por Vito Amalfitano
Enviado especial
RIO DE JANEIRO, Brasil.- Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro ya desplegaron todas sus alas en la segunda jornada plena de competencias, con miles y miles de espectadores trasladándose hacia y entre los estadios. Y poniendo a prueba un sistema de transportes que hasta ahora funciona muy bien, a diferencia de lo que ocurrió en el Mundial de fútbol de hace dos años, con la salvedad de que aquel acontecimiento ecuménico se desarrolló en todo el país, con dimensiones de continente, y este en una sola ciudad, con algunas excepciones.
Volvimos muy tarde en la noche del sábado tras la consagración de Paula Pareto, la primera mujer argentina campeona olímpica. Después de una jornada plena de emociones y con tarea extra por el logro de “La Peque”, prácticamente “cerramos” el Centro de Prensa del Carioca 2 con los colegas Mariano Ryan, de Clarín, y Marcelo Androetto, de Reuters.
Sin quejarse, da gusto y orgullo escribir desde el lugar de los hechos, sobre un acontecimiento histórico para el deporte argentino.
A las 11 de la noche, vencidos físicamente -en una jornada que había empezado a las 7 de la mañana acompañando al marplatense Brian Rosso en la clasificación a cuartos del single de remo-, pero felices por haber asistido y contado esa página de gloria de “La Peque”, tomamos el micro de prensa hasta el centro de Río de Janeiro y desde allí el subte hasta nuestro alojamiento en Flamengo.
En ese último transporte nos encontramos con el regreso de los aficionados de las distintas competencias. Sobre todo muchos brasileños, con la clásica casaca “verde amarelha”, enfervorizados por una goleada en… fútbol femenino. No obstante la vergüenza de haber perdido el Mundial masculino en la propia casa con una lacerante derrota 1-7 ante Alemania y sus posteriores sinsabores en dos Copas Américas, un par de hinchas se atrevieron a cargar a una familia completa vestida con la camiseta de Chile. “Pentacampeón”, le gritaron con desmesura. El pasado de gloria los ampara, pero demasiado atrevimiento frente a aficionados trasandinos, que vienen de ganar nada menos que dos Copa América consecutivas.
De ese subte de la madrugada, a este del mediodía, cargado con más y más aficionados, rumbo al Parque Olímpico. Primero se toma la línea normal y en la estación Osorio inicia su camino la nueva línea del Corredor Olímpico, hacia el Parque Oceánico, construida especialmente para los Juegos pero que le quedará a todos los cariocas. Un legado más del deporte y de un país que creció como nunca en la historia gracias a Lula y Dilma y que ya lo reconoce en la calle y en los estadios donde aflora masivamente el “Fora Temer”, en referencia al presidente “de facto” interino.
Esa nueva línea de subte hoy sólo la pueden abordar los periodistas, en forma gratuita, con una tarjeta especial, los voluntarios, todo el personal de logística de los Juegos con credencial correspondiente, y los aficionados con ticket en mano para cada uno de los estadios y competencias elegidas. Desde el final de esa línea, en el Parque Oceánico, una multitud se traslada por las escaleras y las rampas hasta la continuación del Corredor, ahora a través de buses, que esperan uno detrás del otro, de a centenares, para transportar a los espectadores hasta el destino final del Parque Olímpico en Barra de Tijuca. Esos micros, a su vez, van por carriles de autopista que son únicamente para los transportes oficiales de los Juegos, por lo cual el tránsito es fluido.
Una vez en el Parque, cuando entre un paisaje impactante se divisan todos los estadios y un poco más lejos la Villa Olímpica, hay que trasladarse por nuevas rampas junto a los espectadores para luego desviarnos nosotros hacia el el Centro de Prensa neurálgico de los Juegos. Desde allí, a su vez, parten buses internos hacia los diversos escenarios, exclusivos para la prensa. Un sistema por ahora aceitado y efectivo. Así ayer nos trasladamos al Arena Tenis, primero al court número 1 para ver Nadal – Delbonis y luego al court central para Del Potro – Djokovic.
Pegado está el Carioca 1, para ver el básquetbol, y el natatorio.
Más allá de algunas obras que no se pudieron concretar -por ejemplo, que esa nueva línea de subte llegue directamente a Barra, por dificultades económicas y geológicas-, el Corredor Olímpico funciona bien. Y por sus arterias fluye toda la sangre del deporte universal.