Polémica global por las plataformas de alojamiento en casas de familia. Mientras que desde el sector turístico las califican de "competencia desleal", desde la web aseguran que generan ingresos en las arcas de pequeños propietarios.
El crecimiento de los mercados comunitarios a través de redes sociales en el mundo del turismo encendió luces rojas en el sistema tradicional, en este caso de la hotelería porque los considera competencia desleal, lo que generó polémica con defensores y detractores en muchas partes del mundo.
Las cámaras empresarias piden llenar el vacío legal existente en la mayoría de los países, en tanto desde las plataformas que ofrecen estos servicios informales se asegura que es una manera de incrementar los ingresos de pequeños propietarios con espacios ociosos.
En el aspecto turístico, sostienen que el éxito que los lleva a un constante crecimiento en todo el globo tiene que ver con que la mejor manera de disfrutar y conocer un nuevo destino es hospedarse en la vivienda de gente local, a la que se puede conocer a fondo en forma previa mediante las herramientas del sistema.
Argentina cuenta con unas 10.500 propiedades inscriptas en la plataforma Airbnb, de las cuales 7.400 están en la ciudad de Buenos Aires, y el segundo destino con más alojamientos de este tipo es San Carlos de Bariloche, con unas 900.
No obstante haber captado las preferencias de un buen número de turistas, en Berlín se prohibió la locación de casas enteras en plataformas como Airbnb, HomeAway o Windu, que a partir de ahora sólo podrán comercializar habitaciones de viviendas.
Bajo el argumento de frenar el alza en el precio de alquiler de viviendas en la ciudad, las autoridades berlinesas establecieron multas de hasta 100 mil euros para los propietarios que alquilen viviendas enteras a través de esos sitios.
Multas
En Barcelona, la polémica estalló el año pasado, cuando el gobierno multó a ocho aplicaciones que ofertaban habitaciones, con 30 mil euros cada una, decisión que fue celebrada por el Gremio de Hoteles de Barcelona, cuyo titular, Jordi Clos, calificó a la oferta de esas locaciones como “epidemia”.
“Generan competencia desleal, porque no pagan impuestos ni la tasa turística, pero sobre todo por la pérdida de imagen que puede suponer para la ciudad”, dijo Clos en esa oportunidad, con argumentos muy similares a los que utilizan los taxistas en relación a la aplicación Uber.
Con estos antecedentes, la polémica llegó a la Argentina, donde no hay normativas ni leyes que regulen estas plataformas y cuya oferta creció significativamente en los últimos meses, a tal punto que es el segundo país de latinoamérica en uso de este sistema, después de Brasil y delante de México.
“Las plataformas como Airbnb, mediante el impacto de los medios, hacen vibrar bajo el concepto de la tan en boga economía colaborativa, cuando en realidad no lo son, pues reciben comisiones de los dueños de las casas y de quienes demandan el uso de las mismas”, dijo a Télam el vicepresidente a cargo del departamento de Actividades Informales de la Federación Hotelera y Gastronómica Argentina (Feghra), Rodrigo Verde.
“Estas plataformas, que no están sujetas a derecho -añadió-, ofrecen alojamiento en viviendas privadas con y sin sus dueños durante las estadías, situación que está excluida en gran parte de la legislación, a lo que debemos sumar que su intermediación es determinante a los efectos de conectar la oferta y la demanda, hecho que se contrapone con la esencia de la economía colaborativa”.
Sin reglamentar
El vicepresidente de Fehgra señaló que estos sitios desencadenan dificultades para la comunidad, tales como “problemas de seguridad por la potenciación de diversos factores de riesgo, aumento del trabajo ilegal, evasión impositiva y violación de los derechos de los consumidores”.
Jordi Torres Mallol, gerente general para América Latina de Airbnb, admite que estos emprendedores son “un modelo disruptivo que cambia algunas reglas del status quo”.
El directivo consideró que “falta una revolución de la normativa y el entendimiento de cómo operan para que sean legalizados”, a la vez que aclaró la disponibilidad de diálogo con las entidades públicas reguladoras con ese objetivo.
“Abrimos conversaciones para comentar el valor que tenemos y de qué manera apoyamos a los emprendedores locales o familias para que puedan gastar menos gracias al servicio”, agregó.
A diferencia de quienes alquilan departamento vía internet, en sistemas con Airbnb los interesados se comunican con el dueño de la vivienda y establecen vínculos de conocimiento recíproco que llega hasta a gustos personales, deportivos, literarios y otros que harán más fácil la convivencia.
En cuanto a la seguridad, existe documentación disponible sobre las dos personas y con la calificación otorgada por huéspedes anteriores en todos los aspectos que hacen a la calidad del hospedaje.
El tema se trató en la Primera Conferencia Iberoamericana sobre Economía Colaborativa en el Alojamiento Turístico, realizada en abril pasado en Montevideo, donde las entidades hoteleras coincidieron en peticionar a los estados que exijan a estas plataformas a que cumplan las obligaciones a las que están sujetas las empresas registradas, habilitadas y categorizadas, y que se incluyan en sus respectivas legislaciones.