Confesiones, antiguos reproches, anécdotas jamás contadas, sonrisas y lamentos de quienes estuvieron al frente de la causa judicial más trascendente de la historia de Mar del Plata.
Por Bruno Verdenelli
verdenelli@lacapitalmdq.com.ar
No hay un caso policial más impactante en la historia de Mar del Plata. Sus características son insoslayables: verano, década del ’80, el mejor campeón que dio el boxeo argentino y, por consiguiente, uno de los máximos ídolos populares, la escultural modelo rubia, la farándula, y los fantasmas del alcohol y la cocaína. El crimen de Alicia Muñiz a manos de Carlos Monzón lo tuvo todo.
A 30 años de aquella fatídica mañana, parece que todo se ha dicho. Sin embargo, entre los protagonistas de la reconstrucción judicial del asesinato -entonces no existía la palabra “femicidio”-, todavía hay tiempo y lugar para el asombro.
La casa de Pedro Zanni 1567, en pleno barrio La Florida, se hizo famosa mundialmente el 14 de febrero de 1988. Y en la actualidad luce tan imponente como entonces, cuando el fiscal Carlos Pellizza ingresó ya con conocimiento de que no iba a instruir en la investigación de un hecho más.
Es un sábado de enero. La temperatura, al mediodía, supera los 30 grados y el sol calienta el pavimento hasta casi derretirlo. Y el propio Pellizza ya llegó al lugar. Otra vez. Fue el primero en aceptar la convocatoria de LA CAPITAL y ahora vuelve a la vivienda donde Monzón mató a su ex pareja y madre de su hijo Maximiliano. Está acompañado de Alberto Ferrara, quien era fiscal general en esos días y luego fue quien llevó adelante la acusación en el juicio oral al santafesino.
Del otro lado, como siempre, está Patricia Perelló. ¿No iba a recoger el guante? Valga más que nunca el uso del término, sí lo hizo esa vez y de ahí en más nunca lo dejó de hacer. No es una paradoja: su carrera de abogada está marcada por recoger guantes desde que tomó la defensa de Monzón, junto a Jorge De la Canale, cuando laboralmente no existía para ella un antes, pero el futuro sí le tenía asegurado un después.
Los tres suplican no hablar de la causa, pues jamás se pondrán de acuerdo. Ferrara y Pellizza no dudan de lo que investigaron ni de la condena que lograron del tribunal integrado por Alicia Ramos Fondeville, Jorge Simón Isach y Carlos Pizarro Lastra, mientras que Perelló sigue convencida de que el ex campeón mundial no mató, o no quiso matar a Alicia Muñiz.
El pedido de los protagonistas del caso se respeta a rajatabla. “Sólo se hablará de cómo el hecho, por sus características, les cambió la vida a nivel personal y profesional”, se les promete. Pero son ellos mismos los que, atravesados por su pasión laboral, no logran abstraerse. Y hay varias ocasiones en las que deben sonreír y hacer silencio para no volver a debatir, al igual que lo hicieron hace tres décadas.
-¿Qué recuerdan de ese momento y cómo les cambió la vida?
–Perelló: Yo hacía poco que había arrancado y la realidad es que me transformó. En varios aspectos, positivos y negativos. No sólo positivos. Empecé a tener una trascendencia que ahora ya no tiene repercusión porque pasó mucho tiempo. La gente me paraba en la calle. Yo fui poco tiempo después a España y me habían visto. En Mónaco también. Monzón era una persona reconocida mundialmente, y en todo el jet set. Pero también después yo quedé como ligada a haber defendido a un golpeador de mujeres, cuando a Monzón se lo juzgó por un hecho de homicidio, y se trató de hacer un juicio a la vida de Monzón y no a un acto de Monzón, que es en realidad lo que se debe juzgar. Y yo he entrado en conferencias de violencia de género y escuchado a feministas radicales decir: “¿Qué hace esta acá?”. Cuando en realidad yo trabajo contra la violencia de género hace un montón de años. Acá y fuera de acá. Todos los que estuvimos ligados al caso adquirimos cierta notoriedad. Tuvo aspectos positivos y negativos.
-Pellizza: Yo vivía acá a cuatro cuadras. A las 6 de la mañana llegó un patrullero a mi casa, que iba normalmente. Yo estaba en el patio, estaba levantado no sé si colgando ropa… Me dijo el policía que había habido un hecho gravísimo. Me preguntó si lo conocía a Monzón y le dije que cómo no lo iba a conocer. Le pregunté qué había pasado y me contestó: “Mató a la mujer”. Y llegué acá y sabía que estaba la mujer muerta y Monzón accidentado. No me acuerdo si lo mandé yo al hospital o si ya lo habían mandado. Creo que lo vi allá al ratito. Hubo un anticipo de todo lo que iba a venir en la prensa. Ya a esa hora. Mucha conmoción. Muchísima gente y cada vez más gente, porque enseguida los medios empezaron a difundir lo que había pasado. Estaban dos chiquitos, el hijo de Monzón y el de Martel, que era el que alquilaba la casa. Altos jefes policiales que estaban en la ciudad y llegaban de malla y ojotas a ver qué había pasado. Había un alambrado en esta parte (señala la casa lindera), porque si no no sé cómo hubiéramos hecho desde la parte jurídica. A los pocos días filmaban desde los aparatos para cambiar las lámparas de los postes de luz. Se podía inferir desde ese momento que iba a ser un hecho de trascendencia.
-Ferrara: No me di tanto cuenta de que era un caso bisagra. Sí de que era algo diferente, algo que iba a estar muy concurrido en los medios. Causas de trascendencia pública hubo muchas, como la de Mena, la del hijo de Ibáñez, pero esta tenía trascendencia internacional. A mí me hablaron por teléfono de todo el mundo. Voy a contar un papelón que hice, después de tanto tiempo está prescripto. Yo tenía un amigo que me llamaba todas las mañanas y se hacía el alemán, el francés, el italiano, en broma. Una mañana se asoma el secretario, que era Daniel Adler, y me dice: lo llaman de Italia. Entonces tomo el teléfono y digo: “Pronto”, así en gracioso. Y me dicen: “Dottore Ferrara”. Era una época en que se estaba con el problema de un músculo, el esternocleidomastoideo, y me dicen: “Parliamo del Corriere dello Sport di Milano”. Y le contesté una grosería: “Che cazzo vuoi”. Risas. Entonces, silencio del otro lado. Y siguen: “Vogliamo sapere della prova”. O sea, queremos saber de la prueba. Y le contesto: “Che me nefrega a me della prova”. Como diciendo qué me importa a mí (risas). Yo estaba convencidísimo que era mi amigo. Y de repente me doy cuenta, como un relámpago, de que era en serio. Y digo: “En serio, ¿quién habla?”. “Del Corriere dello Sport di Milano”, me dicen. Bueno, sabía disculparme en italiano, eso me salvó. A partir de ese momento, cuando me hablaban de otro lado me anunciaban el día anterior. Porque claro, habrán dicho este es loco. Menos mal que eran italianos y entendieron. Además les expliqué y se dieron cuenta de que yo creía que era una broma. Mi amigo se está riendo todavía.
La estremecedora foto que recorrió el mundo de Alicia Muñiz ya asesinada.
-El interés de la prensa, nacional e internacional, era inédito. ¿Los periodistas llegaron a asediarlos?
-Pellizza: A mi casa llamaron desde la cadena Caracol hasta desde Francia, Italia… De todos lados. Poco tiempo después hubo un aluvión de periodistas del exterior. Pero en aquellos tiempos la formación judicial era un poco distinta. Uno había aprendido a ser prudente, cauto… Que los jueces hablaran por la sentencia y no que uno estuviera a cada minuto diciendo cosas. Siempre fui un convencido de que estos hechos de tanta trascendencia lo mejor que se puede hacer es clarificarlos absolutamente. Que la gente sepa que lo que se va a resolver es porque eso que se consiguió es la aproximación más posible a la verdad real. Y uno ponía más énfasis en saber qué había pasado que a darle pelota a todo lo de alrededor. Hoy en día las cosas han cambiado un poco.
Verlo en persona
-¿Cómo fue para cada uno de ustedes el primer encuentro con una persona como Monzón, que hasta ese momento había sido un ídolo de multitudes?
-Pellizza: Yo fui el primero que lo vio. Era hincha de Monzón absolutamente, de verlo pelear. Estaba dolorido, fastidioso. Gritaba. Todavía no lo habían enyesado. Lo estaban estudiando. Aún no le habían hecho placas. Mi interés, total ahora está prescripto, era saber si se había cambiado la ropa. Pude separar la admiración que le tenía. Venía de ver a la muerta, no me causó ninguna gracia. Tenía el interés de averiguar, más que otra cosa. En lo personal no me causó nada ni sentí nada.
-Perelló: Yo llego a defenderlo porque trabajaba en el estudio con el doctor Jorge De la Canale y atendíamos los casos en conjunto. A mí me pasó lo contrario. Yo detestaba a Monzón porque detestaba el box. Me parecía y me sigue pareciendo un deporte sangriento, algo que es brutal. Que las personas se golpeen así… He visto peleas en las que las personas han quedado muy malheridas y no me gusta. Entonces no es que detestaba a Monzón porque era Monzón, sino porque detestaba el boxeo. Lo fui a ver a una comisaría y estaba ahí, ya enyesado. Y realmente, es como dijo Horacio Dángelo: era un hombre rudo y simple. Y me impactó de otra manera, yo no iba bien predispuesta. Estaba detenido en la comisaría sexta. Fue tres o cuatro días después. Yo me enteré por la prensa de lo que había pasado, como todo el mundo, pero al otro día o esa noche misma Jorge me cuenta que lo había llamado un amigo de Monzón.
-¿Cuál de todos los que estaban en Mar del Plata ese verano?
-Perelló: Creo que fue Roldán, el de la cochería. Se ofrecieron 200 mil estudios para atenderlos pero contrató abogados marplatenses porque le habrá parecido más criterioso. La verdad, no sé por qué. Es es una elección personal. Sus amigos recomendaron el estudio de De la Canale, que era donde yo trabajaba.
-Ferrara: Eligieron lo mejor (risas).
Muñiz y Monzón un tiempo antes, cuando la relación todavía existía.
-¿Y quién más lo acompañaba?
-Perelló: Un grupo de personas: los hijos, los que había tenido con Pelusa… Se ocupaban mucho de él y él mucho de ellos. Después yo lo fui a ver mucho a Batán sola y la verdad es que era una persona impactante. Tenía mucha personalidad. Y él me contó en un audio todo lo que había ocurrido esa noche. A mí no me inhibió, conmigo era una persona muy amigable. Mi último recuerdo es de cuando lo fui a ver a la cárcel de Las Flores, en Santa Fe, que era una cárcel tipo granja. Y él me acompañó hasta la puerta, era muy alto, y me hizo así (una caricia) en la cabeza y me dijo: “Cuidate”, porque yo estaba en auto. Creo que la que más trató con él fui yo porque es como que yo fui para que él me contara bien cómo había sido todo esa noche. Y realmente yo, hoy a 30 años, estoy segura de que él no la quiso matar, que hubo una pelea, que Monzón estaba borracho. Eso me lo contó él claramente, y yo lo supe siempre. Nunca dudé.
-Prometieron no hablar de la causa. Pero ya que lo menciona, para el Tribunal fue un claro asesinato.
-Perelló: Creo que Monzón no tuvo chance porque no nos permitieron presentar peritos, y eso hubiera sido lo que hubiera redimido lo que había sucedido. Y había media población que decía que era un asesino y media población que decía “Dale campeón”. Pero ninguno sabía bien qué había pasado, pero desde los dos lugares se estaba a favor o en contra de Monzón pero sin argumentos. Nunca el Tribunal estuvo a la altura de las circunstancias para permitirnos desarrollarlos. Esto de la fama le jugó en contra.
Un caso como ese hoy
-¿Cómo piensan que sería un caso como ese hoy? En la actualidad, la problemática de la violencia de género y la lucha para detenerla está muy latente en la sociedad. ¡Y con las redes sociales!
-Ferrara: Hoy hubieran mezclado todo con el asunto de la violencia de género. Sería exactamente igual que en ese entonces pero multiplicado por diez por la violencia de género.
-Perelló: En ese momento fue lo que despertó en el público lo de la violencia de género. Ya eso despertó toda una cosa: Monzón no fue juzgado por la muerte o no de Alicia Muñiz, sino por si era un golpeador de mujeres o no. Y eso es lo que yo creo que no debiera haber sido, porque es derecho penal. A mí, Monzón, la primera noche del juicio me dijo: “Yo con esta mujer (por la jueza Alicia Ramos Fondeville) ya estoy condenado”. Era tan evidente cuando lo interrogó, de una manera tan inquisitoria, parecía un interrogatorio policial. Monzón se dio cuenta, dentro de su cultura de la calle, que con una persona así como jueza ya estaba condenado.
-¿Estaba resignado?
-Perelló: El era un peleador nato, no estaba resignado, pero la verdad es que se la bancó absolutamente bien. El día que lo condenaron a mí me pareció tremendo, porque para mí era injusto. Sigo convencida: en todo caso podría haber sido un “homicidio preterintencional”. Pero me molestó más que el hecho de que lo condenaran o no, el modo. Porque no fue en un juicio donde se pudo ventilar todo lo que se tenía que ventilar. Porque nunca me pasó en ningún otro juicio que me negaran los peritos de la defensa. El argumento es que muchos peritos iban a llevar confusión al tribunal. Y no: vos tenés que tener todos los peritos que sean necesarios, y como tribunal podés evacuar todas las dudas. Pero acá no podían tener peritos que dieran un argumento contrario al que ellos tenían, porque si no no iban a poder condenar. Tal es así que yo creo que se condenó a 11 años porque era un condena ecléctica, porque no había una convicción absoluta. Pero tampoco tuvieron la valentía, el coraje para decir que no estaba probado el homicidio doloso. Todas las causas que tienen un clamor popular terminan resultando a lo mejor injustas.
-Usted y la jueza tomaron una trascendencia impresionante, tal vez por ser mujeres vinculadas a la investigación del crimen de una mujer.
-Perelló: Sí. Yo iba a cualquier sitio y la gente se asomaba por las góndolas para mirarme. Me acuerdo de un hombre que venía con la mujer y me paró por la calle para decirme que me admiraba, y la mujer se lo quería comer crudo. Y Rolando Hanglin era fan mío, decía que yo era brava, porque el juicio lo pasaban por radio. Mis hijos eran chicos… Mi hijo más grande me dice ahora que le hubiera gustado ser más grande en esa época para tener mayor conciencia de toda la situación, que no la tuvo porque era chiquito.
-¿La llamaban famosos?
-Perelló: Muchos. Por ejemplo, Alain Delon. Para venir a verlo a él. Benvenutti. Actrices. No sé si no llamaron Graciela Borges y Mirtha Legrand.
-Pellizza: Bueno, de hecho a los chicos de acá se los llevó una actriz que paraba por acá. Y Martel estaba muy metido con el tema también.
Los años posteriores
Ferrara se jubiló diez años después, en 1998. Pelliza, en cambio, siguió hasta 2009. Y Perelló sigue en actividad, al frente de su estudio jurídico.
-¿Cómo repercutió en sus carreras el hecho y en sus relaciones laborales?
-Perelló: Acá es muy difícil no ser amigos, nos conocemos todos. Lo que tengo es el recuerdo lindo de haber trabajado con el doctor Horacio Dángelo. Yo le tuve mucho afecto. Falleció y la verdad que con él, yo aprendí muchas cosas. Era una persona muy mesurada pero la verdad, precisa. Y con De la Canale ya trabajaba, pero fue como estar mucho tiempo trabajando juntos.
-Pellizza: Yo tengo una anécdota vinculada a De la Canale. Domingo a la mañana, día del hecho. Ya el mundo sabía lo que había pasado. Vuelvo a mi casa. Me llama Jorge y me pregunta por el caso y le cuento. Y me llama un rato después y me dice: “Sabés qué pasa, mi suegra me va a invitar a almorzar y le dije que le iba averiguar todo con el fiscal”. Fue así. Y a la tarde aceptó el caso de defensor.
-Perelló: Claro, porque a la tarde fueron (Alberto) Olmedo con Roldán a la casa de Jorge, a las 5 de la tarde.
-Pellizza: Yo estoy absolutamente seguro de que fue así, pero a De la Canale lo he mortificado diciéndole que fue a propósito (risas). Y tengo otra con él: un día, Jorgito se va a Mendoza en pleno auge del caso Monzón, y me trae vino. Y no tiene mejor idea que pasarme las botellas del auto de él al mío, y nos tuvimos que esconder. Yo le decía: “Jorge nos van a meter presos”.
-Ferrara: Yo puedo contar otra anécdota con la doctora. Se termina la audiencia, se terminan las pruebas, un viernes. El lunes se iba dictar la sentencia. Ese fin de semana estaba la efervescencia total, cortaban la calle en Tribunales. El sábado a la noche voy a comer con mi mujer a “El Rey del Bife”, que estaba completamente vacío. Menos una mesa. ¿Quién estaba en la mesa? La doctora, con el marido, y con otro amigo, Jorge Cabarco. Y nos sentamos todos juntos. Y yo les digo: si pasa un fotógrafo y nos ve a todos juntos van a pensar que está todo arreglado (risas).