Por Gabriel Coronello Aldao
Por obediencia al intendente Carlos Arroyo, cálculo político o convicción (lo que sería extraño) varios concejales del oficialismo no consentirán que al concluir la jornada de hoy el Concejo Deliberante apruebe una interpelación contra la secretaria de Educación, Ana María Crovetto.
Sin embargo otros integrantes del interbloque de Cambiemos no tienen interés ni motivos para defender una gestión a la que consideran penosa.
Por eso los radicales Eduardo Abud y Mario Rodríguez (presidente del comité local) junto a José Cano avalarían que el Concejo Deliberante dé el primer paso para convocar a Crovetto y eventualmente impulsar su remoción.
Todo depende de si en la sesión extraordinaria de hoy ellos tres serán los únicos oficialistas que se plegarán a la oposición para pedir interpelar a la secretaria.
La presencia de Crovetto en el gabinete es un hecho que a esta altura sólo se explica por la resistencia del intendente Carlos Arroyo a desprenderse de una persona con la que posee una estrecha relación personal.
La secretaria se hizo cargo del área de Educación del municipio en diciembre de 2015 precedida por su fama como inspectora de escuelas públicas provinciales.
Sin antecedentes en materia de gestión educativa, sin una afiliación política partidaria reconocible, la única razón que parece haber inspirado su llegada al gobierno fue su vínculo de amistad con el jefe comunal.
Como inspectora Crovetto solía visitar la Escuela Media Nº 2 para realizar controles en los que aparentemente nunca detectó anormalidades. Durante años construyó una amistad con el director del establecimiento, la cual se consolidó aún cuando Arroyo pudiera estar ausente, ocupado en ejercer al mismo tiempo su tarea como concejal o participando de alguna actividad política.
La magnitud de la gratitud de Arroyo hacia Crovetto quedó a la vista cuando el intendente le tomó juramento como funcionaria en un acto en el Teatro Colón. Ese día el flamante jefe comunal lloró. Fue el momento más emotivo del acto. Superó en sentimiento al instante que protagonizó con su pareja, Susana Rivero, que ese día también asumió como subsecretaria.
Ante semejante muestra de afecto, entonces el radicalismo concedió que Educación no quedara a cargo de quien era el candidato del partido para ocupar ese puesto: Sebastián Puglisi, quien ya había ejercido cargos de responsabilidad en esa área durante gobiernos radicales.
Durante toda la campaña Puglisi había asumido que estaba expresando las “propuestas” que Arroyo tenía para el sistema de educación municipal.
Pero como resultado de una martingala inexplicable, Arroyo terminó decidiendo que Puglisi fuera secretario de Cultura, cargo que abandonó de la manera más elegante posible ni bien advirtió que la gestión adquiría un rumbo incierto.
Vista y fotografiada mirando las vidrieras de la calle Güemes en días hábiles y en horario de oficina, con el correr de los días Crovetto comenzó a ser cuestionada por su escaso apego al trabajo, su falta de criterio para comprender las incumbencias de su cargo y los recortes presupuestarios en el Programa Educativo Barrial que le valieron una demanda en la Justicia, cuyo cartel comparte con Arroyo y la secretaria de Cultura, Silvana Rojas.
Acostumbrada a ingresar a su oficina cerca del mediodía, Crovetto comenzó a acumular sobre su escritorio reclamos por falta de bancos, por la construcción de aulas, la designación de docentes, la limpieza de tanques de agua o cualquier otro problema cotidiano que se presentara en una escuela.
“Todo el mundo quiere ver a Crovetto”, protestaba la funcionaria meses atrás cuando justificaba los motivos por los que no respondía de manera más expeditiva a los pedidos de reuniones.
En mayo, la secretaria sufrió su primer trago amargo, el cual digirió siempre con una curiosa sonrisa.
Fue acusada de haber utilizado módulos requeridos para cubrir cargos docentes para designar a amigos y parientes y eso motivó que los concejales la convocaran a la comisión de Educación.
Allí la esperaron decenas de docentes y dirigentes sindicales que tomaron la palabra para al final de aquella jornada pedir a los gritos “que renuncie”.
Ni el inédito paro que el Sindicato de Trabajadores Municipales realizó luego para reclamar su renuncia llevó al intendente a considerar la posibilidad de soltarle la mano.
Durante los meses que siguieron, continuaron acumulándose anécdotas extravagantes sobre la actuación de la secretaria, a la que hasta le asignaron una “coach” para que le explicara cómo podría mejorar sus modales, sus relaciones interpersonales y enfrentar a los medios.
Como parte del esfuerzo por sostenerla y ayudarla a “progresar”, también se resolvió la designación de su sobrina, Eleonora Sasso, en un cargo político de directora.
En los últimos meses, funcionarios de carrera con trayectoria y reconocimiento dentro del área de Educación apresuraron sus trámites jubilatorios o gestionaron pases, desbordados por las consecuencias que genera la falta de rumbo.
Es claro que el destino de Crovetto está dependiendo cada vez menos de la voluntad del intendente Arroyo, quien a medida que pasa el tiempo está teniendo menos apoyo de los “propios” para garantizar que la secretaria siga cobrando su sueldo.
Por estas horas la suerte de la funcionaria parece estar más bien en manos de los concejales, especialmente de algunos oficialistas hartos del grotesco.