La Ciudad

El despido del “mejor de la historia” o la crónica de una muerte anunciada

Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata.

La novela llegó a su fin. Se terminaron las especulaciones, las versiones, las marchas y las contramarchas. Cuando le faltaban apenas cuatro días de trabajo para cumplir sus dos años de antigüedad como secretario de Economía y

Hacienda de la comuna, Hernán Mourelle tiene hoy que embalar las pertenencias de su oficina para desalojar el despacho tras haber sido echado por el intendente municipal Carlos Arroyo, harto ya de sus desplantes, sus

peleas estériles y su estilo confrontativo, que lo aislaron de toda la clase política de la ciudad. Quien fuera alguna vez definido por quien acaba de darle las gracias por los servicios prestados como “el mejor secretario de Economía

de la historia de la ciudad”, antes de retornar a su Lanús natal, fiel a su estilo, se irá disparando contra todos los enemigos que supo ganarse en estos 724 días de gestión. Pero su palabra, hoy por hoy, “está más devaluada que el peso” decía esta misma mañana, con una sonrisa de oreja a oreja ni bien se oficializó la noticia, uno de los secretarios que más deseaba su alejamiento. Alfredo Osorio, un funcionario de carrera, será el nuevo titular de Hacienda.

A lo largo de los últimos meses se le venía reclamando insistentemente al intendente que despidiera a quien, que duda cabe, mucho hizo para que el “arroyismo” sufriera esa catastrófica derrota electoral hace pocas semanas, cosechando apenas el 5 por ciento de los votos de marplatenses y batanenses, sepultando el deseo del doctor Arroyo de ir por un nuevo período de gobierno. De hecho, se esperaba que tras las PASO el primer cambio en el gabinete –donde absolutamente todos los secretarios estaban enfrentados con el oriundo de Lanús- fuese la ida de Mourelle. Logró sobrevivir algunas semanas, pero a decir verdad, puso todo su empeño, especialmente en las últimas horas, para ser despedido. “Encontró una forma cobarde de abandonar el barco, criticando incluso al intendente que lo bancó contra viento y marea”, refería otro de los secretarios histórico del gabinete, quien en más de una oportunidad lo enfrentó en el despacho principal, incluso llegando casi a los golpes.

Mourelle ha sido funcional a la debacle política del jefe comunal, quien en estas horas se debe estar lamentando de no haberle dado respuestas satisfactorias a los pedidos de su hijo Guillermo, socios políticos y otros allegados, quienes desde hace meses le venían reclamando que tomara una decisión como la que adoptó este miércoles luego de varios días de cabildeos. De hecho, hasta judicialmente su situación puede aparecer con algunos nubarrones en el futuro, a partir de haber avalado algunas de las polémicas decisiones del hoy ex funcionario que creyó contar con un poder jamás ganado en las urnas ni en los hechos. Su último artilugio fue convencer al jefe comunal de que la comuna había alcanzado un superávit económico, algo que se cansó de reiterar ante micrófonos “amigos” –en muchos casos, gracias a las generosas pautas publicitarias por él ordenadas y distribuidas que no fueron de

mucha utilidad a la hora de contar los votos-, lo cual repetían algunos de los “vivillos” (Guillermo Sáenz Saralegui dixit) que lo rodeaban y que en estas horas se sienten desorientados ante el tremendo mandoble aplicado por Zorro

1.

Alicia Lungarzo, ex subsecretaria de Comunicación

Porque el intendente no sólo decidió echar a su secretario otrora estrella, sino también a dos funcionarias que habían llegado al gabinete de su mano. Tras apenas dos meses en el cargo, también se va de Mar del Plata Alicia SusanaLungarzo, quien llegó desde Lanús tras haber pedido licencia en aquella comuna. Lungarzo fue traída por Mourelle para reemplazar al subsecretario de

Comunicación, Agustín Neme. Se desconoce las tareas que desarrolló en estos pocos días en la ciudad, pero en las próximas horas seguramente volverá a reincorporarse a su anterior trabajo tras su efímero paso por Mar del Plata. También el jefe comunal firmó el decreto a través del cual echó a la subsecretaria de Economía, Verónica Giovanniello, quien pese a no haber llegado a estar un año en el cargo –asumió el 17 de diciembre del año pasado- tuvo la oportunidad de tomarse vacaciones entre el 17 de julio y el 6 de agosto, publicando en sus redes sociales las fotos de su periplo por las costas europeas cuando la ciudad “ardía”, lo cual generó el malestar de muchos funcionarios. Duró en el cargo 278 días.

Verónica Giovaniello.

Todo se derrumbó como un frágil castillo de naipes. Lo del superávit es apenas un dibujo que cualquiera que ahonde en las cuentas municipales puede constatar, dicen los concejales que entienden de finanzas y números. Estaba convencido Mourelle de su genial trabajo, y sintió que tenía espaldas como para enfrentar y agredir a todos. Empresarios, productores rurales o teatrales, dirigentes de clubes, sociedades de fomento, sindicatos, concejales, fuerzas políticas, ex intendentes, representantes de la pesca y hasta cooperativas de hospitales, llegando hasta a la gobernadora María Eugenia Vidal, fueron blanco de sus diatribas, críticas y decisiones erróneas. Peleas que encaró y

perdió una y mil veces, lo cual conllevó el desgaste político del intendente Arroyo quien no supo ponerle un freno a quien hasta se dudó a quien respondía, en verdad, políticamente.

 

Mourelle, además, fue el arquitecto encargado de dinamitar las relaciones entre el Ejecutivo y el Deliberativo, apuntando siempre a los concejales del radicalismo –su encono con Cristina Coria y Vilma Baragiola se convirtió en un clásico-, socios del entonces bloque de Cambiemos que se terminó dividiendo en numerosas fracciones. También intentó desgastar al presidente del Concejo Deliberante, Guillermo Sáenz Saralegui, quien fue el fundador junto al intendente, su amigo de años, del partido Agrupación Atlántica. Hasta jugó a ser político, y en la última elección de autoridades del Concejo encabezó el proyecto de desplazar del cargo a Sáenz Saralegui. Acostumbrado a las derrotas volvió a perder. En aquella oportunidad fue el concejal Alejandro Carrancio quien también creyó ingenuamente en la “magia” de Mourelle para modificar la realidad. En la mañana de este martes, también en el Concejo –incluso ediles oficialistas- celebraban que esta historia haya llegado a su fin.

Tras haber cerrado en baja el martes, el miércoles recuperaron su valor las acciones de Guillermo Arroyo, concejal e hijo del intendente. Es que tras haberse reunido el lunes con los presidentes de todos los bloques del Concejo,

Guillermo Arroyo le informó a sus pares que Mourelle sería echado el martes y que su padre ya contaba con el decreto correspondiente. Así lo confirmaron varios de los concejales que participaron de ese encuentro, que salieron

aliviados tras la promesa de Arroyo hijo. El martes, en tanto, iban pasando las horas y no sólo no se tenían noticias sobre el anunciado despido, sino que se indicaba que el jefe comunal había cambiado de opinión. Los concejales

intentaron comunicarse con Guillermo Arroyo, quien por la tarde se reunió con su padre en el despacho principal para volver a insistir en lo señalado por sus pares: no sólo bancaban la medida sino que se comprometían a colaborar en esta coyuntura, hasta el 10 de diciembre. En la noche del martes, cuando todos dudaban sobre la palabra de Guillermo, éste apagó el celular sabiendo que la decisión ya estaba tomada y que sería anunciada y comunicada en la mañana siguiente por su padre. “Admito que lo queríamos matar, pero esta vez

aunque con un día de retraso, se cumplió lo que nos había anticipado”, reconoció un concejal opositor quien tildó al funcionario despedido como “un soberbio y presumido que siempre ninguneó al Concejo y terminó chocando la

calesita por hablar de más. Siendo de Lanús –ironizó- desconocía que es verdad aquello de que el pez por la boca muere”.

Guillermo Arroyo.

Pese a su alejamiento, los marplatenses y batanenses seguramente vamos a escuchar y leer seguido información sobre Mourelle, en el futuro, aunque seguramente relacionada con el ámbito judicial. El hombre que estuvo casi dos años sin presentar su declaración jurada hasta que le cobraron una multa de 111 mil pesos, la mitad de su salario, será epicentro de numerosas denuncias a partir del 10 de diciembre, incluso desde los organismos de contralor internos de la misma comuna. Al margen, el Tribunal de Cuentas de la Provincia tiene abundante material como para analizar en relación al accionar de quien además fue denunciado por acoso sexual por una empleada municipal. Pero sin dudas, su legado mayor aun sigue sin resolución, y las consecuencias, pueden llegar a sufrirlas las próximas autoridades.

Es que la Corte bonaerense deberá expedirse en torno al conflicto de poderes denunciado por el Departamento Ejecutivo contra el Deliberativo, a partir de la decisión de suspenderle las bonificaciones a los docentes municipales,

beneficio histórico que había sido rechazado por los concejales. Si la justicia avala los fundamentos de Mourelle –él mismo viajó a La Plata en varias oportunidades, obsesionado en esta pelea- sólo quedará como saldo negativo

para esta gestión el rechazo de la comunidad educativa municipal y el estigma para el ex director de escuelas, Carlos Arroyo, de haber sido parte del ataque a un sistema que siempre fue orgullo en la ciudad. En cambio, si el fallo de la

Corte rechaza esta solicitud, no sólo habrá que abonar en forma retroactiva las bonificaciones eliminadas, sino que es posible que el Ejecutivo –cuando incluso ya no este Arroyo- tenga que enfrentar una catarata de juicios por

parte de los damnificados.

“El problema es cuando un técnico quiere jugar a ser político y se lo cree. Así como yo no entiendo nada de Economía, él no sabía nada de política, pero se la creyó o se la hicieron creer. Siempre dijimos que se iba a ir y dejar un tendal. Me cansé de comentarlo incluso en el gabinete. El se vuelve a Lanús y nosotros seguimos yendo al supermercado y al bar de la esquina y nos tenemos que hacer cargo de sus locuras y de la bomba de tiempo que deja”, dice ahora, envalentonado, ya con Mourelle fuera del gabinete, un alto funcionario de extracción radical quien relató con detalles lo que sucedió el viernes, cuando se produjo el principio del final del hombre de Economía.

El viernes, cabe recordarlo, mientras en el Concejo Deliberante se autorizaba el aumento del 35% en las tasas, se producían reuniones y acaloradas discusiones y negociaciones ante la negativa de Mourelle de pagarle los

sueldos a los asesores de los ediles. Adujo variadas cuestiones técnicas –a la postre descartadas de plano hasta por el Tribunal de Cuentas de la provincia al que se le pidió una opinión al respecto- y, confiado en su poder, le envió una carta al intendente expresando su negativa a hacer efectivo esos pagos y avisando que en lo personal no se haría cargo de las consecuencias que ello podría acarrear judicialmente en caso de concretarse. Mientras tallaba fuerte la figura y la opinión del concejal Guillermo Arroyo, hijo del intendente, el jefe comunal finalmente decidía desautorizar a su secretario “estrella” y avalar el pago.

¿Cuál era el único camino y decisión digna que le quedaba adoptar a Mourelle tras semejante desautorización (y derrota política, una vez más)?. Sin dudas, presentar la renuncia. Sin embargo, optó por volver a hacer gala de su incontinencia verbal en una radio “amiga”, anunciando que no iba a renunciar, y explicando que el intendente había sucumbido ante las presiones al decidir lo opuesto a lo que el había planteado. “Los allegados al intendente (sin nombrarlos apuntaba a Guillermo Arroyo y a Alejandro Vicente, secretario de Gobierno) y otros sectores políticos lo amenazan y lo torturan y le hacen de todo para que ceda a sus presiones”, disparó sin anestesia, poniendo en ridículo el liderazgo político de Arroyo. Las cartas estaban echadas. Y él ya lo había decidido. No se iría. Se haría echar para luego victimizarse y venderse como “el defensor de los intereses de los contribuyentes marplatenses”, los mismos que le dieron la espalda a este gobierno gracias, en un muy alto porcentaje, a su olvidable gestión en su paso por la comuna de esta ciudad a la que llegó desde Lanús como si fuese David Copperfield y volverá como el hombre que más dañó a quien decía defender.

Varios funcionarios dialogaban este miércoles sobre la decisión del intendente, y aventuraban lo que haría Mourelle en su última réplica. “Va a salir a pegarle a todos”, pronosticaba uno de ellos. Sin embargo, su par –también sobreviviente, de los pocos que quedan, del gabinete que asumió el 10 de diciembre de 2015, apuntaba, en voz demasiada alta, que “así como se le abrieron (al ex funcionario) muchos micrófonos gracias a la pauta

publicitaria, ahora esos mismos micrófonos se le cerrarán, también por la continuidad de la pauta publicitaria. Veremos –enfatizó sonriente- a las viudas de Mourelle pegando el salto en garrocha”. En cuanto a la tarea del nuevo

secretario de Economía y Hacienda –el cuarto de esta gestión tras el paso por ese despacho “caliente” de José Reinaldo Cano, Gustavo Schroeder y Hernán Mourelle-, coincidía en señalarse que no debería tener demasiados

inconvenientes hasta el 10 de diciembre. “Con la fiscal impositiva ya aprobada llegas a fin de año en piloto automático. Son 83 días los que faltan para el cambio de gobierno”. Uno de los secretarios lanzó una última pregunta. “¿Cuántos votos más hubiese sacado Arroyo en las PASO del 11 de agosto pasado sin todo el daño y los escándalos protagonizados por Mourelle?”. No hubo respuestas. Era una pregunta que forma parte exclusivamente del campo de la ciencia ficción.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...