El 70 % de la población mundial ha tenido una experiencia traumática a lo largo de su vida y el 30,5 % debido a que "el trauma se agrega" y tener uno incrementa 3,3 veces la probabilidad de tener otro.
El 54 % de la población española ha estado expuesta a experiencias traumáticas y, aunque solo el 2,2 % derivan en un trastorno de estrés postraumático – el trastorno más habitual vinculado al trauma-, la mitad de estos casos acaba en una depresión crónica y asociada a un alto riesgo de suicidio.
Son algunas de las conclusiones a las que llegaron psiquiatras y psicólogos congregados en el XXII Seminario Lundbeck “Trauma y depresión, la herida (in)visible“, en el que han hecho una panorámica del trauma psicológico, su relación con los trastornos de salud mental y su tratamiento y abordaje.
Lo primero que quisieron dejar claro es que tener experiencias traumáticas es algo común, pero “no todas las personas que sufren un trauma se traumatizan”, precisó Guillermo Lahera, profesor titular de Psiquiatría en la Universidad de Alcalá y jefe de Sección del Hospital Universitario Príncipe de Asturias.
Un trauma psicológico, definió Alicia Valiente, psiquiatra y coordinadora de la Unidad de Investigación del Centro Fórum del Hospital del Mar, aparece cuando “una persona que experimenta eventos o circunstancias que son físicamente o emocionalmente dañinos o que amenazan su vida, y que tienen efectos adversos duraderos en su funcionamiento y bienestar mental, físico, social, emocional o espiritual”.
“La clave del trauma -resumió Lahera- es la indefensión, durante un tiempo el sujeto cree que, haga lo que haga, no hay nada que hacer“.
El 70 % de la población mundial ha tenido una experiencia traumática a lo largo de su vida y el 30,5 %, cuatro o más, debido a que “el trauma se agrega” y tener uno incrementa 3,3 veces la probabilidad de tener otro.
Los episodios traumáticos más frecuentes son la muerte inesperada de un ser querido (31 %); presenciar un fallecimiento o una lesión grave (23 %); ser asaltado y sufrir un accidente automovilístico que ponga en peligro la vida (14 %) o tener una lesión o enfermedad potencialmente mortal son las más comunes.
Pero solo un 3,6 % acaba derivando en estrés postraumático (TEPT), el trastorno más habitual y conocido asociado al trauma.
Con una prevalencia del 54 %, España es uno de los países con menor frecuencia de experiencias traumáticas, y “esto tiene algo que ver con algo que no valoramos lo suficiente, y es la seguridad que tenemos”, argumentó el experto; también se sitúa por debajo de la media mundial en TEPT, que se reduce al 2,2 %.
El 23 % de las personas con TEPT desarrolla síntomas graves, aunque depende del sexo: los hombres tienen ligeramente más exposición a experiencias traumáticas, sobre todo relacionadas con lesiones, accidentes y agresiones físicas, pero las mujeres desarrollan el doble de estrés postraumático que ellos, en su mayoría por agresiones sexuales.
El trauma puede aparecer en cualquier momento, pero en la infancia y la adolescencia tiene que ver más con el abuso físico y emocional o sexual; negligencia física o emocional; el uso de drogas en el ámbito familiar; tener padres que sufran de trastornos mentales o en prisión; el ‘bullying’ o la sobreprotección.
Mientras que en la edad adulta, está más relacionados con la violencia de género y sexual; separaciones; pérdida de seres queridos, enfermedades graves invalidantes y crónicas; mobbing laboral; adversidades económicas, inmigración, etc.
En cualquier caso, el trauma psicológico se vincula con un riesgo casi tres veces mayor de desarrollar un trastorno mental; la depresión es la comorbilidad más común, pues la acaban teniendo el 52 % de las personas con TEPT, que acumulan mayor riesgo de inicio temprano, recaída y cronicidad de la enfermedad.
Además, dispara el riesgo de suicidio de 2 a 5 veces e incluso “acorta la vida del sujeto” entre 10 y 20 años cuando son graves.
Por todo ello, los expertos reclamaron la implantación de terapias para prevenir que las primeras reacciones de estrés traumático se conviertan en un trastorno crónico, especialmente en personas de alto riesgo.
“Un TEPT no tratado no mejora con el paso del tiempo, sino que empeora”, zanjó María Frenzi Rabito, doctora en Psicología especialista en el abordaje psicológico del trauma.
La psicoterapia se presenta como la primera línea de tratamiento y, cuanto antes se inicie, mejor, para evitar así que la vivencia traumática “cristalice” en la memoria.