populares gratuitos, con publicidad y proyección nacional e internacional de Mar del Plata. Hubo unidad y aportes económicos exclusivos del sector privado comprometido con la ciudad, para una fiesta en la que la Municipalidad no tuvo que gastar ni un centavo, aunque brindó eficientemente su apoyo en seguridad. ¿Es posible? Claro que sí cuando el objetivo es claro. En este caso, por mantener en lo más alto a Mar del Plata.
Se encuentran aquí presentes hombres y mujeres de las más variadas fuerzas políticas. No quiero concluir sin pedirles que dejen de lado las diferencias cuando se trata de trabajar por el futuro de Mar del Plata. Por la educación, por la salud, por el turismo, por el crecimiento de sus barrios, por la seguridad y por el bienestar de marplatenses y batanenses. Cuidemos a Mar del Plata entre todos. Encolumnados, unidos, juntos. Es posible, señoras y señores. Claro que sí. Nuestro deber es avanzar hacia esa ciudad que soñaron quienes la constituyeron, la Mar del Plata que, más acá en el tiempo, anhelaron desde Quique Cabrales hasta Eduardo Pezzatti, y desde Tino Fernández y Pedro Mezzapelle hasta Elio Aprile, a quienes extraño mucho.
Mar del Plata tiene todas las condiciones para seguir en ese camino, no sólo por su gastronomía, su producción
frutihortícola, su pesca, su turismo y su industria, sino, sobre todo, por el trabajo y el compromiso de todos nosotros.
Como ciudadano ilustre, y después de 54 años de haber arribado a esta maravillosa ciudad, sigo más comprometido y enamorado que nunca de Mar del Plata.
Cuando la ciudad cumplió 100 años fui reconocido por decenas de familias fundadoras de Mar del Plata con un diploma que aún atesoro. Cuando nuestra querida ciudad cumple 150 años, recibo con total orgullo esta distinción de ciudadano ilustre. Les aseguro que seguiré trabajando y soñando por el crecimiento de la ciudad. Por nada del mundo quiero quedarme sin un nuevo reconocimiento para cuando Mar del Plata celebre sus 200 años.
Gracias. Muchas gracias. Lo mejor para todos ustedes. !Que viva Mar del Plata!