Hay otro mundo más allá de lo que parecen ser la Mar del Plata de todos los días. Hay un mundo marginal, violento, donde todo vale y en cuyos bordes se libran batallas que la mayoría de la población marplatense ni imagina. Drogas, prostitución, armas, sangre, muerte, aprietes. La Justicia de Garantías decidió dejar detenido al acusado que se declara inocente y descartar al que se atribuyó extrañamente el crimen.
Por Fernando del Rio
Aldo Lautaro Pilu, un limpiavidrios y vendedor de pañuelitos de 23 años, camina de noche por el barrio Libertad en busca de un point donde comprar cocaína. En ese trayecto algo inesperado sucede porque otro joven lo corre con un cuchillo y en plena avenida le asesta un puntazo en la espalda. El herido, que tenía pensado ir luego a lo de su novia, una mujer que trabaja “en la calle”, como puede llega hasta la casa de una prima donde encuentra su lecho de muerte. Varios testigos señalan al miembro de una familia de la zona como el asesino y la Justicia lo apresa, pero horas después los parientes del detenido se aparecen con otro joven en Tribunales para que se haga cargo del crimen. El fiscal no le cree su relato y lo deja libre, a la vez que pide la prisión preventiva para el detenido. Testigos que desaparecen por varias horas y luego vuelven con golpes y dientes rotos.
Es el resumen de una secuencia que merece ser profundizada para no componer una idea inverosímil de aquello que rodea al asesinato de Pilu, a la detención de Joan Brandon Le Parc (22) y al mismo expediente judicial. Porque en Mar del Plata hay casos marginales donde lo que ocurre puede ser incomprensible para una buena parte de esa ciudad que desecha y niega realidades. La incomprensión que antecede a la incredulidad.
En días recientes el fiscal Fernando Castro pidió que se mantenga detenido a Le Parc y en esa condición de arresto preventivo siga hasta el juicio por del delito de homicidio según el artículo 79 del Código Penal. La Justicia de Garantías hizo lugar a ese pedido este viernes y además fundamentó su decisión de la presión preventiva a Le Parc en una serie de episodios violentos del que fueron víctimas testigos que lo incriminaron.
El defensor de Le Parc, el abogado Lucas Tornini, se opondrá porque cree e insiste en que su defendido es inocente. Le Parc asegura que ni siquiera lo conocía a Pilu, pero varios testigos lo colocan en el lugar de los hechos y le agregan un móvil al asunto: una pelea originada en un inexistente robo atribuido a Pilu.
Otros testigos, cercanos a Le Parc, dicen en cambio que Ariel Torres Giovanni, alias “El Paraguayo”, reconoció haber sido el asesino. Cierto grado de responsabilidad cívica y culpa llevó a “El Paraguayo” a confesar un crimen que, en esos ámbitos, “los paga la noche”. Y por eso se presentó ante el fiscal Fernando Castro, quien le tomó declaración y, aunque lo imputó inicialmente, no le creyó demasiado. Es que, palabras más palabras menos, “El Paraguayo” dijo que él fue el autor del homicidio pero que, en realidad, Pilu se había autolesionado en la espalda en un raro y violento movimiento. Una autoincriminación con anhelos exculpatorios, para que nadie pague.
Lo concreto y real es que a Pilu alguien le clavó una cuchilla en la espalda. Uno de los imputados clama por su inocencia y el otro por su culpabilidad. La fiscalía no le cree a ninguno de los dos y a juzgar por el fallo de este viernes, la jueza Rosa Frende, tampoco.
Los asesinatos en los márgenes de la ciudad suelen despertar poco interés y empatía en el resto de la sociedad. Casos que en otras esquinas acapararían la atención mayoritaria quedan perdidos en el olvido estadístico y penitenciario. La contracultura de lo establecido es lo que moldeó el crimen de Aldo Lautaro Pilu y toda la precariedad que lo constituye se refleja en cada testimonio que se agregó al expediente radicado en la fiscalía N°1.
La trama de una muerte
Aquella noche del 1° de mayo pasado Pilu iba a intentar pasarla bien en medio de un estilo de vida atravesado por el consumo de drogas, por la fragilidad propia del que sobrevive en la calle y por las consecuencias de un entorno complicado. Sus mismos familiares dirían en la causa que Lautaro Pilu tenía graves problemas de adicción y que solía pernoctar en donde lo sorprendiera la noche.
Por la tarde uno de sus hermanos lo había localizado en la zona de Luro y 190, donde compartieron unas cervezas. Habían estado allí cerca de 3 horas juntos e incluso aprovechado el tiempo para comunicarse vía telefónica con un tercer hermano detenido en la cárcel de Batán. Más tarde, Lautaro Pilu había decidido quedarse con amigos e ir a comprar una “bolsa” de estupefacientes a uno de los tantos points del barrio Libertad.
La bifurcación de la historia se inicia cerca de las 21 cuando Pilu se disponía a ir hasta República Arabe Siria al 1200, esto es a 400 metros de Libertad y 212, donde ocurriría su asesinato. En esa casa de la calle República Árabe Siria vive una mujer -que según su misma declaración trabaja en “la calle”- con la que Pilu tenía una relación cercana y la idea era pasar la noche con ella. Refiere un testigo clave (“Testigo X”) que varias personas entre las que estaba Le Parc empezaron a tirar piedras contra esa casa y él se encargó de echar a todos. El conflicto o la “bronca” era porque acusaban a Pilu y a otro joven de intentar robarle algo a un chico de 8 años, que vive a solo una cuadra y que tiene a padre y madre presos por narcomenudeo. Junto al testigo clave estaba Lautaro Pilu que salió corriendo ante el cariz que había tomado la situación y fue perseguido, supuestamente, por Le Parc armado con una cuchilla.
Esa versión fue acompañada por la hija de la mujer a la que iba a ver Pilu y por su novio, el otro acusado del intento de robo al menor. Todos ellos estaban en la casa supuestamente cascoteada por Le Parc y sus amigos. “Siempre hacen esas cosas, acusan para buscar quilombo. Pero ese robo nunca había pasado”, dijo el novio de la chica.
Lo cierto es que Pilu corrió por República Árabe Siria hasta Libertad y de allí hacia la calle 212 donde fue alcanzado por un ciclista. Al cruzar la avenida Libertad, el perseguidor, que ya se había arrojado del vehículo, asestó una puñalada en la espalda a Pilu.
Con esas pruebas testimoniales, con la descripción de la vestimenta de Le Parc y con una cámara de seguridad de escasa definición pero que deja ver la secuencia del crimen el fiscal Fernando Castro entendió que el asesino tenía nombre y apellido. A Brandon Le Parc lo detuvieron una semana después.
Sorpresiva aparición
La defensa de Le Parc la asumió Tornini y al día siguiente le aconsejó declarar. Le Parc dijo que no había estado en el lugar y que había pasado esa parte de la noche con un amigo en la zona de Venezuela y Berutti. Que no conocía a Pilu, que no había tirado piedras contra ninguna casa y que, por supuesto, no lo había matado. Y agregó que después del crimen se hablaba de que el autor había sido “El Paraguayo”.
Apenas 24 horas después de esa declaración, los familiares de Le Parc llegaron hasta la DDI con “El Paraguayo” Torres Giovanni. “Me dijeron si les podía hacer el favor de entregarme, no me amenazaron”, dijo en su declaración a la fiscalía y agregó que había decidido entregarse porque “vine a defender al chico inocente que está en cana. Yo siempre lo vi como una buena persona”.
La declaración de Torres fue tan singular que el fiscal Castro no la creyó. Varios puntos oscuros en el relato, no coincidentes con la prueba recogida en la causa, la hicieron ver como forzada, casi guionada. Torres dijo que él estaba cuidando a los hijos de una familia presa por narcomenudo cuando uno de los menores, de 8 años, llegó para decirle que Pilu le había querido robar la plata para un mandado y las zapatillas. Que entonces salió a la calle y vio a Pilu golpear a otra de las menores. Entonces salió en defensa de ellos y Pilu lo recibió a puñaladas, que tuvo la suerte de esquivar.
A partir de ese desenlace decidió correrlo, luego se subió a la bicicleta de un vecino y con ella le dio alcance en la zona de Leguizamón (212) y Libertad donde en medio de un forcejeo, Pilu se clavó a sí mismo la cuchilla en el omóplato derecho. Es decir que se autolesionó con la suficiente fuerza para destrozarse el hueso y atravesarse el pulmón.
Fue inverosímil al punto que el fiscal Castro grabó un video en el que “El Paraguayo” recrea la imposible maniobra mediante la cual Pilu se mata a sí mismo.
También dijo “El Paraguayo” que tras ver herido a Pilu dejó la cuchilla y la bicicleta en el lugar, y que luego escapó de allí.
Los testigos aportados por la defensa de Le Parc apuntaron más que nada a respaldar la hipótesis de “El Paraguayo” como el asesino y a desacreditar los dichos de los otros testigos.
El fiscal resolvió mantener detenido a Le Parc, que se dice inocente, y darle la libertad a Torres Giovanni, que asegura ser culpable.
El misterio del arma
Otro aspecto extraño de este caso se registró al día siguiente del asesinato. Un llamado telefónico alertó a la policía sobre el destino del arma, una cuchilla de grandes dimensiones. Dijo el interlocutor anónimo haber escuchado que la iban a arrojar a un terreno baldío de República Arabe Siria y Balcarce, es decir, donde se inició la corrida a Pilu y no donde finalizó. La policía hizo un rastrillaje el 2 de mayo en el lugar, pero no encontró nada.
En ese momento se ignoraba casi todo sobre el homicidio porque solo habían pasado unas horas. Luego llegaría la detención de Le Parc, la presentación “espontánea” de Torres Giovanni y el 10 de mayo su inmediata libertad. Lo insólito ocurriría con Torres Giovanni nuevamente fuera de prisión: la familia de Le Parc se presentó como colaboradora de la Justicia al hallar una cuchilla y decir que con esa “El Paraguayo” había matado a Pilu. El arma estaba en el mismo terreno en donde la policía no la había encontrado una semana antes. “Estaba debajo de un montículo de basura, la policía nunca la vio”, dijeron desde el entorno Le Parc.
Cabe recordar que a esa altura de la investigación el autoincriminado Torres Giovanni ya había dicho en su declaración que el arma la había dejado tirada en el mismo lugar del crimen. La forma en la que esa cuchilla, que según Torres Giovanni no era suya sino del propio Pilu, viajó desde Libertad y 212 hasta el terreno baldío es un gran misterio. Hay dos opciones: o no es el arma “homicida” o Torres Giovanni mintió. O tal vez la última posibilidad es que, como cree la Justicia en esta etapa del expediente, fuera la cuchilla con la que mataron a Pilu pero que su asesino no haya sido Torres Giovanni.
En tanto, para agregarle un elemento más controversial a la historia, el joven Le Parc instruyó a su abogado a que presentara una prueba incontrastable de que él no podría haber matado jamás a Pilu. Fotografías de su mano derecha y certificados médicos, acreditan que a causa de un accidente de motocicleta tiene un severo problema motriz: no puede cerrar en puño. La postura exculpatoria está basada en la idea de que el asesino es derecho.
Sin embargo, ese último elemento no se incorporó a la prueba que evaluó la juez Rosa Frende, quien por otro lado entendió que había suficientes motivos para mantener la acusación de Le Parc y, de forma indirecta, descartar la de “El Paraguayo”. Al respecto, dijo que la acción descripta por “El Paraguayo” sobre cómo se autolesionó mortalmente Pilu “implicaría una elongación por parte de la víctima que si bien no es imposible , entiendo que resulta difícil de lograr y, en caso de hacerlo, la presión ajena que podría ejercerse no tendría la suficiente fuerza para lograr semejante resultado mortal”.
Probablemente la defensa de “El Paraguayo” pedirá su sobreseimiento y la de Le Parc insistirá en que se revise la prueba.