Opinión

El debate, el todo y las partes

Panorama político nacional de los últimos siete días

 

 

Por Jorge Raventos

 

Esta noche los contrincantes en la pelea por la presidencia se verán las caras en Santiago del Estero y rendirán examen ante el público en el primero de los debates obligatorios que establece la normativa electoral. Se espera que el show, que será televisado en directo por varios canales, alcance un rating análogo al de un partido decisivo de la selección de fútbol. Cuando resta menos de un mes para la primera vuelta del comicio, este debate y el que se dirimirá una semana más tarde en Buenos Aires son oportunidades y desafíos para los candidatos: en ellos se pueden sumar votos vacilantes pero también se puede perderlos. Todo puede depender de una réplica desafortunada, de una actitud demasiado fría o demasiado exaltada. También de las esperanzas que logren despertar con sus discursos. La audiencia forma su impresión no sólo (ni, quizás, principalmente) por las palabras y las promesas, sino por detalles de comportamiento o por actitudes. Y también por prejuicios sobre los personajes.

Lo que arriesga Milei

Javier Milei, que salió primero en las PASO y mantiene su ventaja en las encuestas, es probablemente el candidato que más arriesga en el debate. Generalmente los políticos que van sostenidamente adelante en las mediciones previas prefieren no someterse a una confrontación, sino más bien mantener la diferencia que les garantiza participar en la final. Que los estrategas que aconsejan a Milei elucubraran una ausencia del candidato –rumor que circuló esta semana, quizás motorizado por algún adversario- sería un gol en contra. El libertario incurriría en una transgresión de las normas (como dijimos, estos debates son obligatorios) y seguramente en un error político: para una figura que se ha apalancado en un estilo rotundo, fiero y asertivo, sacarle el cuerpo al debate equivaldría a un extraño, incomprensible cambio de estrategia que decepcionaría a sus fans y le haría daño en materia de votos.

Es probable, en cambio, que enfoque su artillería en dirección a Massa. Los libertarios disputan a Juntos por el Cambio el lugar central de la pelea contra el gobierno: unos y otros tratan de quedarse con el mismo papel. Para ello, Milei debe promover, como par/opuesto al candidato-ministro.

Como se ha señalado en esta página, que Massa y Milei converjan de ese modo en minimizar a la fórmula de Juntos por el Cambio no es el producto de algún pacto inconfesable, sino una coincidencia objetiva: cada uno de ellos está convencido de que el otro es el rival más conveniente en la segunda vuelta.

Milei cree que enfrentar mano a mano a Massa le permitirá capitalizar el voto liberal de Juntos por el Cambio y canalizar las pulsiones antikirchneristas del electorado.

La estrategia de Massa

Massa, de su lado, viene desplegando una estrategia (y un tono discursivo) de moderación, centrado en la idea de los acuerdos y la unión nacional. El último fin de semana, en la reunión con los gobernadores del Norte Grande –un colectivo que ese día incluía dos mandatarios radicales: su amigo, el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés- anunció que de llegar a la presidencia convocaría a su gabinete a hombres del radicalismo y también del Pro. Así como Milei juega a seducir en la segunda vuelta a quienes aspiran a “erradicar” al kirchnerismo, Massa espera atraer a todos los que desconfían de los modos, las ideas y las ocurrencias del libertario de la motosierra o de quienes temen las consecuencias de un salto al vacío, hacia la dimensión desconocida.

Massa ha conseguido hasta aquí consolidar su candidatura hacia dentro del oficialismo: aunque puede haber todavía alguna disconformidad de sectores más radicalizados, el ministro-candidato cuenta con respaldos decisivos en el movimiento obrero (que el viernes se movilizó unificado: la CGT junto a la CTA), los movimientos sociales, los gobernadores y, last but not least , el apoyo discreto de Cristina Kirchner que, aunque su poder se encuentre en plena declinación, mantiene una influencia no desdeñable en una elección exigida como la que se aproxima. Las encuestas reflejan que esa consolidación se extiende ya más allá del público peronista: su porcentaje ha crecido en relación con lo que la divisa UP consiguió en las primarias.

Cuando el premio es salir segundo

Carlos Bilardo despreciaba las medallas de plata en los Mundiales. En esta primera vuelta electoral, en cambio, el segundo puesto es objeto de deseo. Conciente de que en esta instancia su objetivo principal es pulsear con Massa si quiere asegurarse el paso a la final , Patricia Bullrich sobreactúa muchas veces su antikirchnerismo, ansiosa por emular simultáneamente la energía desbordada de Milei. En los festejos posteriores al triunfo del radical Leandro Zdero en Chaco prometió eliminar “para siempre” al kirchnerismo. Una frase inquietante en una república democrática, tanto por el verbo como por el adverbio. De inmediato, Bullrich presentó en sus spots de campaña la maqueta de una cárcel a la que bautizó vitriólicamente con el nombre de Cristina Kirchner, asegurando que, si gana, “meterá en esa cárcel a los corruptos”. Pero, ¿acaso la Constitución le asigna la función de “meter gente en la cárcel” a los presidentes?¿No era esa una tarea de los jueces? Urgente: consultar al profesor Kovadlof.

Mientras pelea con Massa, la candidata de Juntos por el Cambio no deja de hacer esgrima con los libertarios. Les imputa, no sin razón, que hayan diluido puntos centrales de lo que prometían en la primera etapa de su campaña. Ciertamente la bandera mileísta de la dolarización quedó relativizada. El ingeniero de ese dispositivo, Emilio Ocampo, ha sido nominado por Milei a conducir el Banco Central (para que lo disuelva, lo que ocurriría en dos años). También empieza a arrugarse con el uso la consigna “anticasta”, otro de los hits comunicativos de Milei. Bullrich le enrostró al libertario sus reuniones con sindicalistas y el acto que le organizaron los gastronómicos en Parque Norte: “Difícil que algo nuevo se construya con los Barrionuevo de la vida”, disparó la candidata macrista.

Bullrich no está, en rigor, exenta de algunos de los pecados que atribuye a Milei. Hace algunas semanas ella había prometido que, de ser presidenta, eliminaría las retenciones agropecuarias de inmediato: “Retenciones cero desde el día cero”, había sintetizado. Como la dolarización de Milei, esta consigna de Bullrich se fue licuando, particularmente desde que ella se comprometió con Carlos Melconian, para quien aquel planteo resultaba incumplible. Ahora ese impresión parece confirmarse después de las expresiones, en la entidad que nuclea a la cadena de valor del complejo sojero, del principal asesor de la candidata en temas agropecuarios, Guillermo Bernaudo, que fuera secretario de Agricultura con Mauricio Macri. La eliminación de las retenciones “no va a ser inmediata para la soja y los cereales –explicó Bernaudo- , habrá un cronograma cierto que tendrá un plazo acotado de 4 o 5 años…Esperamos que durante la primera gestión de Patricia no existan más retenciones en Argentina”. Diría Tenorio: “¡Cuan largo me lo fiáis!”

El debate del domingo le ofrece a la candidata de Juntos por el Cambio una oportunidad para superar el tercer puesto que consiguió en las PASO y que parece confirmarle hasta aquí la mayoría de los estudios de opinión pública.

Uno de esos análisis –producido por la Universidad San Andrés- aventura que Bullrich triunfaría en segunda vuelta si enfrentara a Javier Milei. Buena noticia, pero premio consuelo: porque el mismo estudio devela que ella no llegaría al balotaje, es decir: podría triunfar en una competencia en la que, hasta el día de hoy, no llegaría a participar.

Por el debate de hoy es una oportunidad inmejorable para la candidata de Juntos por el Cambio para capturar las voluntades (y los votos) que le faltan para no ser excluida en el primer round electoral, un desafío existencial pues seguramente quedar afuera de la final determinaría crisis y quebraduras irremediables en la coalición que hasta hace poco se creía predestinada a gobernar desde el 10 de diciembre.

El todo es superior a las partes

Los debates electorales son una representación: escenifican los rasgos agonales, belicosos de la convivencia política que, en verdad, dirime sus relaciones fe fuerza no en el campo de batalla, sino en las urnas. La sociedad no puede funcionar permanentemente con los modos conflictivos que se dramatizan en el debate. Pasadas las instancias electorales es preciso atemperar la confrontación y traducirla enconvergencia y armonía. Vale la pena citar, en ese sentido, la imagen que el Papa Francisco empleó para hablar de la Iglesia al ordenar a los flamantes cardenales: “Cada músico debe escuchar a los demás. Si uno sólo se escuchase a sí mismo, por más sublime que pudiera ser su sonido, no beneficiará a la sinfonía; y lo mismo sucedería si una sección de la orquesta no escuchase a las otras, sino que sonara como si estuviera sola, como si fuera el todo”. El todo es superior a las partes.

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