por Albert Traver
SEABROOK, Estados Unidos.- Desde hace años, los pescadores de langosta del norte de Nueva Inglaterra (Estados Unidos) sacan más producto que nunca, ellos lo atribuyen a los “ciclos” del mar, aunque los científicos piensan otra cosa: la crisis climática.
Es frío invierno en Nuevo Hampshire y la mayoría de días no se puede salir a faenar por el viento, la lluvia o las malas condiciones marítimas. Los langosteros ven pasar los días con sus barcos amarrados en el puerto, esperando que llegue el “boom” del verano, la mejor época para su negocio.
Según datos oficiales, los pescadores de Nuevo Hampshire sacaron unas 2.750 toneladas de bogavante americano en 2017, comparadas con las 855 que habían pescado en el año 2000; un crecimiento parecido al que se dio en el estado de Maine, la meca de la langosta en Estados Unidos: de 28.600 toneladas en el 2000 a 56.000 en 2017.
La industria, sin embargo, ha vivido un dramático declive en los estados al sur del Cabo Cod (Massachusetts), como Rhode Island, que pasó de 3.450 toneladas en el 2000 a 1.015 en 2017, o Nueva York, con 1.440 toneladas en el 2000 y apenas 75 en 2017.
Aguas calientes
Para los científicos la explicación es fácil. Las aguas en Nueva Inglaterra se han calentado tres veces más que en el resto del planeta, lo que ha provocado un movimiento de las especies que se pescan en la zona, con más langosta, pero menos bacalao o camarón.
“Desde el año 2000, el calentamiento ha causado que disminuya la productividad (de la langosta) al sur del Cabo Cod y que aumente en el Golfo de Maine”, explica a EFE el director científico y experto en cambio climático del Instituto de Investigación del Golfo de Maine, Andrew Pershing.
“Como todos los animales -dice-, la langosta tiene un rango de temperatura en el que vive bien, pero si el agua está demasiado caliente o fría, su productividad disminuirá”.
Sus proyecciones muestran que en los próximos 30 años Nueva Inglaterra “seguirá calentándose y posiblemente seguirá calentándose a más velocidad que la media global”, por lo que la población de langosta en Maine y Nuevo Hampshire empezará a decaer y “volverá a niveles similares a los de principios de la década de 2000”.
La consecuencia será una migración hacia las aguas de Canadá, incluso en Terranova e incluso Labrador, indicó Pershing.
Para entender las causas del calentamiento en el Golfo de Maine hay que mirar hacia el Artico: “El agua fresca procedente del deshielo está alterando la circulación en el Atlántico Norte. Esto trae más agua caliente a la región y reduce la llegada de fría”.
Un sinfín de pescado
Jerry Worcester hace décadas que se dedica a la pesca. Reconoce que saca más langosta ahora que años atrás, pero no cree que el calentamiento global tenga algo que ver en ello, sino más bien la presión de las autoridades contra los pescadores ilegales y los “ciclos” del mar.
La explicación de los “ciclos”, de hecho, está bastante extendida entre los pescadores de la zona, en Seabrook, que atribuyen a las dinámicas del mar todo movimiento de especies.
“No creo que sea el cambio climático. Creo que existen ciclos, que tienes cuatro o cinco años en los que la pesca es realmente buena y luego tienes un mal año, y luego tienes nuevamente cuatro o cinco años buenos, y luego tienes otro año malo”, defiende Worcester en entrevista con EFE.
Así explica que 2019, por ejemplo, cuando se estima que la pesca de langosta cayó un 40 %, fuese uno de esos “años malos”.
Worcester también asegura que las especies que en teoría se han ido de la zona y tienen prohibido pescar, como el bacalao, siguen ahí, y en grandes cantidades.
“Los vemos más cerca de la costa que nunca antes, a menos de una milla de las playas, y no sé cómo explicarlo. Ves más de todo, ves más focas, ves más tiburón blanco. De nuevo, creo que va en ciclos”, asevera.
Atraído por la bonanza del negocio langostero, dos años atrás el dominicano Juan Peralta decidió comprar un bote “sin saber siquiera manejarlo”. “No sabía lo que estaba haciendo”, confesó a EFE.
Ahora la langosta “mantiene” a su familia: “Tú sabes, es buen dinero”.
El saca entre 200 y 250 libras (90-115 kilos) cada vez que sale a faenar, aunque los barcos grandes que se adentran más adentro pueden traer en un día más de 1.000 libras (450 kilos). La libra se la compran a unos cinco dólares.
“Según he hablado con los pescadores más viejos de aquí, me dicen que la pesca está mejor que antes. Hay muchas reglas, la están cuidando”, aunque preguntado por la teoría científica sobre el calentamiento del agua responde: “Para mí está fría, súper fría”.
EFE.